Biografías por órden alfabético

Santana Romero, Víctor Manuel


Nació en Mascota, Jalisco, el 28 de diciembre de 1914. Fueron sus padres los señores José Buenaventura Santana Fregoso y Martiniana Romero Romero.

Inició la primaria en la escuela oficial de Puerto Vallarta; en 1925 radicó en Guadalajara y se matriculó en la Escuela del profesor José Atilano Zavala en la cual terminó su instrucción básica.

De 1929 a 1934 cursó su secundaria y el bachillerato en la Escuela Preparatoria de Jalisco de la Universidad de Guadalajara. Al concluir este último, tuvo que retrasar su ingreso a la facultad, debido a los graves problemas que por esas fechas acontecían en la comunidad universitaria jalisciense.

Ingresó en 1935 a la Facultad de Derecho, entonces dependiente de la Dirección de Estudios Superiores del Estado de Jalisco, y más tarde –en 1937– de la Universidad de Guadalajara.

Sobre el origen de su vocación, él mismo recuerda que se inclinaba por el estudio de alguna ingeniería, dada su gran afición por las matemáticas, pero que como sus mejores amigos se matricularon en Derecho, él los siguió y fue algo de lo cual nunca se arrepintió, ya que de esta forma un tanto casual descubrió su verdadera vocación.

En 1940 concluyó sus estudios profesionales y elaboró su tesis sobre Derecho Penal; el 5 de diciembre de 1941 presentó su examen de capacitación profesional y recibió su título de abogado.

Fue abogado postulante de 1941 a 1992 y se destacó especialmente en la rama del Derecho Civil; litigó incontables casos con sabiduría y honradez.

De 1953 a 1959 fue secretario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Guadalajara, y también por estas fechas ocupó la secretaría de la Facultad de Filosofía y Letras durante cinco meses.

Fue catedrático de los cuatros cursos de Derecho Civil en la Facultad de Derecho, de 1957 a 1988. Recibió su primer nombramiento de profesor interino del primer curso de Derecho Civil, el 1° de octubre de 1957, y luego se le nombró profesor de tiempo completo.

Su estilo magisterial se caracterizaba por la gran cantidad de experiencias que compartía con los estudiantes, llegaba incluso a comentar un caso, ya no digamos por cada artículo del Código Civil del Estado de Jalisco, sino a veces por cada una de las fracciones de los artículos. Era muy difícil aprobar sus cursos, pero a la dureza siempre le unía la preocupación por cada uno de los estudiantes, imprimiéndole a las clases un mensaje de humanismo, y muchas veces matizado de buen humor. Sus exámenes eran prolongados interrogatorios, durante los cuales extremaba la dureza con los flojos y sobre todo con los que aparentaban que sabían, pero siempre preocupándose por la superación de los futuros abogados, a los cuales quería sabios en el Derecho, responsables, cultos, honrados y humanos, y sobre este ideal nunca transigió durante su fructífero y prolongado magisterio.

En 1982 y 1987 recibió las preseas Mariano Otero e Ignacio Luis Vallarta por 25 y 30 años, como catedrático universitario, respectivamente. En varias ocasiones recibió el homenaje tanto de los estudiantes como de las generaciones de egresados, y de las mismas autoridades de la Facultad de Derecho.

Renuente a todo tipo de desplantes publicitarios, ya que la modestia y la sencillez siempre lo caracterizaban, en algo que en su vida pudo considerarse como algo inusitado, el 27 de noviembre de 1990 participó en la Primera Jornada de Orientación Vocacional de la Escuela Preparatoria número 5 de la Universidad de Guadalajara, en la cual disertó sobre “La vocación del abogado”.

Fungió como notario público de Guadalajara desde 1953, año en que fue nombrado notario supernumerario de la Notaría número 22, en 1956 fue notario de la número 35, de 1965 a 1971 de la Notaría número 48 y a partir de 1983 se le otorgó el fiat de notario titular y como tal se le asignó la número 22.

Continuó ejerciendo su profesión asistiendo a su modesto bufete jurídico ubicado en el centro de la ciudad, para postular los casos que se le encomendaban ante los tribunales civiles y asesorando desinteresadamente a sus antiguos estudiantes.

Falleció en Guadalajara el 24 de diciembre de 1999.

Juicios y testimonios

Pedro Vargas Ávalos: “Adusto y pragmático en la docencia, sencillo y generoso en la vida”.