Los primeros universitarios

Gómez Farías, Valentín

Nació en Guadalajara, capital del Reino de la Nueva Galicia, el 14 de febrero de 1781. Fueron sus padres los señores Lugardo Gómez de la Vara, quien al parecer se dedicaba al comercio, y María Josefa Martínez y Farías.

No se conoce con precisión la escuela donde recibió su instrucción elemental, “tal vez estudió en la Real Escuela de la Compañía, o en la Escuela para niños del Santuario o en alguna escuela particular”.1

En 1795 ingresó al Seminario Conciliar de San José donde estudió Latín, y realizó el Curso de Artes que dirigió el doctor José de Jesús Huerta.

En 1800 se le confirió el grado de bachiller en Artes en la Real Universidad de Guadalajara, en la cual se matriculó para estudiar Medicina en 1801. Sobre los cursos de Medicina y Cirugía, en 1802 probó haber ganado el primer curso y se matriculó al segundo, el cual probó haber ganado en 1803; se matriculó al tercero ese mismo año; en 1804 probó haber ganado el tercer curso, y se matriculó al cuarto, el cual aprobó en 1805.

En cuanto a su aprovechamiento:

Parece ser que sus estudios profesionales fueron bastantes brillantes porque existen testimonios que afirman que el joven Valentín causaba el asombro de sus profesores al encontrar en sus exámenes referencias a textos franceses de Medicina que sus propios profesores ignoraban. El asombro de los profesores ante la cantidad de información que conocía Valentín tenía sus asomos de sospechas y malicia, porque en esa época el leer libros franceses era motivo de escándalo público y algunos historiadores creen que tenía su nombre inscrito en el Tribunal de la Santa Inquisición como persona sospechosa de herejía [...] Parece que las autoridades de la Universidad admiraban a tan heterodoxo estudiante más de lo que temían a sus ideas contaminadas por el liberalismo francés, porque le ofrecieron un empleo de maestro en la Escuela de Medicina.2

Sin embargo, al solicitar licencia para sustentar al acto de grado, se encontró con que el doctor Ignacio Brizuela le negó su licencia a él y a los bachilleres Herrera y Ramírez:

Diciéndonos –escribió Valentín– que estaba contenido en algunas reglas del expurgatorio y no conforme con Nuestra Religión; como también por haber dado una certificación en la que sólo pide que no se nos permita el sustentarlo sino que también dice que conviene nos expelen de la Universidad.3

Una vez que el rector José María Gómez y Villaseñor lo dispensó de la réplica en el examen que le correspondía al doctor Ignacio Brizuela, el 4 de agosto de 1805 presentó su examen de grado ante los doctores Mariano Torres, Pedro Támez y José María Jaramillo. Y tras haber demostrado “bastante aplicación”, le fue conferido el grado de bachiller en Medicina, y debido a su precaria situación económica y a falta de padrino, no optó por la obtención de los grados mayores.

Del 5 de septiembre de 1805 al 31 de enero de 1807 realizó sus prácticas profesionales en el Real Hospital de San Miguel de Belén, bajo la supervisión del doctor Mariano García de la Torre, quien por su notable aprovechamiento lo recomendó ante el Real Tribunal del Protomedicato.

Para el 24 de febrero de 1807 ya se encontraba en la Ciudad de México como practicante en el Hospital de San Andrés y de los Naturales, y cursaba Botánica en el Real Jardín de Palacio. El 28 y 29 de marzo de 1808, se examinó ante el Real Tribunal del Protomedicato, y obtuvo la licencia para ejercer la medicina.

Permaneció en la Ciudad de México hasta 1811, luego se trasladó a Aguascalientes, donde ejerció su profesión durante siete años, y en 1817 regresó a la Ciudad de México, radicando ahí hasta octubre, para establecerse de nuevo en Aguascalientes.

En marzo de 1821 fue electo diputado por la Provincia de Zacatecas a las Cortes de la monarquía española para el periodo de 1822-1823. Pero la independencia de México dejó sin efecto su elección.

El 21 de diciembre del citado año de 1821 fue nombrado primer regidor de Aguascalientes, y electo diputado militar –ya que tenía el grado de coronel de la Milicia Civil de la localidad– al primer Congreso Nacional.

En febrero de 1822 se trasladó a la capital del país para integrar el Congreso Nacional, en el cual el 19 de mayo apoyó la proclamación al trono de Agustín de Iturbide. Pero al disolver el emperador el Congreso, se transformó de monárquico en republicano, y se adhirió a la insurrección del Plan de Casa Mata, que promovió Antonio López de Santa Anna.

Del 7 de noviembre de 1823 al 24 de diciembre de 1824 participó como diputado por Zacatecas en las sesiones del Congreso Nacional Constituyente, y asumió como ideología el federalismo.

El 28 de diciembre de 1824 rindió protesta como senador por el estado de Jalisco; en 1826 fue reelecto como tal, y llegó a presidir el Senado.

A principios de 1831, por su rivalidad con el presidente Anastasio Bustamante, retornó a Aguascalientes, donde permaneció por breve tiempo, para pasar a residir a Zacatecas, donde fue electo diputado al Congreso local.

