Los universitarios sin universidad

González Flores, Anacleto

Nació en Tepatitlán de Morelos, Jalisco, el 13 de julio de 1888. Fueron sus padres los señores María Flores Navarro y Valentín González Sánchez.

Su infancia fue difícil, misérrima, su padre era rebocero; así describe uno de sus biógrafos la situación de la familia:

Y él [su padre] y los suyos habían de ser esclavos del telar [...] Y en aquella pocilga se comía, se dormía, se chillaba, se trabajaba en el telar y se desesperaba. ¡Qué escuela para los recién venidos a la vida: la promiscuidad, las relaciones sexuales del matrimonio en toda su crudeza, la inmundicia, y el hosco borracho vigilando cuartelariamente su ruin dominio y reprimiendo con la macana cualquiera escapatoria de los obreros! Por lenguaraz e insulso el pueblo le apodó el bobo. Y los hijos fueron naturalmente los bobitos.1

El segundo de doce hijos, explotado, golpeado y humillado por su mismo progenitor, tenía que salir a la calle a vender los rebozos para ganarse la vida; su cuerpo resintió los malos tratos, y pronto le apareció una leve joroba, por lo que los muchachos del pueblo lo apodaron “el Camello”.

Dado que su padre era un escéptico de la Iglesia, Anacleto no fue matriculado en la escuela parroquial, sino en la municipal, ahí recibió la educación liberal gobiernista. Era dado a los pleitos callejeros y a liarse a golpes con sus compañeros; incluso llegó a sacar la pistola para defender a su bravucón padre; tocaba la guitarra y formó parte de la banda musical del pueblo, en la cual cantaba en las serenatas mientras chuleaba a las pollas –las muchachas–, desde el quiosco de la plaza.

¿Dónde operó el cambio radical? Luz Ontiveros afirma que Anacleto se encontró en un basurero un libro deshojado de la vida de san Francisco de Asís, el cual leyó ávidamente y lo impactó en forma definitiva. Antonio Gómez Robledo escribe que su libro revelador fueron los Estudios filosóficos sobre el Cristianismo de Augusto Nicolás. El caso es que se convirtió en un lector voraz, siendo mal visto por sus padres, dado que robaba tiempo a la producción de los rebozos, por lo que se refugiaba a leer en las casas de sus amigos.

Entonces empezó a aflorar el futuro orador, los primeros discursos fueron para las gallinas del corral de su casa. Pero un 16 de septiembre pronunció oficialmente su primer discurso en las fiestas patrias; las comadres admiradas comentaban: “¿Has visto al bobito? –¡Dime no más, quien lo oye platicar ni parece, y apenas se sube a un almud de maíz la labia tan florida que tiene!”.2

En 1905 escuchó la predicación de un sacerdote de Guadalajara, durante una misión, la cual le produjo un profundo impacto psicológico. Desde entonces se puso a enseñar el catecismo a los niños y acompañaba con regularidad a una paralítica, para asistirla.

En noviembre de 1908 se trasladó a San Juan de los Lagos para ingresar al Seminario Auxiliar, ahí permaneció hasta julio de 1913. Recibió la ayuda moral y económica de los canónigos de la Colegiata de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, Narciso e Hilario Cuéllar; vivía en una casucha de la madre Matiana, la cual vendía menudo. Y para ayudarse en sus gastos, hacía versos y discursos para colegios y conventos de monjas.

A los tres meses de su ingreso al Seminario ya era capaz de conversar en latín. Se distinguió como un estudiante brillante, lo cual le dio derecho a presentar un acto público. Al sustituir a los maestros ausentes, se ganó un nuevo apodo, el del “Maistro Cleto”.

Al iniciar la revolución en 1910, fundó su primera organización cívica, la cual llamó la Patriae Phalanx. Tenía como finalidad la enseñanza de los derechos a los jóvenes y eventualmente formar una milicia que hiciera frente a los gobiernos tiránicos y a la invasión extranjera. En 1912 fue a la capital del país para presentar al presidente Madero una desgranadora, inventada por un paisano suyo.

En las vacaciones escolares, acompañado de Miguel Gómez Loza –quien fue su inseparable amigo–, se dedicó a la organización del Partido Católico Nacional en la región alteña. En 1913 ambos se presentaron como delegados a la convención de dicho partido.

Sabedor de que no podía renunciar al amor de las mujeres, no aceptó el ofrecimiento de sus superiores del Seminario, quienes le presentaron la oportunidad de realizar estudios eclesiásticos en Roma.

