Los universitarios sin universidad

Pérez Monroy, Ignacio

Nació en El Grullo, Jalisco, el 1° de febrero de 1858. Fueron sus padres los señores María Inés del Refugio Monroy Cuevas y Leandro Pérez Ávila, quien se dedicaba al comercio de animales de cría en su rancho.

En su pueblo natal estudió la primaria en forma irregular por un padecimiento nervioso que lo aquejaba, y empezó a manifestar sus cualidades artísticas para la música, como organista del templo parroquial.

A consecuencia de una inundación que reventó la presa de Los Dátiles y que dañó muy seriamente el rancho de su padre, en 1906 salió con su familia de El Grullo hacia Guadalajara. Aquí continuó sus estudios secundarios y preparatorios en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco.

En 1913 ingresó a la Academia de Música del profesor José Rolón. A partir de su segundo año de estudios, se le encomendó atender a los estudiantes de primero. El 12 de mayo de 1918 recibió el certificado de profesor en Teoría de la Música y Armonía, dichas materias luego las impartió en la Academia del profesor Ramón Serratos.

En 1922 fue nombrado inspector de espectáculos públicos del Ayuntamiento de Guadalajara, lo cual aprovechaba para asistir a todas las funciones del Teatro Degollado.

Entre 1918 y 1924 compuso sus primeros valses, titulados con los nombres de sus novias: María, Sara, Concha, o bien Sueño de fauna y Mis quejas; este último provocó que una vez que lo interpretaba al piano, alguien del público dijera: “¿Ya se acabó la [canción] del velorio?”, pues el tema lo había compuesto ante el dolor de una ruptura amorosa.

Hacia 1917 se matriculó en la Escuela de Medicina; asistió a los cursos con múltiples y prolongados intervalos. Se tituló como médico internista en 1947, en la ya Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara.

En 1925 había regresado a su pueblo natal para atender una tienda de abarrotes, en tanto continuó sus estudios de medicina en forma autodidacta. Al ver desocupados a los jóvenes de su pueblo, les enseñaba música a los que les veía cualidades, varios de los cuales llegaron a integrar hasta 60 por ciento de la banda de música de la Marina Nacional en la Ciudad de México.

En 1943 nuevamente se instaló con su familia en Guadalajara, se dedicó al ejercicio de la medicina y a dar clases particulares de música.

Por estos años compuso el mayor número de sus valses, dedicados a su esposa e hijas, a saber: Mago, Emma, Olivia, Eva, Celia, Gelly y Flores del Grullo, este último se incluyó en la Antología de valses jaliscienses. En edición propia publicó un álbum con sus dieciocho composiciones.

En 1943 comenzó a estudiar medicina homeopática. Entre 1945 y 1950, por invitación del licenciado José Guadalupe Zuno, director de la Escuela de Artes Plásticas, fungió como miembro del jurado en los exámenes finales de los estudiantes de dicha escuela universitaria. También impartió clases de Armonía y Composición a los franciscanos del Convento de Zapopan.

En 1947 estableció su consultorio particular y en los tratamientos que prescribía combinaba la medicina alopática con la homeopatía.

Escribió y publicó las siguientes obras de música: Enquiridión de armonía (1916), dicha obra incluía cuatrocientos veintidós versos que encuadraban las más de trescientas reglas de la armonía musical, con 358 ejemplos musicales; Acrósticos y versos (románticos) (1918); y Álbum musical.

Con temas médicos escribió Anatomía rápida –en verso– (1936); Micro-parasitología, Terapéutica homeopática y Traducción y reducción del órganon –también en verso–.

En los últimos trece años de su vida, cuando padecía insomnio y “para no perder el tiempo”, compuso sus últimas diez piezas musicales.

Una de sus composiciones musicales titulada Inundado, la dedicó a la Fuerza Aérea y Naval de Estados Unidos de América, en agradecimiento a la ayuda prestada a México en Tampico, Tamaulipas, cuando cientos de mexicanos fueron víctimas de un ciclón, en septiembre de 1955.

El 21 de enero de 1961 falleció en Guadalajara. Su memoria fue honrada con una placa conmemorativa en su pueblo natal, y en el año 2000 la Orquesta Filarmónica de Jalisco interpretó varias de sus obras.

Juicios y testimonios

Margarita Plazola Guerrero: “Era un hombre muy serio, que gustaba de bromear sin perder la compostura, decía: ‘hay que bromear sin reírse’. Fue un verdadero conciliador de las inquietudes científicas, con las pasiones artísticas. Nunca se permitía la más mínima pérdida de tiempo, ni a él ni a sus hijos. Aficionado a jugar ajedrez con sus amigos. Le gustaba sostener conversaciones en verso, con algunos de sus amigos en ciertas reuniones, era un gran improvisador”