Desarrollo histórico (1791-1821)

El grito de independencia y sus repercusiones en Guadalajara

Pero llegó el momento decisivo del alumbramiento de la nueva nación, que reclamaba su independencia de la metrópoli. Al ser descubierta la conspiración de Querétaro los acontecimientos se precipitaron, una vez alertados los conspiradores por la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez, la noche del 15 de septiembre de 1810 en la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores, el cura Miguel Hidalgo y Costilla ante los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama:

Se irguió resuelto, con toda la grandeza de su espíritu fuerte, de su alma valerosa, y a tiempo que se calzaba las medias, exclamó:

–¡Caballeros, somos perdidos; aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines!1

A las pocas horas, tras confirmarle Ignacio Allende que habían sido descubiertos:

En esa mañanita del domingo 16 de septiembre, en medio del repique de campanas, del tumulto de la gente que se amontonaba en la plaza y en el atrio de la parroquia, del barullo de los soldados y de los civiles armados que corrían por todos lados, se oyó por primera vez el grito de “¡Viva Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe! ¡Viva nuestro rey Fernando VII! ¡Y muera el mal gobierno!” El grito fue inmediatamente simplificado por la gente en un “¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!”2

Desde Arroyo Zarco el 21 de septiembre, el doctor José Simeón de Uría –quien electo diputado iba a las Cortes de la monarquía española reunidas en Cádiz– escribió una carta al Ayuntamiento de Guadalajara, informando sobre los primeros movimientos de las tropas insurgentes y sugería que se “dicte[n] las providencias que les parezcan más eficaces, para frustrar los designios perversos que puedan haber formado contra la paz de esa ciudad”.3

El 29 de septiembre se integró la Junta Superior Auxiliar de Gobierno, Seguridad y Defensa de Guadalajara, y entre sus miembros estaban los doctores Juan José Cordón, Toribio González, Francisco Antonio de Velasco y fray José Mestres. La Junta lanzó una proclama, por la cual exhortaba a la obediencia a la Corona y organizó la defensa.

Por su parte, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas formó un regimiento conocido como “la Cruzada”, en el cual tomaron parte clérigos y estudiantes, entre ellos los universitarios:

Jóvenes impreparados y verdaderas nulidades en la práctica, y que, cegados por el entusiasmo, excitados con la lectura de las proezas de Pedro el Ermitaño, creyéndose defensores de la Religión, se alistaban soñando con victorias; si bien pronto la realidad los convenció que el arte de la guerra es algo más que desfiles y marchas al redoble del tambor, haciéndoles experimentar, y sin remedio, el más atroz de los fracasos.4

El 1° de octubre el rector de la Real y Pontificia Universidad de México, doctor Josef Julio García de Torres, le escribió al virrey Francisco Javier de Venegas, que el cura Miguel Hidalgo y Costilla no había recibido los grados mayores ni de esa Universidad ni en la de Guadalajara. Se hacía esta aclaración porque en algunas comunicaciones se le daba el trato de “doctor” al cura insurgente.


Referencias
  1. Luis Castillo Ledón, Hidalgo. La vida del héroe, México, Comisión Nacional de las Celebraciones del 175 aniversario de la Independencia Nacional y del 75 aniversario de la Revolución Mexicana, 1985, tomo ii, p. 4. ↩︎

  2. Jean Meyer, Hidalgo, México, Clío, 1996, pp. 36-37. ↩︎

  3. Juan E. Hernández y Dávalos, Historia de la Guerra de Independencia de México, tomo ii, México, Comisión Nacional de las Celebraciones del 175 aniversario de la Independencia Nacional y del 75 aniversario de la Revolución Mexicana, 1985, pp. 81-82. ↩︎

  4. Ramírez Flores, El Gobierno Insurgente…, p. 14. ↩︎