En 1913, a sus 25 años de edad, llegó a Guadalajara para estudiar Derecho en la Escuela Católica de Leyes, posteriormente llamada Libre. Optó por la carrera de la abogacía, para “defender la Patria y la Religión”.

Se instaló con otros seis estudiantes alteños en una humildísima casa de la calle de Santa Mónica, su dueña “se llamaba Gerónima, sus huéspedes le decían doña Giro, y la casa fue en consecuencia la Gironda. El barbarismo agradó. Se advirtió a poco su bello simbolismo, cuando sus habitantes se enfrentaron a la Montaña jacobina”.3

Siempre fue un gran lector, pero tuvo que ganarse la vida como vendedor ambulante de cigarros y chicles, de leguleyo o coyote, pero el agotamiento y el hambre lo postraron enfermo. Ante la legislación anticatólica, renunció a ocupar un empleo municipal. Incluso un político le ofreció un cuantioso sueldo si le servía en su campaña electoral como orador; también rechazó el ofrecimiento, le dijo: “No serviré en una causa que no sea mi ideal”.4

Al decretar el gobierno estatal la invalidez de los estudios realizados en los seminarios, sus grandes esfuerzos de años se vinieron abajo, y se vio obligado a cursar simultáneamente la preparatoria y la carrera de Derecho. En tanto trabajaba de panadero y de maistro albañil; aun en la miseria, auxilió a su hermano Simón ya moribundo y después a su viuda e hija.

Conforme era conocido su talento como maestro, fue contratado en los colegios particulares para que impartiera clases de Historia y Literatura. Así caracteriza Gómez Robledo su estilo magisterial:

Sus alumnos se dieron cuenta desde luego de que algo nuevo había aparecido entre ellos. Tenían ante sí un formador y un amigo. Se llamaba a sí mismo el hermano mayor y tomaba al pupilo no como un simple repetidor de lecciones sino como a un ser a quien hay que preparar totalmente para la lucha por la vida. Corregía con singular energía cualquier síntoma o manía que pudiera traer detrimento a una virilidad plena, acostumbrándolos a hablar fuerte, pisar recio y mirar de frente.5

Para Anacleto: “El Maestro es un arquitecto de espíritus, y necesita ante todo ser una afirmación hirviente, tumultuosa de sangre y de hoguera”.6

Con gran pasión se dedicó a la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia, y a la fundación de organizaciones obreras católicas. Ante todo aguijoneó con su oratoria y sus escritos a los jóvenes, decía: “Hay jóvenes, nos hace falta juventud”, a la que definía como un estado espiritual, medido por la esperanza; escribió:

La juventud es el momento de la plasticidad del espíritu y del cuerpo, es decir, es el instante en que cada uno debe encontrar los rasgos definitivos de su propio. Porque nadie nace totalmente hecho ni del espíritu ni del cuerpo, nacemos a medio hacer y todo el trabajo de nuestros días: el que se realiza en los obscuros subterráneos por donde marcha la sangre de nuestras arterias y en la vías profundas de nuestro pensamiento y de nuestra conciencia y el que hacemos sudorosos y jadeantes bajo el sol, desde que amanece hasta que baja la noche, van y deben ir en derechura hacia esta suprema finalidad: acabarnos de hacer.7

De 1914 a 1916, junto con Miguel Gómez Loza, fundó varios círculos de estudios sociológicos, literarios y filosóficos, tales como: el Agustín de la Rosa, el Ozanam, el Aguilar y Marocho y el León XIII. Estos círculos en 1916 constituyeron la base de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (acjm) de la que fue miembro fundador.

El 8 de julio de 1914, Guadalajara fue tomada por las tropas constitucionalistas y tomó posesión como gobernador el general Manuel Macario Diéguez. Entre otras medidas se cerraron los colegios particulares, por lo que Anacleto quedó desempleado y emigró a Pueblo Nuevo, para trabajar en la tienda de su hermano, vendiendo arroz y alpiste. Al ver pasar la columna del villista Delgadillo, se les incorporó como tribuno, secretario y redactor de proclamas. Luego fue fusilado Delgadillo y él se tuvo que ocultar, desencantado de la lucha armada.

A su regreso a Guadalajara reanudó sus estudios, y se dedicó de lleno a organizar en 1916 la acjm. Al promulgarse la Constitución de 1917, el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez publicó una carta pastoral, por la cual se giró orden de aprehensión en su contra. Entonces la acjm convocó a la primera manifestación del país contra los revolucionarios, siendo reprimida violentamente por la policía. Anacleto y sus compañeros estuvieron en prisión durante dos semanas, las cuales aprovechó para organizar el catecismo.