El 24 de enero de 1833 arribó a la Ciudad de México, pues había sido nombrado secretario del tesoro por el presidente Manuel Gómez Pedraza.

Fue declarado vicepresidente de la república, junto al general Antonio López de Santa Anna como presidente, el 30 de marzo de 1833; y el 1° de abril en ausencia del presidente titular, tomó posesión de la presidencia.

Ejerció las funciones del Ejecutivo del 1° de abril al 15 de mayo, del 3 al 18 de junio; del 5 al 27 de octubre, estas fechas fueron en 1833; y del 16 de diciembre de 1833 al 24 de abril de 1834.

Durante sus mandatos presidenciales instrumentó una serie de acciones que se conocen como La Pre-Reforma, por lo que se le considera el “Padre del liberalismo mexicano”. Entre dichas acciones están la propuesta de una ley que secularizaba las misiones de las Californias; impulsó una amplia reforma educativa tendente a quitarle el monopolio de la educación a la Iglesia, la cual se concretizaba con la supresión de la Universidad Pontificia de México y el Colegio Mayor de Santa María de Todos los Santos; el establecimiento de la Dirección General de Instrucción Pública, que controlaría las acciones gubernamentales de la materia en cuestión; se establecieron seis escuelas de enseñanza superior; se fundaron la Biblioteca Nacional, dos escuelas normales para la formación del magisterio, trece escuelas primarias; y favoreció la completa separación de la Iglesia y el Estado, dejándole a la primera el manejo exclusivo de los asuntos espirituales.

A finales de 1833, el Congreso aprobó y Gómez Farías promulgó las siguientes leyes: una que declaraba ilegal la compulsión estatal para obligar a los ciudadanos a pagar los diezmos; otra que suprimía la coacción civil para la obligatoriedad de los votos monásticos; y una más, que disponía que el presidente de la república en el Distrito federal y en los territorios federales, y los gobernadores en los estados, nombrarían a los sacerdotes que ocuparían los curatos vacantes, de una terna propuesta por el obispo de la localidad; con lo cual entró en contradicción, respecto de la separación de la Iglesia con el Estado.

Ante las protestas que provocaron sus medidas antieclesiásticas, a mediados de abril de 1834 pidió licencia al Congreso para abandonar la presidencia. Y el 24 inmediato, retornó a la Ciudad de México el general Santa Anna para reasumir el ejercicio del Ejecutivo, y suprimir las reformas de Gómez Farías.

El 28 de enero de 1835, mientras estaba en la Hacienda de Cedros, el Congreso lo privó de sus poderes de vicepresidente. Y el 12 de agosto se embarcó hacia Nueva Orleans; durante su estancia en Estados Unidos ejerció la medicina y enfermó gravemente.

A principios de 1838 estaba en su apogeo el movimiento federalista que impulsó el retorno de Gómez Farías, quien llegó a Veracruz el 11 de febrero y el 19 se instaló en la Ciudad de México, donde fue recibido triunfalmente.

El 7 de septiembre fue hecho prisionero y recluido primero en la Ciudadela, y más tarde en el Convento de Santo Domingo, donde permaneció hasta el 14 de diciembre, al ser liberado por la presión de sus seguidores.

Durante 1839 y la primera mitad de 1840 permaneció prácticamente retirado de toda actividad política, e incluso llegó a estar escondido en la misma capital de la república.

A mediados de 1840 participó en la rebelión federalista que promovió el general Urrea, pero ante el fracaso del movimiento nuevamente tuvo que exiliarse en Estados Unidos de América; ahora residió en Filadelfia, tras una breve estancia en Nueva York.

En junio de 1841 regresó a su país y se instaló en Yucatán, que había proclamado el federalismo, pero que también intentaba separarse. En Mérida el gobierno de la entidad le otorgó una pensión, pero ante la proclamación de la independencia –lo cual desaprobaba– viajó a Tabasco donde supuestamente recibiría la protección de Justo Santa Anna, lo cual no aconteció, por lo que se vio obligado a establecerse nuevamente en Yucatán.

En marzo de 1843 salió de Yucatán ante las acciones militares del general Santa Anna, y se estableció en Nueva Orleans, donde permaneció hasta el triunfó del general Mariano Paredes Arrillaga.

Ante la consumación de la separación de Texas y de la inminente invasión norteamericana, se alió nuevamente con el general Santa Anna con el fin de restablecer el sistema federal. El 1° de noviembre de 1846 fue electo diputado al nuevo Congreso Nacional por Jalisco y Zacatecas, e integró las comisiones de Asuntos Constitucionales y de Finanzas.

El 23 de diciembre inmediato fueron nuevamente electos el general Antonio López de Santa Anna y el doctor Valentín Gómez Farías, como presidente y vicepresidente de la república, respectivamente. Al día siguiente Gómez Farías asumió la vicepresidencia, y en ausencia de Santa Anna ejerció el Ejecutivo.

