Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Ochoa Luna, Ramón

Nació en Zapotiltic, Jalisco, el 18 de noviembre de 1824. Fueron sus padres los señores Miguel Ochoa Mora y María de Jesús Luna.

En su pueblo natal vivió hasta los quince años, ahí recibió su instrucción elemental, luego vino a Guadalajara matriculándose en el Seminario Conciliar, donde estudió Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1844 bajo la dirección del doctor José María Cayetano Orozco. Por su dedicación a los estudios obtuvo la distinción de regente.

En 1844 se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Guadalajara. Fue uno de los primeros estudiantes que realizaron la carrera en seis cursos y recibió su título de profesor en Medicina.

Hacia 1850 partió a Europa para hacer estudios de especialización en la Escuela de Medicina de la Universidad de París, donde obtuvo el doctorado en 1855. Su tesis de grado versó sobre la sífilis, la cual mereció los elogios del sabio sifilógrafo Philippe Ricord.

Con el fin de profundizar en sus conocimientos visitó hospitales de Viena, Berlín y Nápoles. Antes de regresar a su país recibió proposiciones para fundar escuelas de medicina en Chile y Perú, pero él rechazó los ofrecimientos para estar lo antes posible en México.

Una vez reinstalado en Guadalajara, impartió las cátedras de Medicina Legal, Obstetricia y Medicina Operatoria, tanto en la Universidad de Guadalajara como en el Instituto de Ciencias del Estado, introduciendo en el país conocimientos básicos de estas especialidades.

Sobre su estilo magisterial Silverio García escribió:

Era excelentísimo, cuando exponía las lecciones hacía que sus discípulos repitieran varias veces sus explicaciones –cinco o más veces–, hasta que se convencía que los jóvenes habían aprendido la lección. Esta terquedad del doctor Ochoa fastidiaba a los jóvenes; lo cierto es que esa insistencia tenaz hacía que salieran de la cátedra sabiendo la lección, que por otro parte, había sido explicada con claridad y precisión. 1

Fue uno de los principales modernizadores de la enseñanza de la medicina en Jalisco. Juan Bautista Híjar y Haro lo caracterizó como “la bella personificación de la reforma científica”.

En 1859 fue socio fundador de la Academia de Medicina de Guadalajara, e incluso ofreció su casa para realizar las sesiones, en tanto se conseguía un lugar para las mismas. En 1860, durante la Guerra de Reforma en Guadalajara, se presentó una epidemia de tifo, la cual afrontó, pero finalmente se contagió.

Con el triunfo de los liberales se clausuró la Universidad y se reinstaló el Instituto de Ciencias del Estado, entonces el doctor Ochoa fue nombrado miembro de la Junta Directora de Estudios y se le encargaron las cátedras de Medicina Operatoria y Medicina Legal.

Ante la invasión francesa al país, fue muy difícil la impartición de la enseñanza superior, incluso se cerraron las escuelas, por lo que el doctor Ochoa continuó impartiendo sus clases en forma privada.

Al restaurarse la república –en Jalisco desde 1866– se reabrió el Instituto del Estado y se le asignaron las cátedras de Clínica Externa y Medicina Legal. En tanto, continuó el ejercicio de la medicina, atendiendo muy especialmente a los pobres, a quienes no les cobraba la consulta.

El 5 de febrero de 1870 falleció en Guadalajara; fue inhumado en el Panteón de Belén. Su sepelio se convirtió en una apoteosis que congregó a gran número de sus discípulos, y la Junta Directora de Estudios decretó que se erigiera una estatua a su memoria en las instalaciones de la Escuela de Medicina, con la inscripción: “Como ejemplo de virtudes y sabiduría”. Luego se integró la Sociedad de Alumnos Ramón Ochoa.

Juicios y testimonios

Juan Bautista Híjar y Haro: “Como esposo y padre fue tierno, honrado y severo. Como maestro fue padre y amigo de la juventud. Como médico fue desinteresado y caritativo sacerdote”.

Angélica Peregrina: “Silverio García refiere que escuchó del doctor [Pablo] Gutiérrez expresiones tales como: ‘Yo no presto mis enfermos más que a Rafael Jiménez [Castro] que es médico, y a Ramón Ochoa que siquiera estudia’. En efecto, la opinión que sobre Ochoa tenían sus compañeros de profesión era la de un hombre muy estudioso, ‘era tan erudito que se le designaba con el nombre de* Librería Andando*’”.

Agustín Rivera: “Sabio profesor, pero en la práctica no atajaba”.


Referencias
  1. Silverio García, Apuntes para historia del Hospital de Belén y de la medicina en Guadalajara citado en Angélica Peregrina, “Ramón Ochoa impulsor de la medicina científica en Guadalajara”, Estudios Jaliscienses, Zapopan, El Colegio de Jalisco, núm. 73, agosto de 2008, p. 11. ↩︎