El domingo 10 de junio de 1917 salió al público el semanario La Palabra, que Anacleto redactaba, imprimía y distribuía en las casas y en los atrios de los templos, llegaría hasta el número 92, con fecha del 9 de marzo de 1919.

En el verano de 1918 se puso en vigencia el decreto número 1913, por el cual se limitaba el número de sacerdotes y se les exigía el registro gubernamental. Ante lo cual, el vicario general de la Arquidiócesis, Manuel Alvarado, suspendió el culto en los templos, se declaró el luto general y se recurrió por primera vez al boicot contra el gobierno.

El 22 de julio de 1918, la acjm convocó a una multitudinaria manifestación, la cual fue secundada en todo Jalisco. Entonces Anacleto enfrentó al mismo general Diéguez en un duelo oratorio y la manifestación fue disuelta violentamente. El 13 de agosto sus compañeros de la acjm lo condecoraron por su valor y gallardía. Finalmente, el 4 de febrero de 1919, el decreto número 1913 fue derogado, después de ocho meses de suspensión de cultos y de lucha cívica. Ante lo sucedido en Jalisco, no se volvió a intentar reglamentar el artículo 130 constitucional en todo el país, sino hasta 1926.

Las fuerzas reunidas en contra del decreto número 1913 no se dispersaron, sino que a nivel nacional se constituyó la Junta Diocesana de Acción Católico-Social, y se dio una intensa reevangelización.

Al fin, después de tantos sobresaltos e interrupciones, concluyó su carrera de Derecho, que había iniciado en 1913. En la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara, en febrero de 1922 presentó su examen de tesis y profesional, ante catorce sinodales, la mayoría le eran hostiles, por sus ideas. Sin embargo, desde entonces –afirma Gómez Robledo–, no se ha vuelto inscribir en sus actas la calificación máxima:

Un viejo maestro, de los que cobran fama entre la gente universitaria por su proverbial avaricia de las notas altas, se dejó vencer en esa vez de la indiscutible competencia del examinado, y concluido el acto, teniendo que proclamar el cómputo como presidente del jurado, y no queriendo confesar abiertamente la traición a su programa de severidad, se concretó a decir apresuradamente: Fue usted aprobado por unanimidad y... todos pusimos cuatro. 8

Sobre ese día de su examen profesional, testimonia José Gregorio Gutiérrez, quien vivía en La Gironda:

Para que se dé cuenta de lo que era el Maistro Cleto, le diré que salió de su examen él solo, como a las siete de la noche, se fue caminando, llegó al Santuario de Guadalupe y dio gracias a la Virgen, luego se pasó a la casa en Santa Mónica 682, yo estaba allí cuando él llegó muerto de gusto, sin presumir la nota, que había alcanzado, pero muy feliz; agarró la guitarra y se puso a tocar y a cantar, luego nos llamó doña Giro a merendar, un vaso de leche y una pieza de pan. Así celebró su brillantísimo examen profesional, Anacleto González Flores.9

Desde entonces se dedicó a ejercer como abogado postulante, aunque básicamente prestó sus servicios a los pobres y en particular para los obreros, litigando la mayoría de las veces de a gratis, e incluso en ocasiones poniendo de su exiguo bolsillo.

A los ocho meses de titulado, al fin se pudo casar con María Concepción Guerrero, con la cual tuvo tres hijos. También ingresó a la Tercera Orden Seglar Franciscana.

Sus libros publicados fueron: Ensayos-discursos (1917); La cuestión religiosa en Jalisco. Estudio filosófico-histórico (1920); Tú serás rey, escrita en 1927, pero publicada hasta 1938; y El plebiscito de los mártires (1930).

Sus artículos se publicaron en el citado semanario La Palabra, en el periódico católico de la Ciudad de México El País, en La Época, El Obrero, en Restauración y en Gladium, ya en plena guerra cristera, y que llegó a alcanzar hasta cien mil ejemplares.

