Desarrollo histórico (1951-1975)
El 2 de octubre y sus repercusiones en la Universidad de Guadalajara
El 2 de octubre la represión gubernamental contra el movimiento estudiantil llegó a su clímax, durante lo que históricamente se conoce como “La Noche de Tlatelolco”. Al día siguiente, en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Guadalajara, como se tenía previsto, fue celebrada una discusión de carácter jurídico sobre los delitos de disolución social, durante la cual el licenciado Carlos González Durán condenó el carácter represivo del régimen que acababa de masacrar a los estudiantes de la capital del país y a otras personas en Tlatelolco. Las protestas se extendieron a las Facultades de Filosofía y Letras y de Economía, pero fueron enérgicamente reprimidas por la Federación de Estudiantes de Guadalajara.1
En 1973, quien fuera el ideólogo y conductor de la citada organización estudiantil, Carlos Ramírez Ladewig, así explicó la actitud de la dirigencia universitaria ante el movimiento estudiantil de México 68:
Es obvia la identificación emocional entrañable, directa, que sentimos todos los que hemos abrevado en la ideología de la Universidad de Guadalajara, con las causas comunales, aún con las expresiones deficientemente elaboradas de las mismas. Nos conmovía la posición de los estudiantes de México, ese era el camino que ellos tenían de entregar en esos momentos sus inquietudes, sus angustias, esa era la única manera que les quedaba a ellos para expresar lo que ellos sentían, temían un posible estancamiento de la revolución mexicana, muchos grupos aprovecharon esa inquietud, esa emotividad. Obviamente en esa Universidad, quienes la dirigían –yo llegué a platicar con ellos–, sentían profunda identificación popular. El corazón estaba con ellos, pero la Universidad de Guadalajara tenía otros caminos más efectivos, más conscientes, para expresar, para llevar a cabo y realizar la misma lucha por los ideales populares de la revolución mexicana.2
Sobre la posición de las autoridades universitarias y de los dirigentes de la feg, José María Murià sostiene que fue de
completa sumisión y colaboración con el Gobierno Federal en ocasión de los disturbios populares y la consecuente crisis de 1968, lograron que la de Guadalajara fuera la única universidad pública mexicana que no se sumó a la huelga. Este hecho consolidó la hegemonía del grupo [fegista], que se ganó una irrestricta confianza oficial, buenas recompensas a sus miembros destacados, la protección de la comandancia militar y una cantidad considerable de armas idóneas para su función represiva.
A partir de ahí, los ex líderes estudiantiles accedieron, entre otras prebendas, a ser diputados estatales y federales y se convirtieron en altos funcionarios de la propia Universidad, haciendo a un lado con buenos y malos modos a todo aquél que les pudiera ocasionar problemas, ocupara un cargo cuyo desempeño les pudiera interesar o simplemente, no se plegara a sus deseos en forma incondicional.3
Referencias
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“Antonio Santos líder del Consejo Estudiantil Universitario no estaba desencaminado cuando el pasado 28 de junio [de 1988] en debate con la dirigencia de la Federación de Estudiantes de Guadalajara en el auditorio Salvador Allende de la Universidad de Guadalajara, invitaba a una autocrítica fegista. No como acto de contrición sino más bien de elemental esclarecimiento histórico, se puede colegir”. Carlos Enríquez Bueno, “Algunas cosas que sucedieron en Guadalajara en 1968 (opus molto vivace)”, La Jornada, 28 de diciembre de 1988, Perfil, p. ii. ↩︎
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Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, op. cit., p. 122. ↩︎
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José María Murià, Ser y presencia de Jalisco, Zapopan, El Colegio de Jalisco, 2001, p. 71. ↩︎