Los primeros universitarios

De Velasco y Palafox, Francisco Lorenzo

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 10 de agosto de 1784. Fueron sus padres los señores Vicenta Palafox y Lozano, y el abogado Francisco de Velasco y de la Vara. El 3 de abril de 1785 recibió la confirmación sacramental de manos del obispo fray Antonio Alcalde.

Ingresó al Seminario Conciliar Tridentino de San José de su ciudad natal, donde estudió Latín y Retórica por dos años, al término de los cuales presentó examen público de honor. Luego inició el Curso de Artes de Filosofía bajo la dirección del doctor José María Cos, el cual concluyó en el año escolar de 1800, con las máximas calificaciones (sss); fue compañero de estudios de José María Mercado.

Durante sus estudios filosóficos vistió la beca de honor y presentó conferencias públicas –conocidas como sabatinas– de Lógica y Metafísica, y de Física; además cumplió con los otros ejercicios académicos de presidencias y réplicas continuas en clase y exámenes obligatorios, en todos los cuales logró las calificaciones máximas de los examinadores.

También sustentó tres actos públicos, el primero de ellos de Súmulas y Proemiales en la Real Universidad de Guadalajara; el segundo, de toda la Física y Metafísica de las “Instituciones Lugdonenses”; y el tercero, de Filosofía Moral; en todos asistió una gran concurrencia, en el tercero incluso se contó con la presencia del presidente de la Real Audiencia tapatía, José Fernando de Abascal y Souza, a quien se le dedicó el acto.

Para el grado de bachiller en Artes, en la Real Universidad de Guadalajara fue aprobado nemine discrepante por los catedráticos examinadores, y habilitado para ingresar a cualquier facultad.

Varias veces concursó la cátedra vacante de Artes –Filosofía– del Colegio de San Juan Bautista; en 1802 obtuvo el segundo lugar con todos los votos de los sinodales, compitiendo nada menos que con el doctor José Manuel Covarrubias, el bachiller Juan Cayetano Gómez Portugal y José María del Castillo.

Ingresó en la Facultad de Derecho de la Real Universidad de Guadalajara, donde continuó su brillante actuación académica; sustentó dos actos de Cánones y de Leyes –Derecho Civil–; se lee en su Relación de Méritos:

El uno Menor con diversos títulos excedentes al número prevenido por Estatuto, y otro Mayor [el segundo], en que ofreció exponer las obras de Vinnio completas con las Notas de Dn. Juan de Sala y sus Apéndices del Derecho Español y también la de Selvagio y sus Notas respectivas de Disciplina Eclesiástica de España; y que recitaría de memoria la Diatriba defendiendo escogidas las […] conclusiones de Derecho Civil y Canónico, cuya función se verificó con previa licencia del Claustro, precedida del riguroso Examen de Estatuto para los Actos extraordinarios, y se sustentó en dos mañanas por disposición del mismo Claustro á presencia de muy numeroso concurso hasta el medio día, y mereciendo que se diese noticia de en la Gaceta de México; siendo ésta la única que hasta ahora se ha sustentado en la Universidad por el contado tiempo.1

Con el acuerdo del rector de la Universidad, sustituyó a los catedráticos titulares de Prima de Cánones y de Leyes; arengó en una borla –examen de grado– de Filosofía, se le habilitó de doctor examinador en un examen de bachiller en Jurisprudencia. Y ya como bachiller en Cánones, presidió los cuatro cursos de su Facultad, y la lección de media hora con puntos de discusión; también ganó los cursos de Leyes y presentó el examen de Estatuto.

