Los primeros universitarios

Cumplido y Rodríguez, José Domingo

Nació en Guadalajara, entonces capital de la Intendencia del mismo nombre, el 13 de marzo de 1790. Fueron sus padres los señores María Rafaela Rodríguez y Mateo Mariano Cumplido, uno de sus hermanos fue gobernador de Jalisco.

La educación que recibió en su familia fue muy esmerada, por lo que llegó a ser célebre por sus refinados modales; escribe Victoriano Salado: “¡Qué amor por las fórmulas el suyo, qué afán de contentar a todo el mundo, qué deseo de que nadie lo excediera en caravanas e inclinaciones de cabeza!”.1

En el Seminario Conciliar de Guadalajara hizo sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en el ciclo escolar de 1806.

En la Real Universidad de Guadalajara ingresó a la Facultad de Teología, y obtuvo la licenciatura en Filosofía el 27 de mayo de 1818; la licenciatura en Teología el 28 de febrero de 1813, y finalmente la borla doctoral en Teología, el 25 de marzo del citado año de 1813.

Recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, quien lo designó catedrático de Latín y Filosofía del Seminario Conciliar. Y en 1816 impartió el Curso de Artes, en el cual fue maestro de José Luis Verdía y Pedro Támez, futuros deán de la Catedral y gobernador de Jalisco, respectivamente, entre otros.

De 1820 a 1824 fue párroco de Ojocaliente, Zacatecas. El 6 de abril del citado 1824 regresó a su ciudad natal para ejercer como cura de El Sagrario, cargo que desempeñó hasta el 26 de diciembre de 1831, y a la par de esta encomienda, fue rector del Colegio Clerical.

En la Universidad de Guadalajara participó en las sesiones de los Claustros de Doctores y de Consiliarios, integrando varias comisiones.

El 25 de junio de 1832 ingresó al Cabildo de la Catedral tapatía como racionero; el 16 de abril de 1837, ascendió a canónigo de gracia; y el 19 de enero de 1849 tomó posesión de la dignidad de chantre de la Catedral.

Por esos años fue muy célebre su figura en la ciudad de Guadalajara, así nos lo describe el citado Victoriano Salado: “El señor canónigo, a quien el cielo había concedido algo más que un mediano pasar, vestía siempre holgada hopalanda de seda, a guisa de sotana, y en la cabeza llevaba capelo y borla verdes, pues era doctor en Filosofía y Teología”.2

O bien refiere, la siguiente anécdota:

En una ocasión presidía el canónigo unos ejercicios en el Clerical […] Un día mientras tomaban los ejercitantes su modesta colación, se sintió un terremoto que apenas ha tenido semejanza en esta tierra. Todos, chicos y grandes, buenos y malos, se aprestaron a salir de aquel lugar que no reputaban de seguro; pero allí estaba para impedirlo el director de las faenas espirituales, que colocándose en la puerta gritó con voz tronante: “Por categorías, señores por categorías” y permitió abandonar el local primero a los curas, después a los ordenados, tras ellos a los simples sopistas y al último a los criados.3

En su Guadalajara, falleció el 3 de mayo de 1849, y dos días después fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén.

Juicios y testimonios

Victoriano Salado Álvarez: “Era don José Domingo conservador a macho y martillo, discípulo de los Tirados y los Monteagudos, mientras su hermano [Juan], que picaba más alto en materias políticas, se inclinaba al liberalismo; si bien no defendía esa libertad clerofóbica y sesquipedal que ahora se estila […] Cuando don Juan Nepomuceno, el hermano que andaba metido en el ajo gubernamental regía los destinos del Estado (como dicen los gaceterillos) ocupaba en el coche de su Señoría [el canónigo] el lado derecho, mientras su pariente llevaba el izquierdo; al paso que cuando el seglar no se encontraba colocado en puesto tan señalado, pasaba a la siniestra de su ceremonioso deudo”.


Referencias
  1. Victoriano Salado Álvarez. “¡Un canónigo Cumplido!”, El Informador, Guadalajara, 16 de septiembre de 1990, sección literaria de Pedro Lomelí Rodríguez, p. 1. ↩︎

  2. Idem. ↩︎

  3. Idem. ↩︎