Los universitarios entre el Instituto y la Universidad
Barajas y Moreno, Pedro
En la Hacienda de la Daga de la Villa de Santa María de los Lagos, Intendencia de Guadalajara, nació el 23 de octubre –según Rafael Montejano– o el 1° de noviembre de 1795 –de acuerdo con José Ignacio Dávila Garibi–. Fueron sus padres los señores Ignacio Barajas y María Ignacia Moreno. Al parecer su familia era de modestos recursos; por el lado de su madre era sobrino del insurgente Pedro Moreno.
En la misma hacienda natal cursó sus estudios elementales, los cuales debieron de ser muy buenos, dado que más tarde se adaptó sin mayor dificultad a los estudios de humanidades, además atendió las labores del campo.
Hacia 1814 se dio de alta en el regimiento realista de los voluntarios distinguidos, en el cual llegó a ser oficial. En 1817 entró a trabajar de portero en el Seminario Conciliar de Guadalajara, en el cual más tarde se matriculó como estudiante de Latín; de 1818 a1820 realizó el Curso de Artes, bajo la dirección del presbítero Joaquín Medina. Además en las vacaciones escolares estudió francés, idioma que llegó a dominar al grado de enseñarlo a varios seminaristas; también se le eligió para pronunciar una oración latina en el inicio de cursos y se le distinguió como presidente de la academia de Filosofía.
En octubre de 1820 ingresó a la Facultad de Teología de la Real Universidad de Guadalajara, ahí sustentó dos actos públicos de su Facultad, y sobresalió en la cátedra de Filosofía Moral. En febrero de 1824, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas le confirió la ordenación sacerdotal y al mes siguiente obtuvo el grado de bachiller en Teología, fue aprobado nemine discrepante.
De inmediato pasó a ejercer su ministerio sacerdotal al curato del Jalpa, pero fue por breve tiempo, ya que en diciembre del mismo 1824 regresó a Guadalajara para incorporarse al claustro de catedráticos del Seminario Conciliar.
De 1824 a 1834 impartió por cuatro años cursos de Gramática; luego el Curso de Artes, que concluyó en 1830, y también atendió las cátedras de Teología Moral y de Sagrada Escritura.
De 1827 a 1830, junto con los hermanos Pedro y Francisco Espinosa Dávalos, participó en la redacción de “El Defensor de la Religión, que se publica en la ciudad de Guadalajara, capital del Estado de Jalisco, para impugnar los errores de los últimos siglos”.
El 25 de junio de 1832 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero. En 1833 pronunció y publicó el Elogio fúnebre del ilustrísimo señor doctor don José Miguel Gordoa dignísimo obispo de esta Diócesis que en sus solemnes exequias celebradas en el Seminario Conciliar de esta ciudad pronunció el día 26 de enero de 1833. Y ese mismo año fue desterrado de Jalisco por oponerse a las reformas impulsadas por el presidente de la república, Valentín Gómez Farías.
En 1835 fue electo diputado al Congreso de la Unión, del cual fue dos veces presidente y una vicepresidente. Ese mismo año pronunció y publicó el Sermón panegírico, que en la festividad del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, predicó el día 7 de marzo de 1835 en el convento grande de Nuestro Padre Santo Domingo. Con asistencia del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Fray José María de Jesús Belaunzarán, dignísimo Obispo de Monterrey, y del Muy Ilustre Claustro de esta Nacional y Pontificia Universidad de México. También fueron publicados sus discursos de contestación a los pronunciados por los presidentes de la república, en las aperturas y clausuras de las sesiones de la Cámara de Diputados en 1838, 1839 y 1841.
El 17 de abril de 1837 ascendió a canónigo de gracia de la Catedral de Guadalajara, y también ocupó por estos años los cargos de gobernador de la Mitra tapatía, teólogo consultor del obispado, confesor de religiosas y director espiritual de la Escuela Lancasteriana.
El 1° de septiembre de 1839 recibió el grado de doctor en Teología en la Universidad Pontificia de México, el cual el 18 de enero de 1854 incorporó a la Universidad Nacional de Guadalajara.
En 1841 publicó el Sermón que en la solemne profesión de sor María Loreto de Señor San José Gómez Navarrete, predicó en el convento de la Encarnación de México el 25 de julio de 1841; y el 7 de mayo de 1848 el Sermón en la función que anualmente se hace en la iglesia del convento de Santa Mónica, en honor a Jesús, María y José.
En 1852 apoyó el Plan del Hospicio para instaurar el centralismo en México y en noviembre de 1853 firmó un documento para prorrogar por un año la presidencia del general Antonio López de Santa Anna.
El 19 de enero de 1854 ascendió a la dignidad catedralicia de maestrescuelas, por lo cual tomó posesión del oficio de cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara.
Tras haber renunciado la Mitra de los Obispados de Linares y de Chiapas, e incluso la del Arzobispado de México, al fin el 30 de noviembre de 1854 fue preconizado como primer obispo de San Luis Potosí. El 18 de marzo de 1855, el obispo Pedro Espinosa le confirió la consagración episcopal en la Catedral de Guadalajara y el 24 de abril inmediato tomó posesión del nuevo Obispado.