En las témporas del Adviento –diciembre– de 1805, recibió de manos del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas el orden del subdiaconado; en diciembre de 1806 recibió el diaconado, y solicitó a su obispo la autorización para partir a España con el fin de completar sus estudios en la Universidad de Salamanca y recibir el orden sacerdotal. El 29 de diciembre de ese mismo año recibió la autorización episcopal; y el 17 de enero de 1807 escribió al obispo Cabañas desde la Ciudad de México que sólo esperaba embarcarse a la península ibérica. Sin embargo, concluyó sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde recibió los grados mayores de licenciado y de doctor en Sagrados Cánones y en Derecho Civil.2

En la metrópoli hispana también se le confirió la ordenación sacerdotal y continuó su aprovechamiento en los estudios y fue igual de brillante que en su ciudad natal, dado que

el talento y la dedicación del joven sacerdote le granjearon bien pronto el aprecio y las distinciones de los maestros de aquella Universidad, quienes le otorgaron el grado de doctor en divinas letras y lo proveyeron de buenos informes, recomendándolo para que se le asignara un puesto distinguido en la jerarquía sacerdotal.3

A su regreso a la Nueva España tomó posesión de su prebenda en la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, el 28 de febrero de 1810. Y el 3 de julio de 1811 ascendió a canónigo de gracia.

El 28 de enero de 1812 truncó su brillante carrera eclesiástica y se pasó al movimiento insurgente. Aquí se presentan dos hipótesis sobre la verdadera motivación de su decisión; en una carta escrita a Porlier expresó: “Después de haber meditado uno y medio años la idea de abandonar con el único fin de servir a la Nación y evitar, si era posible, el derramamiento de sangre en la lucha que entonces agitaba fuertemente a México”.4

Contrariamente, Lucas Alamán asevera que “dio en esta capital [México] el ejemplo de la vida mas desarreglada y licenciosa, y temiendo, según entonces se entendió, que la inquisición lo aprehendiese, pues estaba delatado en ella por la impiedad de sus opiniones, [entonces] tomó el partido de la revolución […]”.5

Sin poder precisar cuáles fueron sus verdaderas intenciones para hacerse insurrecto, por lo pronto huyó de la Ciudad de México con el fondo de las medallas y los rosarios de la Colegiata de Guadalupe, de los cuales era custodio, y que posteriormente repartió entre los insurgentes. Fue un duro golpe para su padre, el abogado Francisco Antonio de Velasco, quien en una carta al virrey Venegas desde Guadalajara lamentó lo que consideró la funesta actitud de su hijo.

En unión a Felipe Lailson, se presentó al licenciado Ignacio López Rayón en el Valle de Toluca, quien según Alamán los recibió “con indiferencia y desprecio”.6

Sin embargo, al poco tiempo se ganó la confianza de López Rayón, quien le dio el cargo de brigadier y luego lo acompañó al sitio de Toluca; enseguida lo envió a Lerma a atacar al general realista Joaquín Castillo Bustamante, a quien derrotó el 19 de mayo del citado 1812, por lo que fue felicitado con la composición de un himno, que originó su excomunión.

Por ese tiempo, dirigió a partir del número 21 el Ilustrador Americano. Semanario Patriótico Americano; donde publicó: una carta abierta al doctor José Mariano Beristain y Souza, el 5 de agosto de 1812; la “Contestación que da el señor Brig. Dr. D. Francisco de Velasco a la carta que escribió su padre al supuesto virrey Venegas, y mandó publicar éste en la Gaceta de México”, el 31 de octubre de 1812; y “Una pildorilla al Amigo de la Patria” –periódico que publicaba en la capital del Virreinato el doctor Beristain–, el 17 de abril de 1813.

En Apaseo, Guanajuato, nuevamente derrotó a los realistas, y les destruyó la fortificación del lugar. Luego siguió con la defensa del fuerte de San Juan Evangelista, en la mencionada intendencia de Guanajuato; en noviembre de 1812 fue comisionado para inspeccionar las tropas insurgentes de Monte Alto, y posteriormente acompañó a López Rayón a Huichapan, donde se celebró una solemne misa por el cura Miguel Hidalgo, en la cual le correspondió pronunciar el sermón el cual se publicó en la Imprenta Nacional de América, en Tlalpujahua, con el título: “Sermón que en el cumple años del serenísimo señor don Miguel Hidalgo y Costilla dixo [sic] el Sr. Dr. D. Francisco Lorenzo De Velasco […]”. También predicó el 12 de diciembre en la misa de función a la Virgen de Guadalupe, proclamada patrona de la independencia.

