Los primeros universitarios

Montenegro y Arias, Juan Antonio

El 27 de noviembre de 1768, nació en Sayula, en el Reino de la Nueva Galicia. Fueron sus padres el comerciante Diego Montenegro y la señora Margarita Arias, ambos criollos de Guadalajara.

En su pueblo natal vivió sus primeros trece años, y ya en edad escolar, con el profesor Luis Ortega aprendió a leer, escribir, los rudimentos de la gramática y el catecismo del padre Jerónimo Ripalda. En 1782 se trasladó a Guadalajara para estudiar Latín, el Curso de Artes y Teología en el Seminario Conciliar de San José, beneficiado con una beca que le otorgó el obispo fray Antonio Alcalde, quien le confirió las órdenes menores y el subdiaconado en 1790.

Para especializarse en Teología, su padre lo envió a la Ciudad de México, donde ingresó el 8 de mayo de 1791 al Colegio de San Ildefonso. De 1791 a 1793 asistió a tres cursos de Cánones en la Real y Pontificia Universidad de México, donde obtuvo el grado de bachiller. Luego, ante la enfermedad de fray Antonio Alcalde, optó por trasladarse a Durango para recibir el diaconado de manos del obispo Esteban Lorenzo de Tristán.

Una vez concluidos sus estudios, solicitó al Claustro universitario y al Cabildo eclesiástico el grado de licenciado. En su examen ante cuarenta y cinco doctores defendió dos tesis del Maestro de las Sentencias de Pedro Lombardo, y una vez aprobado por mayoría, el 17 de junio de 1793 se le confirió el grado de licenciado en Teología.

A la par de sus estudios universitarios se dedicó a la lectura de las novedades bibliográficas, con la ayuda de su padrino de grado y tutor Tomás Domingo de Acha, quien era uno de los comerciantes de libros más importantes de la Nueva España. Como era de esperarse, también participaba en las reuniones en las que se comentaban los acontecimientos de la revolución francesa, y por esos días la ejecución del rey Luis XVI.

Al concluir sus estudios, dejó las instalaciones de San Ildefonso y junto con sus compañeros de estudios Manuel de Gorriño, Luis Gonzaga Sagazola y Manuel Velasco alquiló una habitación en los portales citadinos.

La tarde del 28 de septiembre en su habitación del portal de la Sangre de Cristo, ante Manuel Velasco, Montenegro expuso los detalles de una conspiración para independizar a la Nueva España del dominio real, cuyo plan consistía en

establecer una república libre, dividida en doce provincias, un congreso o asamblea compuestos de un diputado por cada una de ellas [...]; los cargos habrían de ser temporales y elegibles [...] Las razones que justifican la independencia eran, según Montenegro, que los reyes carecían de título justo para poseer esta tierra que “habían tomado por la fuerza”. “Los vasallos sólo están obligados a guardar fidelidad a los reyes, cuando estos consultan a su bien, pero que los de España sólo habían sido unos tiranos de la América, poniéndoles unas alcabalas y contribuciones cuantiosas, y extrayéndoles crecidos cabales” [...]1

Por lo tanto, consideraba la independencia como necesaria. Además sostuvo proposiciones consideradas heréticas, como la libertad religiosa, aunque el plan libertador sostenía la religión católica como única y la obediencia al papa.

El 4 de octubre, Manuel Velasco se presentó ante Juan Antonio de Ibarra, secretario del Tribunal de la Inquisición, para denunciar a Montenegro. Al día siguiente volvió a comparecer para ampliar su declaración, en la cual

dijo que sobre las costumbres del expresado Montenegro, no le ha parecido muy bueno que él mismo confiese de sí que tiene mucha inclinación a las mujeres, que es bastante libre y desenvuelto en sus conversaciones [...] Que también le ha observado el exceso a la bebida [...] aunque no lo ha visto perder el sentido [...] Que le ha visto rezar el Oficio Divino y alguna vez lo ha visto oír misa y guardar abstinencia y ayuno.2

Al cambiarse Velasco a Mixcoac, De Gorriño y Montenegro se trasladaron a una casa de la calle del Indio Triste, donde Juan Antonio recibió a su padre y a su esposa Inés Vizcaíno, con quien se había casado al enviudar, y finalmente el 7 de octubre los tres regresaron a Sayula.3

En tanto, Velasco ratificó su denuncia ante la Inquisición y declaró sobre la libertad religiosa que postulaba Montenegro y que le había hablado a solas de una conspiración contra la Corona, en la cual ya estaban comprometidos entre doscientos y trescientos conjurados.

