Los universitarios sin universidad

Castro, Felipe

Nació en la Ciudad de México en 1832. Fue hijo del pintor José María Antonio Castro Moctezuma, quien fuera teniente director de la Academia de San Carlos.

Al ser invitado su padre como director de la Academia de Bellas Artes, por el gobernador de Jalisco José Antonio Romero, se trasladó a Guadalajara a la edad de tres años, donde hizo sus estudios elementales en las escuelas de la ciudad, pero ante todo aprendió el arte de la pintura de su progenitor y de quien heredó el academicismo para su obra futura.

Cuando sólo tenía dieciocho años, realizó las pinturas murales en tela La oración del huerto, La Crucifixión y La Resurrección en el Templo de la Inmaculada Concepción de las Capuchinas. El 1° de abril de 1852 falleció su padre, y heredó su escuela y sus compromisos artísticos.

De nuevo en la Ciudad de México, se inscribió en la Academia de San Carlos, donde fue discípulo distinguido del maestro catalán Pelegrín Clavé, quien de él expresó: “Había ido más bien que a aprender, a probarse como maestro”. 1En 1861 colaboró con su maestro Clavé en la decoración de la cúpula del histórico Templo de la Profesa de los Jesuitas. Y en 1865 participó en la xiii Exposición Nacional con sus obras Alegoría de la pintura y La poesía y Prometeo.

A su regreso a Guadalajara dio clases particulares, y en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco y en el Liceo de Niñas impartió la cátedra de Pintura. Así formó a varias generaciones de futuros artistas tales como Juan Ixca Farías, José Vizcarra Batres, Gerardo Murillo, José Othón de Aguinaga, José María Lupercio, entre otros, y también participó en las asociaciones culturales de la ciudad.

En Guadalajara dejó la mayor parte de sus obras, a saber: los retratos de Prisciliano Sánchez (1867); Miguel Hidalgo (1868); Benito Juárez (1873), Santos Degollado, Joaquín Angulo y Ramón Corona para el Palacio de Gobierno; La disputa del Santísimo Sacramento –inspirado en el cuadro de Rafael– (1881), actualmente en la Sala Capitular de la Catedral; el retrato del obispo Pedro Loza y Pardavé, La adoración de los Reyes Magos y La Resurrección para la misma Catedral; El lavatorio, La oración del huerto y La entrada de Jesús a Jerusalén, en el Templo de Santa Teresa; Los Profetas en las pechinas del Templo de Jesús María; Las Famas y El Tiempo y las Horas para el arco del escenario del Teatro Degollado, y un Cristo para el oratorio del canónigo Francisco Arias y Cárdenas, entre otras.

El prior del Convento del Carmen de Guadalajara, fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, quien fuera su mecenas, le encargó la galería de los hombres célebres, que más tarde se instaló en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Entre otras obras de tema histórico que realizó están La tumba de Hidalgo y La Aurora de 1810.

En 1899 lamentablemente perdió sus bienes materiales y su patrimonio artístico al incendiarse su casa, y el 21 de septiembre de 1902 falleció en Guadalajara.

Juicios y testimonios

Tomás de Híjar: “El mejor pintor de Jalisco hace ciento veinte años”.


Carlos Navarro: “El maestro Castro fue muy querido porque su trato era amable y sincero”.


Rubén Villaseñor Bordes: “Fue excelente dibujante y un representativo local de la pintura romántica”.


José Guadalupe Zuno: “Los dos Castro, padre e hijo, Clavé y otros españoles más de la Academia de San Carlos, eran los monopolistas de cuanto hubiera de pintarse en Guadalajara o en México”.


Referencias
  1. Murià, Historia de Jalisco…, tomo III, p. 516. ↩︎