Los universitarios entre el Instituto y la Universidad
Nájera y Paulé, Manuel de San Juan Crisóstomo
En México, capital del Virreinato de la Nueva España, nació el 19 de mayo de 1803. Fueron sus padres los señores José Ignacio de Nájera y María Ignacia Paulé. Su padre fue empleado de la Hacienda virreinal y diputado a las Cortes de Cádiz de 1814 y al primer Congreso del México independiente.
Inició sus estudios de Gramática Latina en el Seminario Conciliar de México, los cuales continuó en el Colegio de San Ildefonso.
A los quince años decidió ingresar a la Orden de los Carmelitas Descalzos, lo cual hizo en el Convento de Puebla de los Ángeles, en donde profesó el 10 de junio de 1819. Realizó su formación conventual en el Colegio de San Joaquín, donde en enero de 1822 inició sus estudios de Filosofía; en el Colegio de San Ángel, en 1825, cursó Teología, y en 1826 fue ordenado sacerdote.
En 1828 fue nombrado prior del Convento del Carmen de San Luis Potosí, ciudad en la que se dedicó al estudio de los idiomas clásicos antiguos y aborigenes. Contribuyó en la formación del Colegio Guadalupano impulsando la educación y se empezó a distinguir en la oratoria sagrada.
En 1831 fue nombrado rector del Colegio de San Ángel, impartió Teología, modernizó el acervo bibliográfico de la biblioteca conventual y estudió francés e italiano.
En 1833 ante las medidas reformistas del presidente Valentín Gómez Farías, se exilió en Estados Unidos donde ingresó a la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, ante la cual presentó como trabajo de ingreso en latín su Disertación sobre la lengua otomí. Dicha disertación fue insertada en el tomo quinto de las actas de la citada corporación y traducida al castellano y publicada en 1845, por orden del presidente de la república Joaquín Herrera. Así describe José Ignacio Dávila Garibi la disertación: “La parte medular de esa interesante y novedosa disertación de ciento cincuenta y seis páginas fue el estudio comparativo del idioma indígena otomí, con el chino, con importantes observaciones gramaticales, vocabulario en ambos idiomas y traducción otomiana de poemas griegos y latinos”. 1
En mayo de 1834 regresó a su país, y en octubre de ese mismo año fue nombrado prior del Convento del Carmen de Guadalajara, cargo que ejerció durante 18 años.
Su actuación en Guadalajara significó un enorme impulso a las actividades intelectuales y a la promoción de la educación pública.
En 1835 el gobernador de Jalisco José Antonio Romero lo designó inspector de la Academia de Pintura y Escultura. Ese mismo año colaboró en la formación del Plan de Estudios de la Universidad Nacional de Guadalajara, el cual fue aprobado por el Claustro de Doctores del 27 de abril y estuvo vigente hasta 1844.
En 1837 el gobernador Antonio Escobedo lo comisionó para que formara el Plan de Estudios del Colegio de San Juan Bautista, del cual fue inspector de enseñanza.
De 1841 a 1844 fungió como presidente de la Junta Lancasteriana. En 1842 el gobernador y comandante general de Jalisco Mariano Paredes Arrillaga le encargó la reforma del Colegio de San Juan Bautista, rindiéndole un docto informe que se publicó. Se adoptó el Plan de Estudios que propuso e impartió la cátedra de Elocuencia, al mismo tiempo que daba gratuitamente lecciones de Lengua Griega a los estudiantes universitarios y de otros idiomas a los canónigos ilustrados.
En el ámbito religioso fue cronista de la Provincia Carmelita de San Alberto de México, censor, sinodal y consultor teólogo del obispo de Guadalajara.
El gobierno de Jalisco lo comisionó para reconocer el cerro del Colli, y las cordilleras aledañas a Guadalajara, para estudiar las causas de los sismos que afectaban la ciudad. El presidente de la república Manuel de la Peña y Peña lo consultó ante las negociaciones del país con Estados Unidos, al término de la invasión estadounidense.
