Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Calderón Beltrán, Fernando

En Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, nació el 26 de julio de 1809. Fueron sus padres los señores Tomás Calderón de la Pascua y María del Carmen Beltrán Bravo de Acuña y Olaeza, hacendados originarios de Zacatecas, que le heredaron fortuna y el título nobiliario de conde de Santa Rosa.

La educación que recibió fue muy esmerada, la cual reafirmó con su precoz afición a la lectura. En la ciudad de Zacatecas cursó sus estudios preparatorios en el Real Colegio de San Luis Gonzaga, donde obtuvo una de las becas reales que la Corona concedía a los estudiantes distinguidos. Presentó un acto público en el cual disertó sobre el sistema de gobierno que convenía al país, manifestándose por el republicano, representativo y popular. También asistió a la cátedra de Derecho Civil, Canónico y Constitucional que impartía Santiago Villegas, futuro gobernador del estado de Zacatecas.

A sus quince años comenzó a escribir versos líricos y su primera comedia a la que tituló Reinaldo y Elina. Con la oposición de su padre a cultivar su vocación literaria, Guillermo Prieto narró la escena que se vivió en la hacienda La Quemada –una de las propiedades familiares–, al leer su primera comedia ante sus familiares sin decir que era de su autoría:

Sin anuncio previo, y como si se tratara de un libro indiferente, una noche llevó Calderón su comedia... El fuego con que leía, su declamación esmerada, y el entusiasmo del auditorio dieron realce a aquella producción. Fernando no se pudo contener, y dijo que aquélla comedia era suya. El papá se levantó mohíno diciendo que aquélla era la causa del atraso del autor, quien turbado y lleno de vergüenza recogía su manuscrito, cuando las primas rogaron, la mamá se interpuso, y el viejo refunfuñando, tomó asiento para seguir oyendo. Entonces leyó con más o menos esmero; llegó un pasaje de tiernos sentimientos filiales, la voz del autor temblaba; la mamá llena de orgullo sollozaba, y el padre, vencido y subyugado, se echó en brazos de su hijo, previniéndole severo que no volviese a distraerse de sus estudios con aquellas futilezas. 1

En 1823 falleció su madre y en 1826 su padre, y entonces la familia decidió trasladarse a Guadalajara.

El joven Fernando ingresó a la Universidad de Guadalajara –la cual en 1826 fue sustituida por el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco– para cursar estudios de Derecho.

Algunos autores aseguran que asistió asiduamente a las sesiones del grupo “Los Polares” –como era de esperarse, por sus ideas liberales–, sin embargo ni Juan Bautista Iguíniz ni José Cornejo Franco lo mencionan entre los participantes.

En 1827 estrenó en el Teatro de Guadalajara su primera comedia Reinaldo y Elina. Otras de sus obras de estos tiempos fueron: Zeila o la esclava indiana, Armandina, Los políticos del día, Ramiro, Conde de Lucena, Ifigenia y Hersilia y Virginia, las cuales se presentaron en Guadalajara y en Zacatecas.

En 1828 publicó su primer libro, que se tituló Obras de Fernando Calderón, el cual mereció el comentario elogioso del poeta cubano José María Heredia, quien escribió: “[...] Las poesías del señor Calderón, entre algunos leves y evitables defectos, encierran belleza de primer orden, que hacen su libro acreedor al aprecio público”. 2
Para

el 19 de mayo de 1829, se le expidió una certificación por el vicegobernador Juan N. Cumplido solicitando que en virtud del artículo 3º del decreto 33 del Congreso del Estado de Jalisco, para que se nombrasen profesores juristas y lo examinaran, para obtener calificación supletoria y habiendo encontrado la suficiencia necesaria, se le expidió el documento para que le sirviera en grados menores, tomando razón el administrador-tesorero de la extinguida Universidad”, así consta en el “Libro de formas de razón […] 3

