Los universitarios sin universidad

Arriola Adame, José

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 28 de julio de 1890. Sus padres fueron la señora Catarina Adame y el abogado Enrique Arriola.?Estudió su primaria en su ciudad natal, e ingresó al Liceo de Varones del Estado de Jalisco para cursar el bachillerato. Enseguida ingresó a la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara y se tituló de abogado en 1913.

Se integró al bufete jurídico de su padre como abogado postulante. A la par de su formación académica, recibió lecciones de música de su mismo padre, del compositor José Rolón y del canónigo José María Cornejo; además de literatura y de francés.

Gran admirador de la cultura francesa, radicó en París por tres largas temporadas. Se matriculó en las cátedras de Derecho Internacional y de Literatura francesa en la Universidad de la Sorbona de París y en el Théâtre-François, donde estudió música y asistió a un gran número de conciertos.

Nuevamente en Guadalajara, continuó en el ejercicio de la abogacía, siendo su bufete uno de los más prósperos y prestigiados de la ciudad; posteriormente obtuvo el fiat de notario público. En su mismo bufete impartía la cátedra de Derecho Internacional, destacándose en el tema de la diplomacia europea.

Fue un gran impulsor de la cultura en su ciudad natal. Cada domingo convocaba en la magnífica biblioteca de su domicilio particular a sus jóvenes discípulos y a sus amigos intelectuales, entre los que estaban el canónigo José Ruiz Medrano, el político Efraín González Luna, los arquitectos Luis Barragán e Ignacio Díaz Morales, el internacionalista Antonio Gómez Robledo, el literato Agustín Yáñez, entre otros, para deleitarse con la música y tratar sobre literatura y filosofía.

Así describe Antonio Gómez Robledo aquellas tertulias:

Tal el espectro que me viene ahora de aquellas tardes maravillosas pasadas en la paz y amistad de la tertulia eutrapélica de [la calle] Pedro Moreno y luego Chapultepec. Y perdón por el arcaísmo, pero no hay nada tan sabroso como la eutrapelia aristotélica (con su equivalente exactamente igual en castellano) la virtud del trato social, el saber moverse bien en sociedad, el convertir el saber en solaz, o en otro giro el arte de la buena conversación, hoy desaparecido irrevocablemente, con la sola excepción, en la metrópoli, del mate dominical de monseñor Octaviano Valdez.1

En la divulgación de la música clásica fundó junto con otros –aunque él era el principal impulsor– la Sociedad de Conciertos, los Amigos de la Música y Conciertos Guadalajara, A. C. A partir de estas sociedades, en 1945 se pudo restaurar la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. Y llegó a poseer la fonoteca más grande y selecta de la ciudad.

Con gran sensibilidad en la interpretación de música clásica al piano, compuso varias piezas, entre las que sobresale la Romanza sin palabras, en sol bemol mayor. También fue crítico y cronista de conciertos.

Al fundarse la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara en 1948, fue invitado por el arquitecto Ignacio Díaz Morales para impartir la cátedra de Música, la cual desempeñó durante diez años.

Fue presidente de la Alianza Francesa de Guadalajara, y el gobierno de la República de Francia, en reconocimiento a su gran amor e impulso por la cultura gala, le otorgó la Legión de Honor y las Palmas Académicas.

Sobre su supuesto afrancesamiento, Salvador Echevarría escribió:

El licenciado Arriola nunca fue afrancesado. Fue lisa y llanamente, con toda la dignidad requerida, un admirador de Francia: pero ante todo y siempre mexicano. Entre sus libros de cabecera, figuraban las obras de [Pedro] Calderón [de la Barca] y de otros clásicos españoles. Francia era, como España, un ingrediente de su mexicanidad o, si se quiere, de su latinidad. 2

Del francés al español hizo un gran número de traducciones, particularmente de literatura. Escribió varios artículos, reseñas y ensayos en publicaciones periódicas, principalmente para las revistas Ábside, Pan y Bandera de Provincias. Algunas de ellas son: “Partage du midi”, cántico de mesa moribundo de Paul Claudel (1929); “El cocotero” –traducción– (1929); “Poemas japoneses” –traducción– (1929); “Carta de Claudel al abate Bremond acerca de la inspiración poética” –traducción– (1929); “Los fracasados” de Henri René Lenormand –traducción– (1931); “Charles du Bos” (1940); “Héctor del Valle: Mozart. Colección Vidas” –comentario crítico–, entre otras.

Falleció en su ciudad natal el 21 de abril de 1962.

Juicios y testimonios

Ignacio Díaz Morales: “José Arriola era de difícil entrada, pero una vez roto el protocolo todo era cordialidad y genuina amistad. Tuvo muchos y muy ilustres amigos, tanto aquí como fuera de la ciudad y en el extranjero. Desde luego lo eran todos los artistas que venían aquí. Fue además muy noble y muy leal, de una gran congruencia en su vida y con gran corazón; por eso ha sido sujeto de sentidos homenajes y recuerdos”.


Antonio Gómez Robledo: “[...] El magisterio de José Arriola Adame fue siempre un magisterio socrático, tanto porque se ejercía al hilo de la palabra viva, del brazo y por la calle, como sobre todo porque no adoptó nunca un tono autoritario y dogmático, sino que, en una actitud estrictamente mayéutica se limitaba a dejar que cada uno de nosotros y por sí mismo se pronunciara libremente por la opción filosófica o literaria que mejor le pareciera [...]”.


Carlos Pellicer: “Se quemaba todos los días en su hoguera particular. No vivió a dos fuegos, sino a tres: fuego de Dios, fuego de la familia, fuego de la belleza. Apasionado y tajante en sus gustos personales, le ubicaron en unas cuantas cosas de primer orden. De todas las artes prefirió la literatura, la música. Su magnífica biblioteca da cuenta del refinamiento de su cultura como lector. Y amó las letras francesas apasionadamente. Las conoció como pocos. Pero fue en el mundo tan difícil y misterioso de la música donde encontraba su mejor oxígeno. Bach, Mozart, Debussy fueron sus dioses mayores”.


Referencias
  1. Antonio Gómez Robledo, “José Arriola Adame, in memoriam”, El Occidental, Guadalajara, núm. 261, 26 de agosto de 1990, suplemento La cultura en Occidente, p. 4. ↩︎

  2. Salvador Echeverría, “José Arriola Adame, un francés de vocación”, El Occidental,Gudalajara, núm. 261, 26 de agosto 1990, suplemento La Cultura en Occidente, p. 7. ↩︎