Los universitarios entre el Instituto y la Universidad
Generaciones decimonónicas
A través de las cuatro décadas que transcurrieron de 1821 a 1861 egresaron, tanto de las aulas universitarias como de las del Instituto de Ciencias, una serie de profesionistas que llenaron toda una época de una nación en plena formación. Y así, lo mismo ocuparon las tribunas de los congresos federales y estatales, que los púlpitos catedralicios, al igual que llevaron a la ciencia del Derecho y a la Medicina a grandes alturas, reconocidas incluso en el extranjero, sin dejar de lado sus aportaciones a la Historia, la Literatura, la Filología y la Arquitectura que llegó a distinguir a Guadalajara a nivel mundial.
Con Mariano Otero Mestas e Ignacio Luis Vallarta y Ogazón, asevera Antonio Gómez Robledo:
El amparo mexicano, alumbrado y llevado a su perfección en el plano nacional por Otero y Vallarta, es en mi opinión la única aportación original que ha dado México a la cultura jurídica universal, lo cual puede tal vez consolarnos en algo de la esterilidad en que aún estamos en el campo de la filosofía. 1
Y así, no dudó en calificar a Vallarta como el mayor jurista de que México puede gloriarse.
Tras la modernización de la enseñanza universitaria de la Medicina, que tan tesoneramente acometió el doctor Pablo Gutiérrez Morán, emergieron el pionero de la Farmacología, Leonardo Oliva de Álzaga y el audaz cirujano Fortunato G. Arce Rubio. Ambos fueron honrados en Alemania por sus inestimables aportaciones.
En los teatros de las principales ciudades de la república, al igual que en varios de las naciones iberoamericanas, fueron puestas en escena las obras dramáticas del que fuera considerado como “El padre del romanticismo mexicano”, Fernando Calderón Beltrán. La literatura y la historia fueron cultivadas tanto en sus escritos como en sus cátedras por José María Vigil Orozco, quien además desde la Dirección de la Biblioteca Nacional trabajó por la conservación e incremento del patrimonio bibliográfico de la nación. La filología náhuatl tuvo en el doctor Agustín de la Rosa Serrano a uno de sus más grandes promotores. Las obras históricas del doctor Agustín Rivera y Sanromán son prolíficas, y varias de ellas son imprescindibles para el conocimiento de los múltiples aspectos de la historiografía regional. La novela y el periodismo tuvieron en Ireneo Paz Flores a un digno representante. Las torres de la Catedral de Guadalajara, el Cementerio de Santa Paula de Belén y el Hospicio Cabañas son las expresiones más señaladas de la arquitectura de Manuel Gómez Ibarra, quien además promovió la educación tecnológica de los jóvenes.
En los tiempos de grandes sufrimientos para la población se distinguieron como filántropos: el licenciado Dionisio Rodríguez Castillo, fundador de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara y de la Junta de Caridad; el licenciado José Hilarión Romero Gil, fundador del Monte Pío de Guadalajara; el ya mencionado canónigo Agustín de la Rosa Serrano, gran benefactor de los niños y jóvenes jaliscienses; y el doctor José Eleuterio González, fundador del Hospital Civil de Monterrey.
El primer procurador general de la república fue el abogado Crispiniano del Castillo Cortés, quien además fundó la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Guadalajara. El primer código de comercio de México se debe al abogado Teodosio Lares. La gubernatura de Jalisco fue ocupada por los abogados Ignacio Luis Vallarta y Ogazón, Emeterio Robles Gil y el doctor Ignacio Herrera y Cairo. También fueron gobernadores Miguel Cruz-Aedo y Ortega de Durango, Miguel Contreras Medellín de Colima, José Eleuterio González de Nuevo León y Luis de la Rosa Oteiza de Puebla.
Referencias
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Antonio Gómez Robledo, “Al recibir el Premio Jalisco 1988”, Opera varia. Obras, tomo XII México, El Colegio Nacional, 2002, p. 360. ↩︎