Como era de esperarse fueron citados por la Inquisición Manuel de Gorriño y Luis Gonzaga, quienes al parecer informados previamente de la declaración de Velasco, apenas si aportaron algo. Solamente Gonzaga declaró que Montenegro leía El oráculo de los Filósofos de Voltaire y La política natural, de un autor inglés que no recordó.

El 19 de noviembre el Marqués de Castañiza, instructor del proceso en su calidad de comisario de Corte, envió el expediente al secretario de la Inquisición para que de momento lo archivara en tanto se reunían nuevas evidencias.

Se acababa de inaugurar la Real Universidad en Guadalajara, por lo que Montenegro vio la oportunidad de hacer carrera académica, y así se dio a la tarea de incorporar su grado universitario a la incipiente corporación.

El 2 de noviembre de 1793 se presentó en la Real Universidad de Guadalajara para solicitar la incorporación de su título de licenciado obtenido en la Universidad de México y aspirar al grado de doctor en Teología. El 25 de noviembre, el Claustro Universitario le contestó:

Que sin embargo de no haber todavía establecidas entre ambas Universidades [de México y de Guadalajara] una concordia”,4 concedía la incorporación sin examen y dispensa del pago de propinas, como señal de “buena disposición en que este [Claustro] se halla, como que sus individuos se reconocen hijos de aquella, manifieste la suya para proceder acordes.5

El 3 de enero de 1794 presentó su título de licenciado y al día siguiente se le incorporó el grado, prestó juramento y se le colocó en el lugar correspondiente del Claustro. Y el 27 recibió solemnemente el grado de doctor en Teología, en el Templo de Santo Tomás de la Universidad.

El empleo que desempeñó por esos días fue el de vicerrector y regente de academias del Colegio de San Juan Bautista, donde al decir de su rector Ángel de la Sierra, trabajó “tan sin premio, que aun la ración de comida no ha tomado ni toma y con tal celo y prudencia que merece no sólo mi confianza y la de los individuos de alguna representación en la casa, sino fuera de ella, la de los padres, tutores y demás personas conexas con los colegiales [...]”.6

Este elogio era parte de una petición dirigida al gobernador-intendente Jacobo de Ugarte, fechada el 7 de diciembre de 1793, para que se le pagara su sueldo por la regencia de la Academia Teológica, pero al desatenderse la petición Montenegro optó por renunciarla. También impartió gratuitamente la cátedra de Sagrada Escritura, en la Facultad de Teología de la Real Universidad de Guadalajara.

Con el rector De la Sierra llevaba una buena relación, dado que le puso a su disposición su biblioteca, y también a él le contó de la conspiración en contra de la Corona. En tanto, sus antiguos compañeros de estudios le enviaban cartas con información de los acontecimientos revolucionarios europeos más recientes.

El 12 de julio de 1794 arribó a la Nueva España el virrey Marqués de Branciforte, quien dio nuevo impulso a las pesquisas inquisitoriales, lo cual reactivó de inmediato el proceso de Montenegro. Y así, el 17 de septiembre, se ordenó que “[…] sea reducido a cárcel de este Santo Oficio en calidad de deposito la persona del licenciado don Juan Antonio Montenegro, con embargo de bienes y muy singularmente de libros y papeles [...]”.7

La orden de aprehensión la ejecutó el deán de la Catedral de Guadalajara, Salvador Antonio de Roca, “lo cual hizo con toda delicadeza y sigilo. Estando Montenegro de licencia en Sayula, el Deán le escribió diciéndole volviese a Guadalajara, para tratar de un asunto que tenía pendiente (lo que en efecto tenía), sólo para no dar pesadumbre a su anciano padre [...]”.8

El 24 de octubre se le detuvo en el Colegio de San Juan Bautista para conducirlo a la Ciudad de México y obligarlo a comparecer ante el Tribunal de la Inquisición, los días 18, 20 y 22 de noviembre. Los calificadores del proceso concluyeron que era un “hereje formal, indiferentista, tolerante, imbuido en las pestilentes máximas de la furiosa Convención francesa, sedicioso, sublevador y enemigo de las supremas potestades”.9

Al ingresar a las cárceles secretas de la Inquisición, se hizo la siguiente descripción de su persona y se enlistaron sus bienes, en la siguiente forma:

