Los universitarios entre el Instituto y la Universidad
Arias y Cárdenas, Francisco
Nació en Zapotlán el Grande, Jalisco, el 19 de mayo de 1820. Fueron sus padres los señores Mariano Arias y Luna y María de la Luz Cárdenas y Lambarena.
En el Seminario Conciliar de Guadalajara estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1839, bajo la dirección del licenciado Jesús Ortiz, y el 1° de agosto de 1847 el obispo Diego Aranda le confirió la ordenación sacerdotal.
En la Universidad Nacional de Guadalajara recibió el 13 de marzo de 1850 el grado de licenciado en Derecho Civil y el 25 inmediato el doctorado. El 11 de noviembre de 1846 obtuvo el título de abogado del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco.
Se desempeñó como familiar del obispo Aranda, y miembro de la curia diocesana. El obispo de Guadalajara Pedro Espinosa lo nombró en 1852 prosecretario, al siguiente año fue secretario de cámara y gobierno, cargo que ejerció hasta 1857.
Al concluir la Guerra de Reforma acompañó al exilio al obispo Espinosa, por lo que se estableció en Roma, y entonces visitó Tierra Santa en Palestina. En 1864 regresó a México, con el título de protonotario apostólico que le había otorgado el papa Pío IX.
El 2 de mayo de 1864 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero; el 22 de mayo de 1869 fue nombrado canónigo de gracia; en 1878 ascendió a maestrescuelas; el 26 de noviembre de 1883 a chantre; el 6 de diciembre de 1886 a arcediano; y finalmente, el 27 de junio de 1892, llegó a presidir el coro catedralicio como deán.
En varias ocasiones fue gobernador de la Mitra, provisor, vicario general del Arzobispado, vicario capitular en las sedes vacantes de los obispos Pedro Loza y Jacinto López, director diocesano del apostolado de la oración; prelado mitrado en las consagraciones de los obispos Portillo, Sánchez Camacho y Vargas; y juez sinodal del Primer Concilio Provincial de Guadalajara, celebrado en los años 1896 y 1897.
También se distinguió como benefactor: en su pueblo natal fundó una escuela, la cual dotó de edificio y un orfanato para niñas desvalidas. Además sostuvo con sus bienes un asilo para niños y al fallecer legó sus bienes para obras de beneficencia pública.
Escribió varios documentos referentes al gobierno eclesiástico, tales como: comunicado sobre su nombramiento de vicario capitular en 1898; sobre libros prohibidos y prensa impía en el mismo año de 1898; sobre la consagración de la Arquidiócesis de Guadalajara al Sagrado Corazón de Jesús en 1899; comunicado del nombramiento del obispo de Guadalajara, Jacinto Romo, en el citado año de 1889; sobre el Año Jubilar en 1901; sobre las bodas de oro pontificales del papa León XIII en el mismo 1901, entre otros.
Falleció en Guadalajara el 14 de agosto de 1903, sus restos mortales fueron inhumados en la cripta de su familia en el Panteón de Belén.
Juicios y testimonios
José Ignacio Dávila Garibi: “Era espléndido como el que más para gratificar a sus empleados y monaguillos. Cada vez que había algún ascenso en el coro de la Catedral lo gratificaba a cada uno de ellos con una onza de oro. Era tradicionalista por excelencia, veía la Catedral de Guadalajara como su propia casa y aún en sus últimos años a pesar de su venerable ancianidad y achaques acudía diariamente a los oficios divinos con ejemplar puntualidad [...] Fue muy caritativo y muy servicial. Rara vez dejó de asistir al coro”.
Juan Bautista Iguíniz: “Cuidó en gran manera los intereses de la Iglesia con un celo digno de encomio, fue asiduo asistente al confesionario, dio pruebas de sus grandes dotes de gobierno y fue laborioso en sumo grado, de tal suerte que a pesar de sus antiguas dolencias que a cualquier otro habrían doblegado, trabajó sin descanso hasta pocos días antes de su muerte, habiendo sido una de sus virtudes sobresalientes la diligencia”.