Su obra intelectual es caracterizada por Juan Carlos González Orozco de la siguiente forma:

Toda la obra de Anacleto González Flores está impregnada de combatividad [...] Pero la lucha de la que habla no es la violenta sino un combate en el orden de las ideas, de las mentalidades; lo cual no quiere decir que sea exclusivamente una lucha intelectual, por el contrario, es eminentemente práctica; porque Anacleto no es un apologista, es un cristiano sin complejos, dueño del coraje suficiente para defender metódica e inteligentemente la libertad de la Iglesia en dos niveles: arrebatar a los revolucionarios el argumento de la popularidad de las leyes y destruir la raíz ideológica del laicismo con la educación católica, la instrucción religiosa, la prensa y la palabra.10

En consecuencia, su pensamiento se articula en torno de cuatro grandes ejes:

  1. Cristianismo contra tiranía.
  2. La libertad religiosa como síntesis de todas las libertades civiles.
  3. El maestro de la fortaleza dedica su magisterio especialmente a los jóvenes, para que se alejen de unas vidas intrascendentes, insulsas y mediocres.
  4. El voto pacífico de los mártires o una cruzada pacífica.

Su gran biógrafo y discípulo Antonio Gómez Robledo, por su forma pobre de vivir y su magisterio mayéutico, dirigido especialmente a los jóvenes, lo califica como el “Sócrates tapatío”, lo cual argumenta:

Sócrates y los socratizantes no enseñan nada propiamente porque preparan para todo. La famosa mayéutica socrática es el arte de saber suscitar las capacidades latentes del discípulo, una ayuda al parto espiritual, como de sí mismo afirmaba el hijo de la partera. Como el ateniense ¿no concibió el de Jalisco la creación como un incesante dar a luz, con todos sus espasmos y goces? ¿No desplegaba la ilusión de que cada palabra, cada libro, fuese renovado y transformado en sangre de nuevos e inesperados alumbramientos? Todo lo creado, sobre todo el hombre, se halla en un estado de perpetuo y sangriento alumbramiento. Lleva clavados los garfios implacables de múltiples partos.11

Además, por su decidido rechazo a combatir un régimen militarista con la violencia, fue considerado como el “Gandhi mexicano”. Él se inspiró en las cruzadas civiles de Windhorst y O’Connell, las obras de Kannengiesser y al final descubrió a Gandhi.

El gobernador José Guadalupe Zuno prohibió el 9 de marzo de 1924 las reuniones y confiscó los locales de los sindicatos católicos, de la acjm, de los Caballeros de Colón y de las Damas Católicas. Luego clausuró el Seminario Conciliar, las escuelas parroquiales y limitó el número de iglesias abiertas al culto.

El 2 de enero de 1925 Anacleto organizó el Comité de Defensa Religiosa, integrado por la acjm y la Confederación Nacional Católica del Trabajo, que luego se transformó en la Unión Popular, de la cual escribió sus estatutos y su lema fue “¡Viva Cristo Rey!”. Enseguida lanzó a los jóvenes a propagarla por todo Jalisco, llegó a tener más de cien mil afiliados.

En mayo del citado 1925, el papa Pío XI le otorgó la condecoración La Cruz Pro Ecclesia et Pontifice.

En 1926 organizó el cuerpo de oradores de la Unión Popular, para difundir el boicot antigobiernista pacífico. Dado que el presidente Plutarco Elías Calles no cedió en suspender la reglamentación del artículo 130 constitucional, los obispos suspendieron el culto a nivel nacional y fue organizada la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa (lndlr), y estalló el conflicto armado.

Anacleto, por convicción propia y por seguir los lineamientos del arzobispo Orozco y Jiménez, se oponía a que la Unión Popular pasara a la lucha armada, lo cual resultó inevitable, y así pasó a la clandestinidad.

De enero a abril de 1927 se organizó el movimiento armado cristero, cuya principal zona de influencia fueron Los Altos de Jalisco.

Para marzo la situación de Anacleto era extremadamente crítica, se tenía que cambiar de casa constantemente, sin poder ver a su familia. El 31 de marzo casi accidentalmente se refugió en la casa de la familia Vargas-González. Ahí escribió su último editorial para el Gladium, en el cual expresó: “hoy debemos darle a Dios fuerte testimonio de que de veras somos católicos. Mañana será tarde, porque mañana se abrirán los labios de los valientes para maldecir a los flojos, cobardes y apáticos”.12

En efecto eran las últimas horas de su vida, pues en la madrugada del 1º de abril de 1927 la policía, al mando del agente secreto Atanasio Jarero, lo tomó prisionero con toda la familia que lo hospedaba; fue conducido con los hermanos Vargas González a la Inspección de Policía y a media mañana fueron llevados al Cuartel Colorado.

En una celda cuartelaria fue desnudado y colgado de los dedos pulgares para azotarlo; la tortura tenía como fin obtener información sobre el escondite del arzobispo Orozco y Jiménez, y de otros clérigos.

