Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Cruz-Aedo y Ortega, Miguel

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 30 de mayo de 1836. Fueron sus padres el abogado y notario José María Cruz-Aedo y María Rita Ortega Luna.

Bajo la supervisión de su padre, cursó sus primeras letras y luego ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde estudió Latín y el Curso de Artes.

El 14 de agosto de 1844 recibió el grado de bachiller en Artes en la Universidad Nacional de Guadalajara.

En cuanto a los datos relativos a sus estudios universitarios de Jurisprudencia, resulta difícil precisarlos pues los realizó en la etapa de la coexistencia de la Universidad y el Instituto de Ciencias. Sus biógrafos insisten en que fue compañero de estudios de Ignacio Luis Vallarta, lo que permite aproximar algunas fechas. Vallarta cursó Jurisprudencia en la Universidad de Guadalajara de 1850 a 1854, lo cual da una idea de los años de formación universitaria de Cruz-Aedo.

En 1852 presentó examen público de Jurisprudencia en presencia del gobernador del estado, Joaquín Angulo; para solemnizar la reinstalación del Instituto de Ciencias, defendió una tesis polémica para su tiempo: si los hijos legítimos son iguales en derechos, para la sucesión hereditaria.

Del célebre monje carmelita fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, recibió cursos especiales de Literatura y Griego y se familiarizó con los enciclopedistas franceses, en particular con Voltaire: “El padre Nájera amaba mucho a D. Cosme Torres Aranda, a Miguel Cruz-Aedo, a Jacobo Gálvez y a otros jóvenes liberales y les daba lecciones de idiomas y de bella literatura”. 1

En octubre de 1846 junto con Emeterio Robles Gil e Ignacio Luis Vallarta –entre otros– participó en la “Junta popular de jóvenes entusiastas por la prosperidad pública”, además integró la sociedad La Esperanza.

En abril de 1850 ingresó a la sociedad literaria La Falange de Estudio que publicaba El Ensayo Literario, en cuyas páginas –según afirma Magdalena González Casillas– publicó su novela costumbrista Amores caseros, que fue muy bien recibida por la crítica; y en 1851 en la Aurora Poética de Jalisco dio a conocer su poema “A la juventud”.

En la noche del 1° de mayo de 1852, en su calidad de presidente de La Falange de Estudio, en el segundo aniversario de su fundación, pronunció un discurso en el cual criticó la enseñanza impartida en el Seminario Conciliar, lo que provocó la respuesta del rector Francisco Espinosa durante su informe anual.

En agosto de 1855, con Ignacio Luis Vallarta y Emeterio Robles Gil fundó el periódico La Revolución.

Partidario del Plan de Ayutla, fue hecho prisionero y camino a la capital del país logró escapar tras sobornar a uno de los guardias. Luego huyó a Michoacán, donde se unió a las tropas del general Ignacio Comonfort y muy pronto alcanzó el grado de coronel.

Al triunfo liberal regresó a Guadalajara. El 17 de septiembre de 1855, en el salón principal del Instituto de Ciencias pronunció un discurso por las “Víctimas de la Patria”, en el cual consideró que la herencia libertaria de 1810 estaba mutilada y que los derechos recientemente reconquistados no estaban lo suficientemente fundamentados: “[…] Tal vez –decía– está muy lejos el día en que, rotos los diques del fanatismo, de la corrupción y de la ignorancia, se verifique una nueva y completa revolución [...]”. 2

El discurso fue reeditado en la Ciudad de México con el título Intervalo lúcido de Miguel Cruz-Aedo, que apareció firmado en forma apócrifa con su mismo nombre.

En el ambiente de crispación que originó la promulgación de la Constitución de 1857, y frente a la actitud hostil de la jerarquía de la Iglesia, el 15 de septiembre subió a la tribuna del Congreso del Estado para censurar al clero, expresó:

La Constitución, estableciendo la inhabilidad de las corporaciones civiles y religiosas para adquirir y administrar bienes raíces, no ha hecho más que reducir a los ministros del altar al ejercicio de sus funciones sagradas, para que pudiesen dedicarse totalmente al cuidado del rebaño cristiano y carezcan del atractivo que representan las riquezas mundanas, a fin de que no se trueque el papel del pastor por el de mercader. 3

También por estos años fue oficial mayor del Congreso del Estado.

Al estallar la Guerra de Reforma nuevamente tomó las armas. En marzo de 1858 llegó a Guadalajara el presidente Benito Juárez, quien fue hecho prisionero en el Palacio de Gobierno:

Cruz-Aedo entonces jefe de un grupo de la guardia nacional, decidió libertar al Presidente: se lanzó al Palacio sin lograr entrar a él, recibiendo a cambio una descarga de balas desde la Catedral y los balcones y ventanas del Palacio. Sus hombres huyeron y él, al verse solo, caminó con toda la calma de regreso al convento por la calle de San Francisco. 4

Al ser derrotados los liberales, salió de Guadalajara en la comitiva del gobernador del estado Pedro Ogazón, quien en abril de 1858, en Zapotlán el Grande, lo nombró secretario de Gobierno. Con gran valor hizo campaña militar en el sur de Jalisco. En julio de 1858 participó en la batalla de Atenquique, frente al general Miguel Miramón. En octubre de ese mismo año luchó y participó en la toma del Convento de Santo Domingo en Guadalajara, fue tal su euforia que al triunfar los liberales mandó interpretar en el órgano de la iglesia dominica la marcha de Los cangrejos, e intercedió ante el gobernador del estado, Pedro Ogazón, para que su acérrimo enemigo conservador Remigio Tovar –quien lo había atacado desde el periódico La Tarántula– no fuera fusilado.

En enero de 1859 se encontraba en Morelia y luego, bajo las órdenes del general Santos Degollado, el 13 de noviembre fueron derrotados en la Estancia de las Vacas. Tras el desastre liberal el general Degollado reunió sus tropas en San Luis Potosí y nombró a Cruz-Aedo como gobernador y comandante militar de Durango.

El 26 de diciembre de 1859, al tratar de sofocar un motín entre varios de los jefes militares liberales y la división de Zacatecas, murió acribillado a tiros en la ciudad de Durango, ahí mismo fue inhumado.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Iguíniz: “Periodista, poeta, polemista y orador vehementísimo, se distinguió por sus escritos radicales y rebosantes de jacobinismo”.

Celia del Palacio: “Ni militar ni literato ni reformista ni tribuno ni víctima como es calificado por sus benévolos –y escasos– biógrafos, Cruz-Aedo se queda en la leyenda, héroe empolvado cuyo nombre no alcanza las clases de historia ni las sagas militares”.

Luis Pérez Verdía: “Era un gran pensador, de tanta imaginación como talento [...] Era de un carácter arrebatador y excéntrico, de corazón muy noble y de mucho valor; después fue un tribuno, un polemista, un reformador y una víctima”.


Referencias
  1. Rivera, op. cit., p. 167. ↩︎

  2. Mario A. Aldana Rendón (comp.), Independencia y nación. Discursos jaliscienses del siglo XIX, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1985, p. 170. ↩︎

  3. Ibid., pp. 194-195. ↩︎

  4. Celia del Palacio, “Biografía más o menos imaginaria de un héroe más o menos real (casi una ficción)”, Guadalajara, Revista de la Universidad de Guadalajara, núm. 22, 1986, p. 32. ↩︎