Los primeros universitarios
Arroyo y Villagómez, José Francisco
Nació en el mineral de San Sebastián, Reino de la Nueva Galicia, en 1775. Fue hijo de los señores Mariano Arroyo de Anda y de Margarita Villagómez Gutiérrez de Hermosillo.
A los doce años se trasladó a Guadalajara y se matriculó en el Seminario Conciliar donde cursó Latinidad y realizó el Curso de Artes, el cual concluyó en 1794 bajo la conducción del doctor José María Hidalgo. Por su aplicación en los estudios ganó una beca de honor y siguió con los cursos de Teología, y en 1797 el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas le confirió la ordenación sacerdotal. Luego fue catedrático de Historia Eclesiástica y Elocuencia Sagrada en el Seminario Conciliar.
En 1799 el obispo de Sonora, Francisco de Rousset, lo invitó a su obispado en calidad de su secretario. Ahí se dedicó a trabajar entre los tarahumaras durante cinco años y fungió como examinador sinodal.
Durante un mes regresó a Guadalajara para obtener en la Real Universidad los grados mayores de licenciado en Teología, el 24 de abril de 1801, y el de doctor el 15 de mayo inmediato. En noviembre de 1802 volvió a radicar nuevamente en Guadalajara.
Se desempeñó como capellán del obispo Ruiz de Cabañas, de 1805 a 1815 fue rector del Colegio Clerical para el cual redactó el reglamento. De 1805 a 1807 fue vicario de la Parroquia del Sagrario, y de 1807 a 1815 atendió el Santuario de Guadalupe en calidad de cura interino, donde organizó un plan de caridad para las víctimas pobres de la epidemia de 1814 y estableció un dispensario para la aplicación de la vacuna antiviruela. De 1815 a 1819 fue cura propietario de Tlaltenango, donde también promovió la vacunación antiviruela de los niños.
En 1819 obtuvo por oposición la canonjía lectoral de la Catedral de Monterrey, la cual desempeñó hasta el 8 de julio de 1831, en que ascendió a la dignidad de maestrescuelas.
Durante su estancia en Monterrey promovió la fundación de la Casa de Beneficencia, de la que fue síndico procurador y capellán; fue además confesor del Seminario, examinador sinodal, juez hacedor, gobernador de la Mitra y miembro de la Junta de Censura Eclesiástica.
De 1820 a 1821 fue diputado por Guadalajara a las Cortes de la monarquía española, “en las que se mostró inclinado a la Independencia de la niña América”.1
Fue diputado del Congreso del Estado de Nuevo León durante cinco legislaturas, y firmó la primera Constitución Política de dicha entidad federativa. Su trabajo fue muy apreciado, como lo demuestra la carta de recomendación que le escribió el gobernador de Nuevo León, Joaquín García, a su homólogo jalisciense.
De regreso a Guadalajara presentó examen de oposición a la canonjía penitenciaria de la Catedral, la cual obtuvo el 1° de mayo de 1832, y se desempeñó como tal hasta el 16 de abril de 1837, en que ascendió a la dignidad de canónigo maestrescuelas, y en consecuencia ocupó el oficio de cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara, en la cual también fue catedrático de Teología.
Del 16 de enero de 1841 al 9 de mayo de 1845 fue canónigo chantre, y de esta última fecha hasta su fallecimiento fue arcediano.
Además se desempeñó como gobernador de la Mitra de Guadalajara, capellán de las monjas capuchinas y catedrático de Religión y Filosofía Moral, en el Colegio de San Juan Bautista.
Se le distinguió al ser postulado por varios cabildos eclesiásticos para ocupar las mitras de Guadalajara, Durango y Sonora. El Banco de Avío lo nombró su corresponsal en Monterrey; se le dio el título de caballero supernumerario de la Orden de Guadalupe, y el gobierno de Jalisco lo designó catedrático benemérito del Colegio de San Juan Bautista, el cual contribuyó a restaurar, y por recomendación de la Junta que regía dicho establecimiento, en 1843 impartió conferencias sobre temas de religión y moral.
Su biógrafo, Juan Bautista Iguíniz, señala que fue un gran apasionado del estudio, como lo demuestra la gran biblioteca que poseía y cuyos saldos pasaron a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Y el haber tomado clases de italiano ya en su ancianidad, con fray Manuel Nájera de San Juan Crisóstomo.
En cuanto a sus virtudes morales, Agustín Rivera escribe:
Cuando el doctor [Francisco Severo] Maldonado estaba de muerte, algunos le propusieron traerle para que se confesara a un padrecito muy rezador, confesador y predicador, y el Doctor contestó: “No, no: quiero hacer mi confesión con un amigo: que venga Pancho Arroyo”: su antiguo condiscípulo el sabio y santo señor doctor don José Francisco Arroyo, de quien recibió los últimos sacramentos.2
Escribió y publicó: El cura interino de Santa María de Guadalupe a sus feligreses en el solemne juramento de la Constitución (1813); Dictamen del Señor Doctor Don Francisco Arroyo sobre una consulta del Jefe Político de Monterrey (1824); Dudas que se proponen al autor del suplemento el Águila Mexicana número 24 año 4º sobre el gobierno de la Iglesia y facultades del Romano Pontífice (1826); Discurso que pronunció en la Honorable Asamblea del Estado de Nuevo León de que es Diputado, al discutirse en ella el proyecto presentado al Honorable Congreso de Zacatecas por su Diputado el Señor Gómez Huerta (1827); Discurso del Señor Doctor Don José Francisco Arroyo por Monterrey, rebatiendo las proposiciones de Ciudadano Gómez Huerta (1827); Segundo discurso que pronunció el Señor Doctor Don José Francisco Arroyo en la Honorable Asamblea del Estado de Nuevo León, de que es Diputado, al discutirse en ella el proyecto presentado al Honorable Congreso de Zacatecas por su Diputado el Señor Gómez Huerta (1827); Tercer Discurso del Señor Doctor José Francisco Arroyo sobre las proposiciones del Ciudadano Gómez Huerta (1827); Apuntamientos, sobre concordato y patronato para servir a la Historia de México (1827); Modo de analizar la cuestión sobre Patronato y sus fundamentos (1827); Razones y motivos de su opinión contraria al proyecto de junta de diezmos de Nuevo León dan, conforme al artículo 113 de la Constitución del Estado, los cuatro Diputados que disintieron de la opinión de los otros seis, para los efectos que en dicho artículo se expresan (1827); Relación de méritos del Doctor Don José Francisco Arroyo. Maestrescuelas Dignidad de la Santa Iglesia Catedral de Monterrey (1832); Respuesta al papel intitulado: Allá van esas verdades y tope en lo que topare: y defensa de los bienes eclesiásticos (1837); Discurso que en la apertura de las conferencias de Religión y Filosofía Moral del Colegio de San Juan Bautista de Guadalajara, leyó el encargado de este ramo de instrucción (1843); Circular del Gobierno Eclesiástico de la Diócesis de Guadalajara con ocasión del decreto número 48 de la Honorable Legislatura del Estado, sobre cementerios (1847); y Circular ordenando un triduo a Nuestra Señora de Guadalupe por las necesidades de la época (1847).
Falleció en Guadalajara el 5 noviembre de 1847, y fue inhumado en el cementerio de San Francisco; años más tarde sus restos fueron trasladados a la Iglesia del Convento de las Capuchinas.
El 31 de mayo de 1851, el Congreso del Estado de Nuevo León impuso su nombre al Departamento y cabecera de la Villa de la Purísima, el cual conserva hasta nuestros días.