Guadalajara de Indias

La conquista de la Nueva Galicia

Con el doble propósito de encontrar un puerto que les permitiera navegar hacia las costas asiáticas y de localizar los yacimientos de metales preciosos que abastecían a los purépechas, Hernán Cortés envió a sus expedicionarios a las tierras de Colima y de Jalisco.

Desde la capital purépecha de Tzintzuntzan, hacia 1522, Cristóbal de Olid incursionó por Mazamitla y llegó hasta Tamazula, de donde retornó a su centro de operaciones. En 1523 exploró hacia Zacatula, pero fracasó ante el debilitamiento que ocasionó a sus fuerzas la defección de Juan Rodríguez de Villafuerte, quien partió hacia Colima, pero que fue derrotado por los nativos de Tecomán.

Gonzalo de Sandoval rodeó el lago de Chapala por el sur, llegó a Colima y el 25 de julio de 1523 fundó la villa de Santiago de los Caballeros.

En tanto, Francisco Cortés de San Buenaventura, desde Mazamitla y Zapotlán arribó a Colima, de la cual, en agosto de 1524, fue nombrado lugarteniente por su pariente Hernán Cortés. De Colima avanzó hacia Cihuatlán y luego viró hacia Autlán y Etzatlán, y continuó hacia el norte hasta el río Santiago.

Hacia 1524, Alonso de Ávalos llegó al sur de Jalisco y se quedó con la encomienda más tarde conocida como Provincia de Ávalos.

Pero la conquista y la colonización definitivas de estas tierras fueron emprendidas en diciembre de 1529 por el licenciado Nuño Beltrán de Guzmán de la Noble Casa de los Guzmanes, familia de comendadores, egresado de la Universidad de Alcalá de Henares, presidente de la primera Real Audiencia de la Nueva España y gobernador de Pánuco, provincia de la costa del Golfo de México —a la que pretendía enlazar a otra provincia en el Océano Pacífico, totalmente independiente de la Nueva España—, y en abierta rivalidad con Hernán Cortés.

Al frente de trescientos españoles, de siete a ocho mil indios y con doce piezas de artillería, el “muy magnífico señor” –título que le correspondía como presidente de la Real Audiencia– Nuño Beltrán de Guzmán partió de la Ciudad de México, y pasó por Tzintzuntzan hacia los actuales territorios de Jalisco.

El 24 de marzo de 1530 fue recibido pacíficamente por la hueytlatoani Itzcapilli Tzapotzinco. Fue atacado, empero, por los disidentes, y tras una dura batalla que fue ganada –a decir de los españoles– con la ayuda del apóstol Santiago el Mayor, se posesionó de Tonalá y de las poblaciones aledañas.

Luego de dieciocho meses transcurridos desde su salida de la Ciudad de México, y tras recorrer más de dos mil kilómetros, Nuño de Guzmán no había encontrado ni la ruta hacia el río Pánuco ni mucho menos el ficticio Reino de las Amazonas. Y debido a su táctica de incendiar las poblaciones indígenas, para evitar que lo atacaran por la retaguardia, truncó la posibilidad de recuperarlas como base de nuevos asentamientos.

Había extendido los dominios hispánicos hasta el actual estado de Sinaloa, y por su iniciativa se fundaron las villas de San Miguel-Culiacán, Chiametla, Compostela, Purificación y Guadalajara, a las que sumó su gobernación del Pánuco, a todo lo cual denominó la Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España. Pero el 25 de enero de 1531, desde Ocaña, la emperatriz Isabel –en ausencia del emperador Carlos I– expidió una real cédula en la cual le ordenó que cambiara el nombre de la Conquista de la Mayor España por el de Reino o Provincia de la Nueva Galicia, y que fundara una capital de sus conquistas con el nombre de Santiago Galicia de Compostela, lo cual ejecutó al recibir la cédula en enero de 1532.

Lo anterior se había logrado como uno de los capítulos más violentos y devastadores de la conquista española, lo cual provocó el gran colapso demográfico de las poblaciones indígenas de la costa del Pacífico del incipiente Reino de la Nueva Galicia, ya que

hubo una brutal caída de la población que casi fue la aniquilación total; para algunas comunidades lo fue en realidad, para otras se acercó mucho a ello. La planicie costera se convirtió, de este modo, en un espacio vacío, con tan pocos habitantes indígenas que parecían tiempos prehistóricos. En dos décadas (de 1525 a 1545) murieron unos 80 mil indígenas a lo largo de la costa, sobre una población aproximada de 90 mil.1

Y si lo anterior no fuera suficiente, se esclavizó a los alzados y se impuso la encomienda, que en términos prácticos equivalía a una esclavitud encubierta.


Referencias
  1. Aristarco Regalado Pinedo, Guadalajara, siete acontecimientos que la encumbraron, Guadalajara, Arlequín, 2011, p. 80 ↩︎