Los primeros universitarios

Gómez-Portugal y Solís, Juan Cayetano

Nació en San Pedro Piedragorda, poblado de la provincia de Michoacán, el 7 de julio de 1783. Fueron sus padres los señores José Pascual Gómez Portugal y Francisca Solís, originarios de Santa María de los Lagos, pero al ser nombrado su padre como mayordomo de diezmos de Piedragorda, ahí se trasladó la familia.

De nuevo la familia en Santa María de los Lagos, hizo ahí sus estudios elementales y fue acólito de la Parroquia.

En Guadalajara ingresó al Seminario Conciliar, donde cursó Latín, Filosofía y Teología; tuvo entre a sus profesores a los doctores José de Jesús Huerta y Francisco Severo Maldonado. Y entre sus condiscípulos a Juan de Dios Cañedo, Valentín Gómez Farías, Francisco Frejes y Anastasio Bustamante. En 1800 concluyó su Curso de Artes.

En la Real Universidad de Guadalajara, el 19 de noviembre de 1801, recibió el grado menor de bachiller en Artes, y en 1805 el de bachiller en Sagrada Teología. En 1816 fue designado por el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, en representación del Seminario Conciliar, para que pronunciara la oración fúnebre del primer rector de la Universidad, doctor José María Gómez y Villaseñor. Y lo hizo en forma tan brillante que el Claustro de Doctores le confirió por aclamación el doctorado en Teología.

De manos del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, recibió la ordenación sacerdotal e impartió varias cátedras en el Seminario Conciliar. En 1808 apareció en la relación de Daniel Loweree como catedrático de medianos, y fueron sus discípulos Prisciliano Sánchez y José María Gil. En 1810 atendió el curso de primero de Filosofía.

Al ausentarse el rector Juan José Cordón –español–, ante la llegada del ejército insurgente a Guadalajara, se le encomendó la atención de un grupo de seminaristas. En 1814 se tiene la certeza de que impartió el curso de Filosofía; fue maestro de Juan N. Cumplido, José Justo Corro y Pedro Espinosa, entre otros. El citado Loweree, agrega que su nombramiento como cura de Zapopan impidió el acto de Filosofía Moral y el “vejamen” que consistía en la despedida del catedrático, en el que frecuentemente echaba en cara a sus discípulos las faltas cometidas y les daba consejos.

El 8 de mayo de 1819 tomó posesión como cura de Zapopan desempeñándose como tal hasta 1830. Ya para entonces se destacaba como un orador sagrado y parlamentario “de altos vuelos”,1 según afirma José Ignacio Dávila Garibi.

En 1821 integró la Junta Consultiva y Auxiliar de Guadalajara, y en 1822 la Diputación Provincial de Jalisco. El 14 de marzo de 1823, la Diputación lo envió en unión a Prisciliano Sánchez a Puebla de los Ángeles, para que se reunieran con los demás diputados de las otras provincias del imperio, ante la crisis que provocó la proclamación del Plan de Casa Mata, y la tardanza para convocar un nuevo congreso nacional.

En 1823 fue electo diputado por Jalisco al Congreso Constituyente de 1823-1824, “El Acta Constitutiva” y la “Constitución Federal”, llevan su firma.

Se publicaron su “Discurso pronunciado, en sesión extraordinaria del 19 de mayo de 1822” en Galería de oradores de México en el siglo xix, y su “Discurso pronunciado por el señor don Juan Cayetano Gómez Portugal en la sesión de Congreso de abril de 1824”, en la citada obra. Durante las tres siguientes legislaturas fue electo diputado federal por su natal Guanajuato –de acuerdo con la nueva división territorial–. Se destacó en 1827 por su oposición a que el gobierno federal nombrara a los obispos, sin ser depositario del antiguo Patronato Indiano, lo que en su opinión provocaría un cisma. En 1830 fue electo senador por Jalisco y diputado local por Guanajuato.

A instancias del gobierno de Michoacán, fue propuesto por el presidente de la república Vicente Guerrero como obispo de Michoacán y preconizado por el papa Gregorio XVI el 21 de febrero de 1831. Recibió la consagración episcopal el 21 de agosto inmediato por el obispo Francisco Vázquez en el Templo de la Profesa de la Ciudad de México.

Sobre su toma de posesión del Obispado michoacano narra Agustín Rivera:

Al ir a recibir la diócesis, en las afueras de la vieja Valladolid, hoy Morelia, y ante la muchedumbre que se había reunido para darle la bienvenida, el Cabildo de la Catedral le entregó un báculo de oro y el Ayuntamiento otro de plata, para que apoyado en ellos penetrara a pie, bajo palio. Entonces el señor Portugal mandó que le trajeran el báculo de don Vasco de Quiroga que era de madera, y portándolo con veneración, llegó hasta la Catedral [...]2

Entre sus labores eclesiásticas destacaron el impulso dado al seminario, ya que reformó su plan de estudios. Y de 1831 a 1833 recorrió el Obispado.

Durante 1833 se dieron en México las reformas liberales, impulsadas por su otrora condiscípulo el vicepresidente Valentín Gómez Farías. El 27 de octubre se abolió la coacción civil para el pago de diezmos. Gómez-Portugal, “hombre de mente clara”3 –como lo califica Fernando Pérez–, publicó el 19 de diciembre un decreto en el cual el diezmo colectado se dividiría en cuatro partes, a saber: la primera para el Cabildo Eclesiástico, la segunda para los ancianos, viudas y huérfanos; la tercera para los párrocos y el Seminario; y la cuarta para el obispo y los gastos de la visita pastoral.