Al saber que iba a ser fusilado con los hermanos Jorge y Ramón Vargas González y Luis Padilla, sólo pidió ser el último para confortarlos; perdonó a sus ejecutores y sus últimas palabras fueron: “Por segunda vez oigan las Américas este grito: yo muero pero Dios no muere. ‘¡Viva Cristo Rey!’”.13

A las cuatro de la tarde un camión arrojó los cuatro cadáveres en el patio de la Inspección de Policía. A las siete de la tarde los entregaron a sus familiares; al día siguiente fue inhumado en el Panteón de Mezquitán, acompañado de la multitud.

El 1º de abril de 1947 sus restos mortales fueron colocados en el muro norte del Santuario de Guadalupe de Guadalajara, en la lápida de mármol se inscribió la frase latina: “Verbo, vita et sanguine docuit” (“Enseñó con la palabra, su vida y la sangre”). En su natal Tepatitlán se develó un busto en bronce en el Santuario de Guadalupe, y con motivo del 75 aniversario de su martirio se le dedicó una avenida, en la cual se colocó su estatua. En el año 2005 se dio su nombre a la secundaria del Seminario de Guadalajara; el 2 de marzo de 2007 se develó su estatua en la explanada de la rectoría de la Universidad Autónoma de Guadalajara, tras haberlo nombrado su patrono.

El 28 de julio de 1994, el Comité Diocesano de la acjm le expresó al arzobispo de Guadalajara Juan Sandoval su deseo de constituirse en actor, en la promoción de la causa de canonización de Anacleto González Flores y de siete compañeros laicos mártires. El 15 de octubre del citado año, en el Santuario de Guadalupe, el obispo Adolfo Hernández presidió la apertura del proceso diocesano de beatificación del Siervo de Dios y de sus compañeros; dicho proceso concluyó el 17 de septiembre de 1997.

El 22 de junio de 2004, la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, en presencia del papa Juan Pablo II, promulgó la causa de beatificación de Anacleto González Flores y de otros siete compañeros mártires. El 20 de noviembre de 2005, en una ceremonia multitudinaria, fue beatificado en el Estadio Jalisco junto con otros doce mártires, y su figura presidió el altar mayor de la Catedral de Guadalajara. El 1º de abril de 2006 sus restos mortales fueron colocados en una capilla lateral del Santuario de Guadalupe.

Juicios y testimonios

Antonio Gómez Robledo: “En el fondo, el Maestro fue un incomprendido y un solitario moral. Aunque ídolo del pueblo y señor de multitudes, muy pocos había que comulgaran plenamente con su sobrenatural arrebato, y ésos sin la discreción de su talento. Todos lo amaban y lo oían ávidamente, pero con una secreta ironía por su quijotismo trascendental”.


Alfredo Hernández Quesada: “Quizás el más fecundo orador que ha dado México; el maestro de la juventud por antonomasia, fue un gran amigo de los jóvenes; escritor de unas obras extraordinarias; sus palabras las rubricó con los hechos; confirmó con su sangre, lo que predicaba”.


José Ángel Moreno: “Anacleto González Flores, destacado intelectual, de vasta cultura e inteligencia privilegiada”.


Referencias
  1. Antonio Gómez Robledo, Anacleto González Flores. El Maestro, Guadalajara, ImpreJal, 2001, p. 33. ↩︎

  2. Ibid., p. 39. ↩︎

  3. Ibid., p. 59. ↩︎

  4. J. Jesús Padilla Cuevas, “Anacleto”, El Informador, Guadalajara, 29 de octubre de 1995, suplemento cultural, p. 3. ↩︎

  5. Gómez Robledo, Anacleto González Flores…, p. 61. ↩︎

  6. Ibid., p. 88 ↩︎

  7. Anacleto González Flores, Tú serás rey, Guadalajara, Asociación Pro Cultura, 2000, p. 46. ↩︎

  8. Gómez Robledo, Anacleto González Flores…, p. 90. ↩︎

  9. Salvador Martínez Velasco, “El último general cristero”, serie: “Mis recuerdos. Guadalajara de los años treinta”. El Informador, Guadalajara, 11 de febrero de 1990, suplemento cultural, p. 13. ↩︎

  10. Juan Carlos González Orozco, Anacleto González Flores y el Conflicto Religioso de 1926-1929, Guadalajara, Arquidiócesis de Guadalajara, 2001, p. 170. ↩︎

  11. Gómez Robledo, Anacleto González Flores…, p. 149. ↩︎

  12. Ibid., pp. 183-184. ↩︎

  13. Alfredo Sáenz, Anacleto González Flores, Guadalajara, Pro Cultura, 2001, p. 84. ↩︎