Por lo que fue habilitado para sustentar su examen profesional y aprobado por unanimidad de votos recibió el título de abogado del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco.
Libre ya de sus obligaciones académicas, se dedicó enteramente a la producción literaria, y llegó a ser considerado “El padre del romanticismo mexicano”. Así Carlos González Peña asevera:

Con Rodríguez Galván es Calderón nuestro primer romántico. Influye en él poderosamente el romanticismo español con Cienfuegos y Espronceda; pero no menor influencia –e influencia directa– tiene en Calderón el romanticismo francés, representado por Lamartine, a quien estudió, de quien tradujo dos de las “Meditaciones” y cuya doliente y armoniosa queja diríase que se transmite a algunos versos del mexicano. 4

En 1835 tomó las armas para enfrentarse al general Antonio López de Santa Anna, quien pretendía someter la rebeldía del estado de Zacatecas, el cual se oponía a la ley que reducía las milicias estatales. En la batalla de Guadalupe fue herido en la cabeza: “La espada –escribió Manuel Payno– de un soldado imbécil rompió el cráneo ilustre”,5 entonces ocupaba el cargo de coronel de la milicia zacatecana, y fue hecho prisionero.

Tras una larga convalecencia, en 1837 preparó una nueva edición de sus obras, la cual proyectaba en cuatro tomos, los dos primeros de poesía lírica y los dos últimos de poesía dramática. Sólo se publicó el primer tomo, en el prólogo se quejaba amargamente de la situación en que vivía el país:

[…] Los gobiernos por las continuas oscilaciones políticas, no han podido fomentar los establecimientos científicos que están abandonados; tenemos que mendigarlo todo al extranjero; hasta para las cosas más sencillas recurrimos a su industria, y en punto de literatura, nos contentamos, en vez de originales, con unas cuantas traducciones [...] 6

En ese mismo año de 1837, por su liberalismo –nunca usó su título nobiliario– fue deportado de Zacatecas, entonces se refugió en la capital del país, donde fue recibido fraternalmente en la recientemente fundada Academia de Letrán, que presidía José María Lacunza, y en la cual participaban Ignacio Ramírez, Manuel Carpio, José Joaquín Pesado y Guillermo Prieto, entre otros. En las sesiones de la Academia dio a conocer sus poemas “El soldado de la libertad” y “El sueño del tirano”.

De esa época, Guillermo Prieto dejó un testimonio elocuente de la calidad humana del poeta. Con un mísero sueldo de meritorio en la aduana, Prieto requería urgentemente de dinero para atender a su madre enferma y Calderón, al que apenas conocía, se lo proporcionó escribiéndole: “Si me das el dulce nombre de hermano, habrás satisfecho con usura el corto servicio que me debes”.7 Por lo que no es de extrañar que escribiera un poema a “La amistad”, a la que define como “el más sublime don que a los mortales concediera propicio el alto cielo. Es la santa amistad: el más puro como el más digno y dulce sentimiento”. 8

Su destierro sólo duró unos cuantos meses, pues le fue suspendido por el ministro de la guerra, general José María Tornel, quien dijo: “El genio no tiene enemigos, y los talentos debían respetarse por las revoluciones”,9 y entonces pudo regresar a Zacatecas.

El 18 de junio de 1839 estrenó su obra El Torneo, la cual fue puesta en escena en la Ciudad de México en 1841, para homenajearlo durante su estancia en la capital del país.