Los canónigos de la Catedral, al ver reducidos sus ingresos, se aliaron a los párrocos y pidieron al gobernador del estado que suspendiera la publicación del decreto episcopal, como en efecto se hizo. Entonces el obispo

replicó que por haber cesado la obligación civil de pagar el diezmo, se dejó a la conciencia de los feligreses; su arreglo y distribución eran funciones exclusivas de la autoridad episcopal y, por consiguiente, si no publicaba el decreto faltaría a sus deberes y contribuiría a lesionar la libertad de la Iglesia [...] A pesar de la oposición, se publicó en los primeros días de enero de 1834; pero como los enemigos de esa medida –canónigos, curas y el gobernador– podrían intentar anularla, dispuso que, si ocurría esto, los feligreses estarían liberados de la obligación de conciencia de pagar los diezmos, hasta que un Concilio Nacional, resolviera el asunto.4

Su trascendental medida sobre una más justa distribución de los diezmos fue única en el Episcopado mexicano, lo que le valió los elogios del liberal radical José Luis Mora.

El 17 de diciembre de 1833 se decretó que el gobierno federal sería el que proveería los nombramientos de canónigos y de párrocos, lo que equivalía a arrogarse los derechos del Patronato Indiano. El obispo Gómez-Portugal declaró el decreto violatorio a la autoridad episcopal, ya que el gobierno intervenía así en asuntos exclusivamente eclesiásticos.

El 22 de abril de 1834, el presidente Valentín Gómez Farías decretó que se daba a los obispos un plazo de treinta días para aplicar la ley de provisión de nombramientos eclesiásticos, bajo pena de destierro a los desobedientes. Era de esperarse que el obispo Gómez-Portugal no obedeciera tal disposición, por lo que el 12 de mayo de 1834 salió desterrado de Michoacán.

En el convento carmelita de San Joaquín de la Ciudad de México se estableció, de donde escribió al general Antonio López de Santa Anna para solicitarle el pasaporte, pero éste le contestó que aguardara, ya que eran inminentes los cambios políticos.

El 31 de junio inmediato, el presidente de la república Antonio López de Santa Anna derogó las reformas de Valentín Gómez Farías, y nombró a Gómez-Portugal como ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, cargo que ejerció sin recibir sueldo alguno hasta el 25 de noviembre de 1834, cuando renunció por no transigir en algunas disposiciones gubernamentales.

En 1855 publicó una Pastoral del Obispo de Michoacán, cuyo objeto fue contestar todos los argumentos que hacían valer para atacar la justicia e independencia de la Iglesia. Al reanudar su labor pastoral en Michoacán, fundó seminarios en León y en Pátzcuaro, y estableció el Instituto de las Hermanas de la Caridad.

Otros de sus escritos publicados fueron: Enérgica y razonada protesta contra la célebre ley del 11 de enero de 1837, documento elogiado por el papa Pío IX; Protesta del Ilmo. Sr. Obispo de Michoacán contra la ley del 11 de enero de 1847; Pastoral de Michoacán (1849); Los seudoliberales, o la muerte de la República Mexicana (1851); y Pastoral del Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Cayetano G. de Portugal, dignísimo obispo que fue de Michoacán (póstuma, 1852).

El 4 de abril de 1850 falleció en su sede episcopal, y fue inhumado en la Catedral de Morelia.

El 11 de mayo inmediato, el cardenal secretario de Estado del Vaticano, Giacomo Antonelli, le comunicaba que el papa Pío IX lo designaba cardenal, pero él ya había fallecido. Esta póstuma designación provocó expresiones de esta naturaleza:

No te envanezcas –decía el rector del Seminario de Guadalajara Pedro Romero en el informe rectoral de 1899–, oh República del Norte, de haber sido la primera del Nuevo Continente que haya dado uno de sus hijos al augusto Senado de Cardenales. El primer cardenal americano fue el obispo de Michoacán D. Juan Cayetano Portugal.5

En Pátzcuaro, Michoacán, en 1869 se le dio su nombre a una calle –Cuesta de Portugal–, por haber sido un decidido protector del Hospital de la población.

Juicios y testimonios

José Luis Mora: “La viciosa distribución del diezmo ha cesado en el Obispado de Michoacán. El ilustre prelado don Juan Cayetano Portugal, único que ha salido de las filas liberales para ocupar una silla episcopal [...] se hace notable por sus talentos e instrucción y es el único, a lo que sabemos, que haya procurado poner término a la viciosa distribución de los bienes que posee el clero”.


Guillermo Prieto: “Celebérrimo obispo de Michoacán”.


Agustín Rivera: “[…] humilde y sabio obispo […] murió cuando S. S. lo tenía in pectore para nombrarlo cardenal, en cuyo caso hubiera sido el primer cardenal de América”.


Pedro Romero: “¿No podré yo aquí recordar, con satisfacción indecible, los nombres venerables […] del ilustrísimo señor don Juan Cayetano Portugal, obispo de Michoacán, que con tanta justicia se le llamó el Ambrosio de la Iglesia mexicana […]?”.


Francisco Sosa: “El ilustrísimo doctor don Juan Cayetano Portugal, uno de los más ilustres sacerdotes mexicanos”.


Referencias
  1. Dávila Garibi, op. cit., p. 559. ↩︎

  2. Alfonso de Alba, El Alcalde de Lagos y otras consejas, Guadalajara, Imprejal, 2009, p. 147. ↩︎

  3. Fernando Pérez Memen, El Episcopado y la Independencia de México (1810-1836), México, Jus, 1977, p. 301. ↩︎

  4. Ibid., p. 302. ↩︎

  5. Loweree, op. cit., p. 214. ↩︎