Para 1813 el doctor José Sixto Verduzco, miembro de la Junta de Zitácuaro, lo nombró su secretario y lugarteniente en el mando de las tropas. Como tal, se trasladó a la provincia de Valladolid; cerca de Pátzcuaro en las lomas del Calvario, atacó al coronel Linares. En dicho combate no salió muy bien librado, por lo que se retiró a Uruapan, tras haber enterrado algunos cañones, que él mismo había mandado fundir.

En Tlalpujahua recibió la comunicación de que el cura José María Morelos había sitiado el fuerte de San Diego del puerto de Acapulco, por lo que fue a unírsele. Morelos lo comisionó para parlamentar la rendición del fuerte, y luego lo nombró vicario general castrense.

El 13 de septiembre de 1813 se celebró la solemne misa del Espíritu Santo para instalar el Congreso Constituyente de Chilpancingo, al doctor De Velasco se le comisionó para que pronunciara el sermón, en el cual exhortó a “alejar de sí toda pasión e interés, guiándose sólo por lo que fuese conveniente a la nación”.7

En la sesión legislativa del 15 de septiembre, Morelos fue electo generalísimo y depositario del poder Ejecutivo de la nación, a lo cual renunció. Entonces el doctor De Velasco se presentó a la sesión, y a nombre del pueblo y del ejército exigió al Congreso que se le obligara a aceptar, como finalmente aconteció. Sobre lo cual opina Alamán: “Así quedó vencido desde el primer día el poder legislativo ante la fuerza militar. ¡Triste presagio de la suerte que aguardaba a los congresos venideros!”8

Al promulgarse el Acta de Independencia el 6 de noviembre de 1813, el canónigo José de San Martín lo sustituyó como vicario castrense. En tanto, él recibió el ascenso a mariscal de campo.

En la obra de Castillo Negrete, México en el siglo xix –citada por Alejandro Villaseñor–, refiere que el doctor De Velasco insistentemente le pedía a Morelos que lo nombrara diputado del Congreso, por lo que con el fin de alejarlo de tal pretensión decidió enviarlo a Oaxaca a verificar la aprehensión de los canónigos realistas Jacinto Moreno e Ignacio Vasconcelos.9

En Oaxaca desterró a los mencionados canónigos y publicó una encendida proclama, en la cual censuró enérgicamente al obispo diocesano Antonio Bergosa y Jordán, ferviente partidario del régimen novohispano.

En tanto, en unión al subdiácono Ignacio Ordoño, se dedicó a la vida licenciosa y al juego, lo que causó gran escándalo en la sociedad oaxaqueña. Esto motivó que López Rayón mandara al canónigo José de San Martín a arrestarlo el 28 de febrero de 1814, pero él, junto con Juan Pablo Anaya, se resistió al arresto; finalmente fue hecho prisionero en el Convento de Santo Domingo.

Determinó el canónigo De San Martín enviarlo a Huajapan, para ponerlo a disposición de López Rayón, pero De Velasco, de común acuerdo con un español de apellido Vilchis –quien debía entregarlo–, se fugaron y se entregaron al coronel realista Melchor Álvarez para solicitarle el indulto real.

En marzo del citado año de 1814, la ciudad de Oaxaca regresó al dominio virreinal. Y ante el inminente castigo, el doctor Francisco Lorenzo de Velasco astutamente fingió arrepentimiento por su actuación en las filas de la insurgencia; en un manifiesto a los americanos desacreditó a los líderes insurgentes:

A Rayón lo calificaba como un monstruo de ingratitud, de ignorancia y de crueldad, prostituido en el vicio de la embriaguez […] A Morelos lo trata de inepto, apenas capaz de una que otra buena acción. [Carlos] Bustamante, con bastante acierto, juzga ese acto de humillación o debilidad del Dr. Velasco, como un baldón eterno para ese eclesiástico.10

Así logró salvar la vida, pero fue remitido hacia Puebla de los Ángeles, donde fue prisionero en el Convento de San Agustín para ser procesado, o bien para de ahí recluirlo en San Juan de Ulúa o salir desterrado a San Juan, Puerto Rico. Al pedírsele información sobre las relaciones de los insurgentes con otras personas, él contestó que sólo tenía relación con dos o tres personas de la capital virreinal.

