Guadalajara de Indias

Colegio de Santo Tomás

Si exceptuamos el Colegio Seminario de Señor San Pedro, cuya fundación decidió el Cabildo Eclesiástico el 24 de octubre de 1570,1 y que no se consolidó, el primer colegio que impartió enseñanza media y superior en Guadalajara fue el de Santo Tomás de Aquino.

A instancias del cuarto obispo de Guadalajara, fray Domingo de Alzola, en 1586 llegaron los primeros jesuitas a la Nueva Galicia, los cuales recibieron del Cabildo Eclesiástico una donación de diez mil pesos para que

en esta ciudad haya estudios de gramática y latinidad de asiento, para que en él estudien y se enseñen los vecinos de dicho reino (de Nueva Galicia), los cuales hasta ahora por falta de los sobredicho, han andado distraídos y vagando por estar como está la ciudad de México, tan distante de esta ciudad y reino y porque muchos [...] no tienen para poder sustentarse en aquella Universidad [de México].2

El Colegio se dedicó a santo Tomás de Aquino en honor al patrono del Cabildo Eclesiástico, y fue su primer rector el padre Pedro Díaz.

En 1688 el canónigo Simón Ruiz Conejero hizo una importante donación post mortem al Colegio, para establecer las cátedras de Filosofía y Teología, lo que dio motivo para que el rector Juan de Palacios, durante la Vigésima Congregación Provincial de la Compañía de Jesús –celebrada en noviembre de 1689 en la capital del Virreinato–, solicitase se hicieran las gestiones convenientes para que las autoridades competentes concedieran al Colegio de Santo Tomás la facultad de otorgar grados académicos,3 lo cual apoyó con el consabido argumento de la enorme distancia que había de Guadalajara a México.

La concesión para otorgar los grados se logró más tarde con la promoción que hicieron los propios estudiantes ante el presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, Alonso Ceballos Villagutiérrez, a quien en agradecimiento se le otorgó el primer grado académico que se concedió en Guadalajara.

Sin embargo, en 1697, la Real Universidad de México se opuso al otorgamiento de grados en Guadalajara y apeló ante el Real Consejo de Indias; tras escuchar a las partes, el rey Felipe V falló a favor del Colegio de Santo Tomás.4

En cuanto a la enseñanza impartida, originalmente se tuvieron las clases de Gramática, Humanidades y Retórica; más tarde, con las aludidas donaciones del canónigo Conejero, se fundaron las cátedras de Filosofía y Teología.

Los estudios se organizaron acordes al ordenamiento de la Compañía de Jesús, conocido como el Ratio Studiorum, a saber: los estudios de letras, divididos en cinco cursos: tres de Gramática –latina y griega–, uno de Humanidades –cultura grecorromana– y otro de Retórica –oratoria y todo género de versos–; se leía a Homero, Platón, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Demóstenes, Píndaro y san Basilio, entre otros clásicos.

La Filosofía o Curso de Artes se impartía en tres años, con las cátedras de Lógica, Metafísica y Física, al término de los cuales el estudiante, previo examen de rigor, se le otorgaba el título de bachiller en Artes, y podría continuar los estudios de Teología con las cátedras de Teología Dogmática, Teología Moral, Derecho Canónico y Sagrada Escritura.

En cuanto a los métodos de enseñanza implantados en el Colegio, eran eminentemente activos y obligaban al estudiante a tener una verdadera participación en clase, así lo determinaba el Ratio Studiorum. Esta metodología tendía a ejercitar y desarrollar armónicamente todas las facultades cognoscitivas y la sensibilidad artística: “En lo que se llamaba prelección, el maestro explicaba la materia de ese día, desentrañando ante los alumnos el pasaje del autor clásico entonces estudiado; sobre este mismo tema los alumnos tenían que hacer el ejercicio de composición donde se ejercitaba la redacción y se afinaba el estilo”.5 Se complementaba la formación con certámenes, competencias y actos públicos.

En el contexto de la renovación de los estudios filosóficos, que venía impulsando decisivamente la que dio más tarde en llamarse la Generación del 67, llegó entonces a Guadalajara en 1766 el padre Francisco Javier Clavigero Echegaray, quien tomó un curso de Filosofía a la mitad, lo que le originó grandes trabajos que le harían expresar: “Ignorando los tapatíos cuánto me costó esta cátedra ajena y con cuántas vigilias quebranté mi salud para enseñar en tan corto tiempo la mayor parte de la Filosofía”.6

También en Guadalajara, Clavigero escribió doscientas cuatro tesis filosóficas que tituló: Cursus Philosophicus, diu in Americanis Gymnasii Desideratus y el Diálogo entre Philaletes y Paleófilo, en el cual proponía que se debían estudiar los hechos físicos para sustentar la verdad, y no sólo para satisfacer teorías del pasado.

Pero todas estas labores magisteriales y de investigación quedaron abruptamente truncadas en el Colegio de Santo Tomás la madrugada del 25 de junio de 1767, al ser expulsados los jesuitas de todos los territorios hispánicos por el rey Carlos III.


Referencias
  1. Luis Medina Ascencio, “El Seminario de Guadalajara de 1570 en Cuarto centenario del Obispado de Guadalajara. 1548-1948, Guadalajara, Artes Gráficas, 1955, p. 198. ↩︎

  2. Palomera, op. cit., p. 23. ↩︎

  3. Lo cual de hecho ya ocurría en las ciudades de Santa Fe de Bogotá, Manila y Mérida, Yucatán, en esta última ciudad por breve del papa Gregorio XV del 8 de agosto de 1621 y cédula del rey Felipe IV del 2 de febrero de 1622, para que se cumplimente el anterior breve pontificio. Patrón, op. cit., pp. 105 y 109. ↩︎

  4. Palomera, op. cit., pp. 79-80. ↩︎

  5. Ibid., p. 98. ↩︎

  6. J. Jesús Gómez Fregoso, Clavijero. Ensayo de interpretación y aportaciones para su estudio, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1980, p. 43. ↩︎