El 11 de enero de 1847 el Congreso aprobó un decreto que autorizaba al gobierno a recabar quince millones de pesos para sufragar los gastos de la guerra contra Estados Unidos, mediante la hipoteca o venta en subasta pública de las propiedades “de manos muertas”. Y el 13 del mismo mes y año fue promulgada una ley que afectaba las propiedades de la Iglesia, lo que provocó la suspensión del culto y la rebelión de los polkos.

El 21 de marzo del mismo año de 1847, el general Santa Anna reasumió la presidencia de la república y el doctor Gómez Farías renunció a la vicepresidencia, y aunque fue invitado a reasumir sus responsabilidades en el Congreso, prefirió retirarse a Mixcoac.

Ante la derrota de México frente a Estados Unidos, huyó y permaneció una breve temporada en Lagos de Moreno, Jalisco. Hacia noviembre de 1847 reasumió sus funciones legislativas en el Congreso Federal que sesionaba en Querétaro.

En octubre de 1849 fue electo diputado por Jalisco y senador por Sinaloa, por lo que se trasladó a la Ciudad de México. Al instalarse el Congreso en 1850, representó a Jalisco como senador.

Durante 1851, por motivos de salud, se vio impedido de participar en las sesiones legislativas, y se instaló nuevamente en Mixcoac.

Al triunfo del movimiento liberal del Plan de Ayutla sobre la dictadura santanista, se reunió en Cuernavaca un Consejo de Representantes para elegir presidente interino, elección que recayó en el general Juan Álvarez, quien designó al doctor Gómez Farías como representante por Zacatecas a dicho Consejo, del cual fue presidente.

En octubre de 1854 fue nombrado jefe de la Administración General de Correos, cargo que ejerció hasta el 10 de diciembre.

Fue electo diputado por Jalisco, México y Zacatecas al Congreso Constituyente de 1856-1857. Pero de acuerdo con las normas del Congreso, representó únicamente al estado de Jalisco.

A pesar de sus enfermedades –lo que lo obligó a ausentarse de muchas sesiones– fue electo presidente del Congreso. Y fungió como tal del 30 de junio al 30 de julio de 1856.

A finales de enero de 1857 nuevamente fue electo presidente del Congreso, y el 5 de febrero se presentó inesperadamente al recinto legislativo, lo que provocó una gran ovación y ocupando la presidencia firmó la nueva Constitución diciendo: “Este es mi testamento”, y la juró solemnemente de rodillas.

Falleció en la Ciudad de México el 5 de julio de 1858. Sus restos fueron trasladados a Mixcoac para ser inhumados en el jardín de su casa. El 4 de julio de 1933 fueron solemnemente reinhumados en la Rotonda de los Hombres Ilustres de la Ciudad de México.

El 24 de marzo de 1868, su nombre se inscribió en letras doradas en el recinto de sesiones del Congreso de la Unión. Una población del estado de Jalisco lleva su nombre, al igual que una calle de Guadalajara y el edificio sede del Sistema de Enseñanza Media Superior de la Universidad de Guadalajara.

Juicios y testimonios

Cecil Alan Hutchinson citando a Pomposo Verdugo: “Cuando tengamos a un escritor de biografías como Plutarco, empezará a escribir su libro con la vida admirable de Valentín Gómez Farías y cuando en México se restablezca la calma y se mire hacia atrás, la primera crítica que hará de nuestro tiempo dirá que no supimos apreciar, ni reconocer su fuerza moral, su valor y su honestidad política”.


Luis Medina Ascensio: “Don Valentín Gómez Farías conocía y sentía las corrientes de renovación política y social que ya se habían comenzado a experimentar en Europa y los Estados Unidos. A él le urgía la necesidad de lograr para la sociedad civil de México todos los derechos que, como sociedad perfecta, puede exigir para la realización completa de su propia vida, como lo reconoce aún la sociología católica desde los tiempos de la Edad Media. En la actitud de la Iglesia y de los católicos en el México del siglo xix se descubre un apasionamiento no siempre conforme a los dictámenes de la prudencia y de la razón [...]”.


José María Luis Mora: “Valentín Gómez Farías es un hombre que cuando es comparado con las personalidades más sobresalientes del país logra atraer y sostener la atención del público. Su carácter inflexible, su estricta moral, su conducta moral, su conducta vertical y su ardiente deseo de mejorar, determinan de inmediato la opinión en que se le tiene [...] Sus principios han sido desde siempre los del progreso rápido y radical. Estos son los principios que se conforman al fuego de su imaginación y al enérgico temple de su mente. Pero entre los medios con que se cuenta para lograr estos fines, el derramamiento de sangre, siempre ha estado expulsado de su planes [...]”.


Referencias
  1. Carmen Castañeda, “La carrera de un estudiante de Medicina: el caso de Valentín Gómez Farías”, Memorias del Ayuntamiento, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara 1986-1988, tomo iii, p. 14. ↩︎

  2. C. A. Hutchinson, Valentín Gómez Farías. La vida de un republicano, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1983, p. 14. ↩︎

  3. Castañeda, “La carrera de un estudiante…”, p. 22. ↩︎