Los primeros universitarios
Martínez y Ramos, Juan José
Nació en Guadalajara, capital del Reino de la Nueva Galicia, el 22 de abril de 1752. Sus padres fueron el abogado y relator de la Real Audiencia José Miguel Martínez de los Ríos y la señora Juana María Ramos Jiménez. Ignacio Dávila Garibi afirma que era de familia muy ilustre; y fue primo del precursor de la independencia, Francisco Primo de Verdad y Ramos.
Debió realizar su Curso de Artes en el Seminario Conciliar de Guadalajara, y sus estudios jurídicos en la Real y Pontificia Universidad de México. Recibió su título de abogado de la Real Audiencia de Guadalajara. Los grados mayores universitarios en Cánones le fueron conferidos por la citada Universidad de México, el 25 de febrero de 1776 la licenciatura y el doctorado el 14 de abril inmediato.
Fue ordenado sacerdote por fray Antonio Alcalde, quien lo nombró su familiar, y más tarde fungió como examinador sinodal, provisor y vicario capitular del Obispado y juez de testamentos, capellanías y obras pías.
Del 25 de julio de 1785 a marzo de 1789 fue cura del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de Guadalajara. Y en 1787 fue nombrado director del Beaterio de Santa Clara, institución de beneficencia para mujeres necesitadas de la ciudad, que mejoró notablemente. Ambas obras –el Santuario y el Beaterio– eran muy apreciadas por fray Antonio Alcalde, lo que demuestra la gran predilección y confianza que le tenía su célebre superior jerárquico.
Al Cabildo de Canónigos de la Catedral de Guadalajara ingresó el 20 de noviembre de 1790 como medio racionero; el 30 de noviembre de 1795 ganó por oposición la canonjía doctoral; el 5 de febrero de 1806 ascendió a la dignidad de tesorero; el 30 de marzo de 1820 fue nombrado chantre, y finalmente culminó su carrera capitular el 27 de mayo de 1831, como deán.
Al fundarse la Real Universidad de Guadalajara en 1792, incorporó sus grados universitarios y se integró el Claustro de Doctores.
Escribió su Relación de Méritos para concursar la canonjía doctoral, y donó el dinero para construir el altar de mármol blanco de la Catedral, dedicado al apóstol San Pedro, como actualmente lo conocemos.
En agosto de 1833 falleció víctima del cólera morbus, y fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén