Los universitarios sin universidad

Machorro y Narváez, Paulino

Nació en Durango, capital del estado del mismo nombre, el 14 de septiembre de 1877. Fueron sus padres los señores Guadalupe H. de Narváez y Paulino Z. Machorro.

Se trasladó a Guadalajara para realizar sus estudios preparatorios en el Seminario Conciliar, que luego revalidó en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco.

En la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara hizo sus estudios profesionales, y el 25 de mayo de 1901 recibió su título de abogado.

Fue agente del Ministerio Público en Teocaltiche, Jalisco, y juez en la ciudad de Aguascalientes, donde en unión con otros compañeros fundó la Revista del Centro.

En 1906 regresó a Guadalajara, y ejerció la abogacía. Al triunfo de la revolución en su etapa maderista, postulado por el Partido Liberal, fue electo regidor del Ayuntamiento de la capital jalisciense.

Durante 1914 destacó como orador revolucionario y organizó la Liga de Amigos del Pueblo, cuya finalidad era apoyar el movimiento constitucionalista que presidía en Jalisco el general Manuel Macario Diéguez. Fue editor del Boletín Militar y colaboró en Jalisco Libre, y en sus artículos se mostró a favor del reparto agrario.

Al ser destituido por la Convención de Aguascalientes el primer jefe Venustiano Carranza, lo acompañó a Veracruz. En 1915 fue nombrado procurador general de Justicia del Distrito Federal y de los Territorios federales.

En 1916, por el décimo distrito de Jalisco con cabecera en San Gabriel, fue electo diputado al Congreso Constituyente, celebrado en Querétaro. Fue miembro de la segunda Comisión Constitucional y de la Segunda de Reformas. Participó muy activamente en los debates con prolongados discursos y se opuso a la existencia de un jurado especial para periodistas; presentó un voto particular a los artículos constitucionales 90 y 92, estableciendo que las secretarías de Estado y los departamentos administrativos, deberían regirse por una ley reglamentaria; y se opuso a la elección popular de los magistrados porque

el pueblo –argumentaba– no puede obrar como un sinodal que va a examinar; obra principalmente por la impresión; es llevado en las asambleas por los oradores, y los oradores hablan generalmente al sentimiento [...] El magistrado resultará entonces el representante del interés y no del órgano de la Justicia.1

Tras la promulgación de la Constitución, de 1917 a 1920 fue oficial mayor de la Secretaría de Gobernación; y de 1924 a 1928 fue funcionario de la Secretaría de Hacienda. De 1928 a 1934 fue ministro de la Suprema Corte de Justicia. Y por esos años impartió la cátedra de Derecho Constitucional en la Escuela de Jurisprudencia de la unam.

En 1938 publicó su libro Don Francisco Severo Maldonado. Un pensador jalisciense del primer tercio del siglo xix. Otras de sus obras fueron: Curso completo de educación cívica nacional, Derecho Constitucional, Derecho Penal Especial, La Constitución de 1857 y su autobiografía, que tituló El Foro de Guadalajara.

En 1940 fue electo presidente de la Barra Mexicana de Abogados. El 5 de junio de 1953 recibió la medalla del iv Centenario de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. El 18 de noviembre de 1954, por el decreto número 7051, el Congreso del Estado de Jalisco le otorgó la condecoración Ignacio L. Vallarta. Y el 25 de noviembre de ese mismo 1954, el presidente de la república, Adolfo Ruiz Cortines, le entregó la medalla de la Legión de Honor Judicial.

Falleció en la Ciudad de México el 11 de marzo de 1957.

Juicios y testimonios

Juan de Dios Bojórquez: “El erudito abogado jalisciense”.
Anacleto González Flores: “La humanidad para ellos [los revolucionarios] es una masa de guarismos en que cada hombre vale, no por su significado personal sino porque es una unidad, porque es uno [...] Para ellos valen lo mismo Solón y Paulino Machorro, Platón y el senador Monzón. El número es tan ciego como las arenas del desierto”.


Referencias
  1. Bojórquez, Crónica del Constituyente…, p. 285. ↩︎