En San Luis Potosí organizó la diócesis, instaló el Cabildo Eclesiástico, reconstruyó la Catedral y, entre otras actividades, transformó en seminario el Colegio Guadalupano Josefino.
Ante la imposibilidad de pagar un préstamo forzoso por 50,000 pesos, el 14 de julio de 1858 a las 4 de la mañana, las tropas liberales lo expulsaron de la sede episcopal, con rumbo a Matamoros, y de ahí a Brownsville, Texas. El 12 de septiembre del mismo año el general Miguel Miramón derrotó al liberal Santiago Vidaurri, por lo que el obispo Barajas pudo regresar a San Luis Potosí. No obstante, el 7 de abril de 1859 la ciudad fue nuevamente tomada por los liberales y se vio obligado a refugiarse en Guadalajara, donde el general Santos Degollado le confiscó los bienes inmuebles que poseía en Colima, con el fin de garantizar un préstamo solicitado a comerciantes estadounidenses, para comprar armas. 1
El 12 de agosto de 1859, junto con el obispo de Guadalajara, se trasladó a la Ciudad de México. Ante la derrota de los liberales en la Estancia de las Vacas, el 28 de enero de 1860 regresó a San Luis Potosí, pero su estancia fue muy breve, dado que el 25 de abril de nuevo triunfaron los liberales y volvió a la capital de la república.
Otra vez fue expulsado del país en enero de 1861 y residió por segunda ocasión en Estados Unidos, incluso ahí en Nueva York asistió a un concilio provincial y luego pasó a Roma, donde participó en la canonización del primer santo mexicano, fray Felipe de Jesús de las Casas.
El 28 de enero de 1864 regresó a San Luis Potosí y reinició sus labores episcopales habituales. Sobre su posición ante la intervención francesa en México, Rafael Montejano asevera:
Pero el Sr. Barajas, que jamás aceptó la intervención [francesa] y únicamente la toleró porque vio en el Imperio una posibilidad de que la Patria saliera del caos de las guerras civiles y entrara en un periodo de paz y progreso, no firmó la “Carta Pastoral” que los demás obispos publicaron en 1864, “Con motivo de la entrada de Sus Majestades el Emperador Maximiliano Primero y la Emperatriz Carlota a la Capital”, y que suscribieron el 12 de junio del mismo año. 2
El 20 de enero de 1866 consagró la nueva Catedral, orgullo de la capital potosina, y en la cual tanto se empeñó su primer obispo. En septiembre de ese mismo año participó en la Ciudad de México con los obispos mexicanos en las reuniones con el emperador Maximiliano I, para negociar el concordato que regulara las relaciones Iglesia-Estado, lo cual finalmente no se logró. Nuevamente San Luis Potosí cayó en manos de los liberales, por lo que no pudo regresar a su sede episcopal.
Con la anuencia del gobierno de Benito Juárez, en enero de 1868 pasó a residir a Lagos de Moreno. Y al fin en agosto del mismo año pudo regresar a San Luis Potosí, y alcanzó a erigir la parroquia de San Miguelito y a nombrar nuevos canónigos de la Catedral.
Las distinciones que recibió fueron: los títulos vaticanos de patricio romano, prelado doméstico y asistente al Solio Pontificio; las cruces de caballero de la Orden de Guadalupe y de gran oficial de la misma; la cruz de caballero de San Gregorio Magno y el nombramiento de socio de la Academia de los Quiritti.
Las cartas pastorales y diversos documentos de asuntos eclesiásticos fueron su producción bibliográfica.
Falleció en San Luis Potosí el 30 de diciembre de 1868, fueron inhumados sus restos mortales en la cripta de la Catedral potosina y en 1954 fueron colocados en la Capilla de San Luis Rey de la misma Catedral.
Juicios y testimonios
Rafael Montejano y Aguiñaga: “Maximiliano, a pesar de que en varias ocasiones lo tuvo como franco opositor a su desviada política y de que le constaba que el Sr. Barajas reprobó la intervención, escribió acerca de él: ‘Anciano respetable, no se ocupa más que de su ministerio, teniendo bien a su clerecía’”.
Manuel Muro: “El Sr. Barajas, como obispo y como político, tuvo grandes virtudes. Gobernó la Diócesis con acierto, fue humilde y modesto en su trato, luchó en medio de los trastornos públicos por fomentar la instrucción y dar al culto el debido esplendor, y cuando se expidió la Ley de Desamortización y las demás Leyes de Reforma, hizo oír su voz con serenidad, elocuencia y valentía, defendiendo los derechos que él creía legítimos de la Iglesia”.
Francisco Peña: “Desde que tomó posesión de su silla [episcopal] hasta la conclusión de su tormentoso episcopado, la vida del Ilmo. Sr. Barajas fue una completa consagración al cumplimiento de sus deberes pastorales. Todas las instituciones que entran en la formación de un Obispado, recibieron de su experta mano la dirección conveniente y eficaz. Cabildo, Seminario, Clero, servicio de coro, rentas, todo, todo debe al Ilmo. Sr. Barajas su creación y aliento. Nada quedó por hacer”.