En 1842 estrenó Ana Bolena y en 1843 Hernán o la vuelta del cruzado, ambas en la Ciudad de México. Por la temática caballeresca y europea que eligió, recibió las críticas de Ignacio Manuel Altamirano –prototipo del nacionalismo literario–, quien escribió: “[…] Fue a buscar en la historia de Inglaterra un episodio [la historia de Ana Bolena] que mejor inspirados habían ya trasladado al teatro algunos poetas europeos”. 10

En cambio Francisco Monterde explica la “evasión” del dramaturgo a otros temas y a países no propios: […] Los ultrajes a la libertad y la ausencia de ley, adquiere especial importancia en la tragedia de Calderón que –no lo olvidemos– pensaba como abogado, y había experimentado, además en carne propia el dolor producido por la opresión que priva de su libertad a los hombres [...]. 11

En la misma línea de temática europea, escribió Muerte de Virginia por la libertad de Roma –y según el testimonio de Viviano Beltrán–:

El Caballero Negro y un Poema sobre la creación, quedaron encerrados en su cerebro; yo le oí la introducción de ese poema sobre la creación; le vi leer historia de Inglaterra, tomar apuntes característicos de Ricardo Corazón de León [...]. 12

De temática nacionalista escribió su comedia A ninguna de las tres, en la cual censura a los mexicanos que reniegan de su país y sólo aprecian las costumbres extranjeras, a uno de los personajes le hace decir:

No se encuentra una nación
más que México atrasada,
da vergüenza; aquí no hay nada;
[...]
Repito que sólo en Francia
se vive con alegría. 13

La comedia fue estrenada con gran éxito en 1868 en el Teatro Principal de la Ciudad de México y varias de sus obras fueron puestas en escena en otros países iberoamericanos.

Ocupó los siguientes cargos en Zacatecas: magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, diputado al Congreso del Estado, miembro de la Junta Departamental –a la cual renunció por negarse a jurar el decreto que disolvió el Congreso Constituyente de 1842– y secretario de Gobierno. El 2 de diciembre de 1842 se le encargó el discurso fúnebre del político zacatecano Francisco García.

En 1844 el editor jalisciense Ignacio Cumplido decidió iniciar la publicación de una colección literaria, a la que dio como nombre El Parnaso Mexicano, y para inaugurar la colección eligió a Calderón con sus Obras poéticas, prologadas por Manuel Payno, las cuales contenían veintisiete poemas y cuatro obras teatrales.

Los lectores recibieron con gran entusiasmo la obra en la revista El Museo Mexicano; sobre su poesía lírica se escribió:

El amor y la libertad, estas son las dos cuerdas sonoras del laúd de nuestro poeta; el amor íntimo y melancólico, caballeroso y apasionado: el amor ingenuo y tranquilo, sin las exageraciones absurdas de esa escuela [el romanticismo] que ama con rabia y con demencia y que al encarnizamiento ficticio, sacrifica la razón y la naturaleza. 14

En tanto, sobre sus poemas eróticos se decía que “ama, haciéndose amable y dando al lector participio en sus sentimientos, y en estos tiempos en que parece que para escribir una poesía amorosa se toma previamente un bebedizo para transformarse a propósito el cerebro; aquella cualidad es realmente recomendable”. 15

Si bien sus poemas filosóficos fueron escasos “en el género en que aún no le conocemos rival, es en sus poesías patrióticas; ahí está el poeta en toda su grandeza; desaparecen las imitaciones de Arriaza y Cienfuegos; adquiere originalidad, valentía, y dicción e imágenes, todo ocurre y obedece a sus inspiraciones felices”. 16
En una de ellas escribió sobre Hidalgo:

En sepulcral silencio se encontraba
El pueblo mexicano sumergido:
¡Fatal silencio! sólo interrumpido
Por la dura cadena que arrastraba:
[...]
Grita Hidalgo, por fin, con voz divina:
“¡México libre para siempre sea!”
Y al tirano español guerra fulmina:[...] 17

Sus críticos encuentran sus versos líricos dignos de ser pronunciados por los personajes de Lope de Vega, e incluso su poema “El sueño del tirano” como producido por la pluma de Lord Byron.

Sin embargo, el poeta ya se encontraba afectado por la enfermedad que lo llevaría a la tumba, y así falleció en la población de Ojo Caliente el 18 de enero de 1845. Sus restos mortales fueron trasladados a la ciudad de Zacatecas, para ser inhumados con todos los honores al parecer en la Catedral –entonces parroquia– de la localidad.