A la Biblioteca del Convento del Carmen –según afirma Celia del Palacio– la dotó con más de cien mil volúmenes, que bajo su supervisión fueron traídos de Europa.
En torno de él se congregó un gran número de jóvenes intelectuales, que preferían sus lecciones de Filosofía e idiomas, las lecturas de autores prohibidos como Rousseau y Voltaire y el cultivo de las bellas artes, a las cátedras del Seminario y de la Universidad, constituyéndose así toda una academia que fructificó con el establecimiento de las primeras sociedades literarias de la ciudad, tales como La Esperanza en 1849 y La Falange de Estudio en 1850.
Entre sus discípulos estaban: Miguel Cruz-Aedo, Pablo de Jesús Villaseñor, Jacobo Gálvez, José María Vigil, Agustín de la Rosa, Agustín Rivera, Ignacio Luis Vallarta e Hilarión Romero.
Como orador de temáticas educativas y religiosas pronunció: el sermón de la Virgen de Guadalupe del 12 de diciembre de 1839, el cual fue impreso en la capital del país; el sermón de la dedicación de una iglesia de su Orden en Morelia en 1845; el discurso en la reinauguración del Colegio de San Juan Bautista en 1842; el discurso de la apertura de cursos del citado Colegio de San Juan Bautista el 22 de octubre de 1843; un sermón de la primera dominica de cuaresma con el tema “Incredulidad de los fariseos y de los escribas”, entre otros.
Escribió y fueron publicados: Observaciones críticas sobre el capítulo XIIIdel tomo último de la obra titulada “Exploración del Territorio del Oregón de las Californias y del Mar Rojo, ejecutada durante los años 1840, 1841 y 1842, por Mr. Duflot de Mofra, adscrito a la Legación de Francia en México”; Datos para la historia de la Nueva Galicia, hoy Jalisco; Apuntes Genealógicos acerca de la familia Villaseñor; Disertación sobre la medalla con la que debe honrarse al Benemérito de Jalisco, José Antonio Escobedo; ocho diálogos sobre los principios para juzgar la belleza o buen gusto en los objetos naturales y en las obras de arte; dictámenes y alegatos jurídicos y una gramática del purépecha.
Fue socio corresponsal de la Sociedad de Geografía y Estadística de México, miembro honorario de la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara, socio de la Sociedad de Anticuarios del Norte de Copenhague, Dinamarca, entre otras.
En 1852 se estableció en el Convento de su Orden de la Ciudad de México, y a pesar de sus problemas de salud continuó sus actividades intelectuales e inició la traducción de la Historia del Comunismo, o refutación de las utopías socialistas de Alfred Sudre.
En la capital del país, falleció el 16 de enero de 1853. Sus exequias fueron presididas por el arzobispo de Damasco y delegado pontificio Luigi Clementi y el representante presidencial general Manuel Céspedes. Sus restos fueron inhumados en el panteón del Convento del Carmen, luego serían trasladados a la iglesia del Hospital de Jesús, donde actualmente reposan.
En la galería de la Biblioteca Pública de Jalisco se encuentra su retrato con la siguiente inscripción: “Hombre Doctísimo, entregado completamente al Pueblo de Guadalajara. Uno de sus discípulos”.
En la Iglesia del Templo de Nuestra Señora del Carmen de Guadalajara, en uno de sus pórticos interiores, también se le dedicó la siguiente inscripción en letras doradas: “Pater Emmanuel A. Sancto Crisóstomo Nájera. Humus Carmelitarum Cenobi Prefectus. Pietati Sapintae Bono. Publico. Vixit”. Una calle de Guadalajara lleva su nombre.
Juicios y testimonios
Lucas Alamán y Francisco Lerdo de Tejada: “El padre Nájera decía ‘Yo no me avergüenzo de ser mexicano’, porque estudiando las ciencias había tenido ocasión de apreciar las grandes ilustraciones de su país”.
Agustín Rivera: “El sabio Nájera era un conservador en la práctica, pero sus ideas eran tan liberales como lo muestran sus escritos, principalmente su sermón de Guadalupe y su sermón del 16 de septiembre en San Luis Potosí”.