[…] Diácono, del Obispado de Guadalajara, natural del pueblo de Sayula, de edad de veinte y cinco años cumplidos; es de estatura de más de dos varas, color blanco, hoyoso de viruelas, cariaguileño, barba cerrada, cejas y pelo castaño oscuro y trae dentro y fuera de su persona un cabriolé de paño azul, chaleco de terciopelo morado oscuro, calzones de paño negro, medias de seda, charreteras de acero y zapatos y hebillas que dijo ser de oro, camisa de Bretaña, rosario, y en lugar de cruz un relicario de oro con cera, y un ligno en crucis, un relox [sic] de plata en la bolsa con cadenilla de acero, un juego de breviarios en cuatro cuerpos, con cuadernillo un manteo de paño, una sotana de seda y ceñidor de lo mismo, y cuello, sombrero de castor acanalado, una casaca de paño azul para caminar, dos chupas una de terciopelo y otra de rompecoches negras, tres pares de calzones; cinco o seis pares de medias de seda, dos pares de calcetas con las que trae puestas, un colchón, cuatro sabanas, dos almohadas con sus correspondientes fundas, una colcha de lana, dos camisas con sus pecheras, dos pares de calzones blancos, dos monteras de seda de colores, y una negra, cuatro pañuelos de colores y uno blanco, y un relox [sic] con sobre caja de plata que tiene abajo, una caja de polvos de metal, tres chalecos uno de paño de seda y dos blancos, un sombrero gacho de castor para caminar. Y que no tiene otros muebles mas que siete reales en plata [...]10

Los inquisidores estaban convencidos de que Montenegro era un conspirador peligroso, e incluso durante los interrogatorios el fiscal José de Pereda y Chávez lo amenazó con el tormento. Pero él se defendió con habilidad e inteligencia, si bien aceptaba que podía existir una conspiración, no admitió que hubiera existido.

Acabó por declarar haber dicho que no tendría inconveniente en que se estableciera una república, siempre y cuando fuera católica. Y que además se pediría al papa que se les dispensara el celibato a los clérigos.

Su abogado defensor José Antonio Tirado argumentó que el implicado sólo había vertido opiniones irreflexivas y confusas, insinuando que se habría sobredimensionado el caso. Y así los calificadores inquisitoriales consideraron que tan sólo era “levemente sospechoso” de los delitos imputados.

Finalmente, el 21 de noviembre de 1795 se le dictó sentencia, en la cual se ordenó:

Que sea reprendido severamente de sus excesos y abjure de levi la sospecha que contra él resulta, y le desterramos de la corte de Madrid y de ésta de México por tiempo de diez años, veinte leguas en contorno, y los dos primeros los cumpla recluso en el Convento de Misioneros Apostólicos de la Santa Cruz de Querétaro, donde haga unos ejercicios espirituales en los primeros cuarenta días de su reclusión.11

Tras dejar las cárceles de la Inquisición fue recluido por varias semanas en el Convento del Carmen, para luego ser trasladado a Querétaro con el fin de cumplimentar la sentencia.

Sobre el peligro que representó su rebeldía, Cardiel señala que

la condena que sufrió Montenegro muestra a las claras que el Tribunal de la Inquisición no creyó que hubiese una seria conspiración en favor de la independencia del reino [...] Bastó para disolver violentamente al grupo [conspirador] para retraer a la mayor parte de los involucrados y para que muchos reflexionaran sobre su conducta y algunos mansamente volviesen al redil.12

Hacia finales de 1797 regresó a Guadalajara. Luego gestionó la devolución de sus libros y sus otros bienes y se reintegró –con la ayuda del doctor José Ángel de la Sierra– a sus cátedras en el Colegio de San Juan Bautista, donde también impartía la cátedra de Filosofía el doctor Francisco Severo Maldonado, por lo que

es lícito suponer que Montenegro el antiguo insurgente y Maldonado se conocieron; que no obstante el retraimiento del doctor Montenegro debió contar a Maldonado sus antiguas aventuras a favor de la Independencia del país, porque ¿de qué manera ha de explicarse esa compleja personalidad de Maldonado que formalizó en ese tiempo sus ideas de independencia en favor de México? En el “Contrato de Asociación para la República de los Estados Unidos de Anáhuac”, como él llama a México, formulado en 1823, el doctor Maldonado dice que hace 30 años medita sobre esa constitución. Si se acepta éste dato, debe suponerse que desde el año 1793 trabajaba, fecha en que Montenegro empezó a enseñar en el Colegio de San Juan. Me atrevo a
suponer que esa iniciación del doctor Maldonado en favor de la Independencia, se debe a Montenegro.13

El hecho de que en sus escritos Maldonado omita toda referencia a Juan Antonio Montenegro, Cardiel lo atribuye a la fuerte censura que ejercía sobre ellos el Tribunal de la Inquisición.