En 1882 el gobierno del estado de Zacatecas, publicó sus Obras completas en dos tomos, con prólogo de su hijo, y en 1883 se editaron en París.

En 1963, por iniciativa del poeta Adalberto Navarro Sánchez, los estudiantes del Colegio Internacional de la generación 1961-1963 colocaron una placa conmemorativa en la casa tapatía marcada con el número 208 de la calle de Liceo, donde nació el poeta.

Juicios y testimonios

Guillermo Prieto: “Allí le tienen ustedes, grueso, ancho, chaparro, desgarbado, casi vulgar, con aspecto de vendedor de sarapes o de cueros de chivo [...] Aunque de noble prosapia. Calderón –puesto que fue heredero del título de Santa Rosa– amaba con pasión a la plebe estudiantil, y, con su Nebrija bajo el brazo, andaba en bureos, siendo objetos de sus solaces los ensayos teatrales [...] era turrón de amores en el teatro, franco, condescendiente, compasivo, servicial, y de una alegría comunicativa, seducía y desterraba las sombras del mal humor con sus chistes y sus gracias”.

Manuel Payno: “Si no ha sido mi propósito el probar que los dramas del Calderón son enteramente perfectos, mucho menos lo es el hacer de ellos un juicio exacto crítico: de un amigo tan tierno, de un poeta tan sensible, de un hombre tan caballero y tan honrado, no puede menos sino de juzgarse bien, siempre bien en todos los casos; y aún el hombre más preocupado contra él –si es que existe–, no podrá menos de confesar que este poeta da honor a su patria [...]”.

Fernando Tola: “De hecho ninguno de sus contemporáneos imprimió su primer libro a los diecinueve años de edad, ninguno de ellos por más respeto y consideración que mereciera tuvo la satisfacción de ver editadas en tres ocasiones sus obras, e igualmente ninguno alcanzó la representatividad necesaria para que un editor privado invirtiera en dos oportunidades –una en vida del autor, otra a los cinco años de su muerte– en la impresión de sus trabajos literarios”.

José Zorrilla: “Calderón versificó más limpiamente y con mejor prosodia que la mayor parte de los poetas mexicanos; sus diálogos son fáciles, y su dicción es generalmente poética, aunque sobrada de lirismo [...] Su buen carácter y sus virtudes sociales le hicieron universalmente querido. Y su memoria vive justamente en la estimación de los mexicanos que han acordado a sus versos una merecida popularidad”.

El autor de Don Juan Tenorio mencionó particularmente “La rosa marchita” y “Hernán o la vuelta del cruzado” porque “están impregnados de poesía y de sentimiento”. 18


Referencias
  1. Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Porrúa, 1985, p. 90. ↩︎

  2. Fernando Calderón, Obras Poéticas-Parnaso Mexicano, 1844, Pres. de Fernando Tola de Habich, Zacatecas, Gobierno del Estado de Zacatecas, 1986, p. 11. ↩︎

  3. “Libro de formas de razón […]”, AUG↩︎

  4. Calderón, Obras Poéticas…, p. 79. ↩︎

  5. Ibid., p. 13. ↩︎

  6. Ibid., p. 14. ↩︎

  7. Prieto, Memorias de mis tiempos…, p. 93. ↩︎

  8. Calderón, Obras Poéticas…, p. 544. ↩︎

  9. Ibid., p. 26. ↩︎

  10. Ibid., p. 62. ↩︎

  11. Ibid., p. 81. ↩︎

  12. Ibid., p. 47. ↩︎

  13. Fernando Calderón, Obras dramáticas, México, Porrúa, 1975, p. 12. ↩︎

  14. Ibid., p. 39. ↩︎

  15. Ibid., p. 41. ↩︎

  16. Idem. ↩︎

  17. Ibid., p. 48. ↩︎

  18. Ibid., p. 59. ↩︎