Es muy probable que en atención a los méritos de su padre don Francisco Antonio, el virrey Félix María Calleja lo indultara provisionalmente, para que el rey Fernando VII decidiera sobre su suerte en definitiva. Por lo que inició las gestiones para ir a España, a unírsele a su padre.

Entonces viajó a Jalapa, al mismo tiempo que solicitó al gobierno virreinal un préstamo de tres mil pesos para los gastos del viaje, al parecer sólo recibió quinientos pesos. Pero como no se embarcaba a España, el virrey sospechó que podría evadirse, así que decidió confinarlo en Puerto Rico, mientras el rey decidiera su suerte.

Se le ordenó al coronel Zarzosa que lo condujera a Veracruz, pero al saber esto se le fugó, llevándose consigo cien onzas de oro del citado coronel realista. Y de inmediato en Tehuacán se presentó al jefe insurgente Juan Nepomuceno Rosains, quien lo recibió sólo en calidad de soldado raso.

Se le encomendó negociar la adhesión de Guadalupe Victoria a Rosains, pero no tuvo éxito. Tampoco en Huamantla pudo pronunciar un sermón en una festividad religiosa, ante la proximidad del enemigo realista. En enero de 1815 fue derrotado Rosains por el realista Márquez Donallo en el pueblo de San Andrés Chalchicomula, por lo que irritado contra la población mandó al doctor De Velasco a castigarla con el saqueo.

En unión a Manuel Mier y Terán, sufrió las penalidades y peligros de la campaña militar. El 20 de agosto del mismo 1815, fue destituido del mando Juan Nepomuceno Rosains, por lo cual el canónigo De Velasco intentó huir hacia Estados Unidos, muy probablemente para negociar el abasto de armamento.

Pero fue capturado por el general Guadalupe Victoria, quien lo puso preso con grilletes y cadenas en un calabozo de Tehuacán. Así estuvo hasta diciembre de 1815, cuando fue puesto en libertad.

De inmediato se unió a las tropas de Mier y Terán, con quien el 27 de diciembre de 1815, en las cercanías de Tepeji de la Seda, derrotaron al militar español José Barradas.

Con el fin de abastecerse de armas, el 17 de julio de 1816 las fuerzas de Mier y Terán –teniendo como oficial al doctor De Velasco– salieron de Tehuacán hacia Coatzacoalcos, Veracruz. El 8 de septiembre, cerca de Mixtán intentaron pasar el río, pero fueron atacados por sorpresa por el comandante realista Pedro Garrido. En la acción varios insurgentes perecieron ahogados, otros lograron cruzar en canoas, en tanto –escribe Lucas Alamán– “el paradero del canónigo Velasco no se supo; díjose vagamente que se había ahogado en un arroyo, que tenía que pasar para acercarse a la orilla del río en busca de la canoa, o que se le había encontrado muerto de hambre”.11

Así terminaron los días llenos de sufrimiento del doctor De Velasco. Su vida como su muerte siempre causaron controversia. El citado Alamán reseña el enfrentamiento entre Rosains y Terán, tras la consumación de la independencia:

Rosains en sus controversias con Terán, acusó a éste de haber hecho asesinar a Velasco, a lo que Terán contestó victoriosamente en su segunda manifestación. Velasco estaba herido en la rodilla de la pierna derecha, habiéndose lastimado él mismo por casualidad con su propio sable que llevaba desnudo y se apoyaba en él, paseando en el pueblo de Huehuetlán, en marcha a Playa Vicente, después de un aguacero que había puesto el piso muy resbaladizo.12

Por su parte, Carlos María Bustamante escribió –lo que Santoscoy considera toda una oración fúnebre–: “Hasta el día se ignora el paradero de este lindo joven nacido con el talento de un ángel, pero inútil á su patria que aun lo compadece, y recuerda con pena la memoria de sus miserias y extravíos”.13

A lo que apostilló el mismo Santoscoy:

¡Y quien así se expresó, como ya lo sabemos, fue uno de los que seguramente contribuyeron, como consejero y partidario de Rayón, a inutilizar ese talento de ángel y a que fuera a cegarse en flor [a sus 32 años de vida] y obscuramente aquella existencia juvenil en la desierta y melancólica orilla de Huaxpala!14

En 1897, el citado historiador Alberto Santoscoy propuso imponer su nombre a alguno de los portales del centro histórico de su ciudad natal.