En diciembre de 1801, autorizado por esta última, el obispo Juan Ruiz de Cabañas lo ordenó sacerdote, y en 1802 lo nombró capellán del Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Talpa.

Al ser penitenciado del Santo Oficio vio truncada su carrera académica, y durante los acontecimientos de la independencia, hasta donde se sabe, se mantuvo al margen de los mismos.

Una vez consumada la independencia se manifestó a favor del sistema republicano y se opuso al Imperio de Agustín I. A finales de 1823 figuró en la lista de diputados por Guadalajara al Congreso Nacional Constituyente. Aunque sólo participó del 30 de octubre al 4 de noviembre, y aquejado por una grave enfermedad, se retiró de las sesiones del Congreso.

Según la versión de Juan Bautista Iguíniz, fue nombrado canónigo de la Catedral de Guadalajara. Aunque no aparece en el elenco que formó el secretario del Cabildo José Eucario López.14

El 9 de abril de 1833 falleció muy probablemente como víctima del cólera morbus. Sin embargo, Federico Munguía declara tener un documento firmado por Montenegro el 7 de junio de 1835, siendo la fecha en que el Tribunal Eclesiástico de la Diócesis de Guadalajara le concedió el disfrute de una capellanía, instituida en el Templo de la Tercera Orden de su pueblo natal por su tía Anna Camberos y Munguía. Y agrega el citado autor que para el 17 de marzo de 1837, ya había fallecido.15

Juicios y testimonios

José Cornejo Franco: “[…] Y no es raro que aquí, aquí en nuestra Guadalajara, en nuestro colegio de San Juan [Bautista] de los jesuitas, hubiera un colegial, Montenegro de apellido, que llegara a la audacia de afirmar: ‘pobre nación española, no tendrá remedio mientras no se decida a hacer con su Rey, lo que los franceses hicieron con el suyo’: guillotinarlo, y acabar con la monarquía. Ustedes comprenderán que cuando llega a decirse expresión tan tajante ocasiona inquietud: fue procesado, y dio a las cárceles de la Inquisición”.


José María Miquel i Vergés: “Un precursor olvidado”.


Gabriel Torres Puga: “En 1793, Montenegro no fue parte de una conspiración republicana; pero sí fue, como muchos otros jóvenes, un crítico del régimen al que no le asustaba pensar en cambios políticos profundos. De genio vivo, especulador y polemista, leyó gacetas y textos controvertidos, pretendió estar al día de los sucesos de Europa y se interesó por conocer mundo. Sin ser republicano, especuló sobre la república; sin ser conspirador, habló con desenfado sobre lo que podría ocurrir si hubiera una revolución en la Nueva España. Al final, después de su arrepentimiento, le tocó la extraña suerte de atestiguar una revolución y el surgimiento de una república”.


Referencias
  1. Cardiel, op. cit., pp. 41-42. ↩︎

  2. Ibid., p. 142. ↩︎

  3. Gabriel Torres Puga, Juan Antonio Montenegro. Un joven eclesiástico en la Inquisición, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2009, p. 29. ↩︎

  4. “Incorporación del Lic. Don Juan Antonio Montenegro y su documentación”, arug, legajo núm. 365. ↩︎

  5. arug, loc. cit. ↩︎

  6. Oficio del doctor José Ángel de la Sierra, arug, 7 de diciembre de 1793. ↩︎

  7. Cardiel, op. cit., p. 48. ↩︎

  8. Ibid., pp. 56-57. ↩︎

  9. Torres Puga, op. cit., p. 45. ↩︎

  10. Cardiel, op. cit., pp. 147-148. ↩︎

  11. Torres Puga, op. cit., p. 64. ↩︎

  12. Cardiel, op. cit., p. 69. ↩︎

  13. Ibid., p. 105. ↩︎

  14. José Eucario López, “El Cabildo de Guadalajara…”, pp. 175-218. ↩︎

  15. Munguía, Próceres y personajes ilustres…, p. 47. ↩︎