La organización de la Real Universidad

Grado de licenciado

Los requisitos que debería llenar el aspirante eran: presentarse ante el cancelario o el vicecancelario solicitándole el grado y exhibiendo su título de bachiller en su respectiva Facultad; certificación del secretario con referencia al libro de juramentos de cursos de que ha de haber cumplido el tiempo de pasante, el cual era para los canonistas, legistas y filósofos de cuatro años, y para los teólogos y médicos de tres, computándose el tiempo desde el día en que se hizo o pudo hacer bachiller en la Facultad que pedía licenciarse. Enseguida el cancelario proveía por auto, para que se diera información sumaria ante el secretario de que el aspirante no era traidor al rey, que era limpio de sangre, que no era penitenciado por el Santo Oficio ni él ni sus padres, y que tenía en propiedad libros de su Facultad (C. cxv).

Una vez salvadas las formalidades iniciales se procedía al acto de repetición, que consistía en una disertación de una hora de duración sobre algún tema de las materias de su Facultad, deduciendo conclusiones que serían debatidas durante otra hora por los bachilleres o licenciados que nombrara el rector y los cuatro doctores que obligatoriamente asistían bajo pena de perder la mitad de la propina del grado en cuestión (C. cxviii).

Los aspirantes a obtener el grado de licenciado en Teología deberían además presentar el acto de quodlibetos, que habría de durar dos horas por la mañana y dos por la tarde, en el cual se disputarían doce cuestiones, seis escolásticas o polémicas de los seis diversos lugares teológicos y seis expositivas, tres del Nuevo Testamento y tres del Antiguo. Y habría seis argumentos a cargo de los bachilleres o cursantes de por lo menos tercer año (C. cxxiii). A este acto asistirían el cancelario, el rector y cuatro de los doctores recientemente graduados.

Cumplimentados los anteriores actos, el cancelario mediante edicto publicaría el grado de licenciado a que se aspiraba durante cuatro días naturales, para si hubiere algún bachiller más antiguo, pretendiendo preferencia y previa fianza lo demostrara, y si se le admitiese la oposición sería preferido en la recepción del grado (C. cxxv).

De no haber legítimo opositor, se procedía a la asignación de los puntos o temas del examen. El sustentante se presentaba a las seis de la mañana en la Iglesia de la Universidad, para asistir a la misa del Espíritu Santo, acompañado del cancelario, los cuatro doctores y los demás oficiales universitarios (C. cxxvi). Concluida la misa, todos pasaban a la Capilla de Nuestra Señora de Loreto y teniendo el cancelario en sus manos el libro –de puntos de examen– cerrado, un niño menor de doce años con un cuchillo lo abriría en tres partes, de las cuales el sustentante escogería el texto para el primer tema, y se repetirían los piques para elegir el segundo (C. cxxvii).

Los temas eran: para el de Teología serían tomados ambos del Maestro de las Sentencias; para el de Cánones, uno de los Decretales y otro del Decreto; para el de Leyes, uno del Digesto y otro del Código; para el de Medicina el primer tema o lección se elegía entre el libro de los Aforismos de Hipócrates o de los Pronósticos, o bien del de las Epidemias, y para el segundo tema del texto de Avetena o en su defecto del de Herman Boerhaave en el tratado Cogmoscendis et curandit morbis; para el de Artes el primer tema se elegía o de la Física de Aristóteles o de los de Generatione et corruptione o de los de Anima, y para el segundo tema se escogería entre los Predicables de Porfirio o de los Predicamentos, o bien de los libros posteriores (C. cxxvii).

Una vez elegidos los temas o puntos de examen, el secretario daría fe de los mismos y el cancelario mandaría al sustentante para que en un término de dos horas enviara con los bedeles las conclusiones que dedujere a todos los doctores que habrían de asistir al examen conocido como de Noche Triste (C. cxxix).

En efecto, a las seis de la tarde del día siguiente a la asignación de puntos, en la Capilla de Nuestra Señora de Loreto se reunían el cancelario, el rector, los doctores de la Facultad respectiva y el secretario con el sustentante para el examen. El cancelario revisaría que no hubiere persona ajena al acto, y el doctor o maestro más nuevo cerraría la puerta bajo llave guardándola. Inmediatamente hecha la señal por el cancelario, el examinado leería por espacio de una hora sobre el primer tema asignado (C. cxxx); concluida ésta podría salir brevemente de la sala acompañado del decano, y venía la segunda lección, que no sería menor a quince minutos y no mayor a treinta; terminada ésta, el secretario tomaría el juramento a los cuatro doctores más nuevos de que no habían comunicado al examinado los argumentos directa o indirectamente (C. cxxxii), viniendo pues las argumentaciones y réplicas respectivas (C. cxxxiii); concluidas éstas, si algún doctor de los más antiguos quisiera argüir o hacer preguntas sueltas o impugnaciones al examinado, podría hacerlo en ese momento (C. cxxxiv); no habiendo más se ordenaba salir de la sala al examinado, y cerrada la puerta se repartían las propinas y el secretario traería la urna de votación, tomando juramento a los doctores de que en aprobar o reprobar procederían en Dios y por Dios, depuesto todo afecto de odio, amor y temor (C. cxxxvi); hecho el juramento se procedía a la votación (C. cxxxvii), y abierta la urna, en presencia de todos y computados los sufragios con las letras “A” –aprobado– y “R” –reprobado–, sacándose la diferencia en un sentido u otro, el cancelario tenía voto de calidad (C. cxxxviii). De inmediato se hacía presente el examinado y se le comunicaba la decisión, si resultaba aprobado el cancelario asignaba el día siguiente y la hora precisa para la colación del grado (C. cxlii).

El acto de colación del grado se celebraba en la Iglesia de Santo Tomás, ocupando la derecha de la cabecera el cancelario, a cuya izquierda estaría el rector y enseguida los doctores por antigüedades, y estando el laureando de pie en medio y descubierto, a su derecha el decano de la Facultad y a su izquierda el maestro de ceremonias, pediría el grado de licenciado con una breve oración latina, y arrodillado ante el cancelario haría la profesión de fe y juraría sobre los evangelios defender la Inmaculada Concepción de María, y de no enseñar en manera alguna opiniones contrarias a la autoridad civil y regalías de su majestad. Después de lo cual el cancelario le daría el grado expresando una fórmula latina, acabada la cual el nuevo licenciado era conducido a su casa, ocupando durante el trayecto el lado derecho del decano (C. cxlvi).

El monto total de las propinas para el otorgamiento del grado de licenciado era de quinientos pesos, que se distribuían de la siguiente manera: al arca universitaria cien pesos, al secretario veinte pesos, al maestro de ceremonias cuatro pesos, al tesorero síndico seis pesos, al fiscal o multador ocho pesos, al alguacil tres pesos, a los bedeles diez pesos a cada uno, al capellán que debería de oficiar la misa cuatro pesos, y los restantes 335 pesos se prorratearían entre los doctores que componían cada Claustro, dando al cancelario dos propinas y media de las que en el prorrateo corresponderían a cada doctor, al decano dos propinas al igual que al rector, y otra más para los gastos del culto de la Iglesia de Santo Tomás.

Los que obtuvieron el grado de licenciado de 1792 a 1821 fueron 128, de los cuales 69 correspondieron a Teología, 25 a Cánones, 19 a Filosofía, diez a Medicina y cinco a Leyes.1


Referencias
  1. Ibid., p. 422. ↩︎