Juicios y testimonios

N. M. Farris: “Los obispos y canónigos fueron casi siempre leales al régimen con unas cuantas excepciones: los canónigos José [De] San Martín y Francisco de Velasco fueron activos revolucionarios”.


Alberto Santoscoy: “Ningún patricio mexicano puede quejarse más de las consecuencias funestas de tan peregrino concurso entre esos dos historiadores [Bustamante y Alamán] tan opuestos en sus miras, como un hijo de Jalisco que mereciendo el nombre verdadero de héroe, por los grandes sacrificios que hizo para contribuir a la emancipación nacional, hasta consumarlos con el de su vida llena de esperanzas seguras en el encubrimiento a que por muchos títulos esta llamado, se encuentra degradado de su legítimo puesto ante la fama pública, debido a la mala opinión que han llegado a crearle aunadamente Bustamante y Alamán, con implacable saña, pintándonoslo con los colores más obscuros de la depravación moral y aplicándole los más ofensivos epítetos. De la parcialidad del juicio formulado por entre ambos historiadores acerca de este caudillo jalisciense, nadie se había percatado, debido al poco uso de las reglas de la crítica histórica […]”.


Eric Van Young: “Aunque los motivos que alega esquivan cualquier formulación ideológica y la alta política –la piedad filial [salvar a su anciano padre]–, la alarma ante la violencia y el desorden de la lucha insurgente, posiblemente cercana a la desilusión expresada por el padre Díaz, y el resentimiento por tomar tan a pecho los comentarios de los peninsulares contra los criollos–, su pensamiento parece haber conjugado ambas esferas de tal forma que lo impulsaron a la rebelión. Esto resulta especialmente obvia en la tercera de sus razones, que abarca e ilustra una amplia gama de agravios criollos que los indisponían contra el régimen colonial, desde la recolonización política y la escalada de las contribuciones fiscales establecida por las reformas borbónicas, hasta los antiguos resentimientos sociales y el comportamiento racista que no era ejercido solamente por los españoles europeos, sino también por los criollos conscientes del carácter híbrido de la sociedad mexicana”.


Referencias
  1. Alberto Santoscoy, “El canónigo doctor don Francisco Lorenzo de Velasco”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986, tomo ii, p. 334. ↩︎

  2. Así se lee en la portada de la publicación de su “Sermón que en el cumple años del serenísimo señor don Miguel Hidalgo y Costilla, primer Héroe de la Patria dixo [sic] el Sr. Dr. D. Francisco Lorenzo de Velasco, del gremio y claustro de la Universidad de Alcalá de Henares […]” reproducida en Moisés Guzmán Pérez, La Suprema Junta Nacional Americana y la Independencia, Morelia, Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Michoacán, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, 2011, p. 248. ↩︎

  3. Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Biografías de los héroes y caudillos de la Independencia, tomo ii. México, Jus, 1962, p. 268. ↩︎

  4. Ibid., p. 269. ↩︎

  5. Alamán, Historia de México desde los primeros movimientos…, p. 554. ↩︎

  6. Idem↩︎

  7. Ibid., p. 555. ↩︎

  8. Ibid., p. 563. ↩︎

  9. Alejandro Villaseñor y Villaseñor, op. cit., p. 271. ↩︎

  10. Ibid., pp. 272-273. ↩︎

  11. Alamán, Historia de México desde los primeros movimientos…, tomo iv, p. 433. ↩︎

  12. Idem, loc. cit↩︎

  13. Santoscoy, op. cit., p. 375. ↩︎

  14. Ibid., loc. cit. ↩︎