Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Oliva de Álzaga, Leonardo

Nació en Ahualulco en la Intendencia de Guadalajara, el 6 de noviembre de 1814. Fueron sus padres los señores Juan de Oliva –quien fue subdelegado político de su pueblo natal– y Guadalupe de Álzaga.

En su pueblo natal cursó su instrucción primaria con el profesor Francisco Serratos. A los 13 años partió a Guadalajara para ingresar al Seminario Conciliar, ahí estudió Latín. El 20 de octubre de 1830 inició el Curso de Artes que impartió el canónigo Ignacio de la Cueva. Y el 5 de junio de 1831 presentó un brillante acto público en Lógica y Metafísica, obtuvo el lugar supra locum in recto.

Se matriculó en los cursos de Química, en el Instituto de Ciencias del Estado, obteniendo la calificación más alta en el primer semestre; sin embargo, no pudo examinarse del segundo curso, por la clausura del Instituto, así es que optó por las clases prácticas de Farmacia en la oficina del profesor Jesús Arce; y al restablecerse en 1834 el Colegio de San Juan Bautista, cursó la cátedra de Filosofía Moral.

Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Guadalajara, se matriculó el 4 de diciembre de 1834 al primer curso, el que aprobó el 15 de julio de 1835; en la fecha anterior se matriculó al segundo curso, el cual aprobó el 6 de julio de 1836, matriculándose ese mismo día al tercer curso, el cual aprobó el 7 de marzo de 1837; se matriculó al cuarto curso ese mismo día, el cual aprobó el 5 de julio inmediato; y tras haber sufrido examen y haber sido aprobado nemine discrepante, se le dispensó el tiempo faltante de pasantía.

En la misma Universidad, el 26 de febrero de 1835, recibió el grado de bachiller en Filosofía y el 8 de julio de 1837 obtuvo el grado de bachiller en Medicina.

El 6 de febrero de 1839 el Protomedicato le formó razón como médico y en septiembre recibió el título de profesor de Medicina, el cual obtuvo por aprobación unánime.

Durante su internado en el Hospital de San Miguel de Belén escribió un tratado médico-legal sobre las heridas.

De 1839 a 1847 impartió las cátedras de Química, Botánica y Farmacia, Anatomía General y Descriptiva, Fisiología, Higiene y Medicina Legal, Patología General y Materia Médica, Patología y Clínica Externa y Patología y Clínica Interna tanto en la Universidad, como en el Instituto de Ciencias. El 10 de noviembre de 1840 sostuvo la oposición a la cátedra de Patología y Clínica Interna y ocupó el segundo lugar; también impartió Latín en el Liceo de Varones.

El 21 de diciembre de 1840 solicitó el grado de licenciado en Medicina en la Universidad Nacional de Guadalajara; el 27 de diciembre inmediato presentó acto de repetición; el 4 de enero de 1841 se le asignaron los puntos de examen; al día siguiente, ante los doctores José María Cano y Pablo Gutiérrez y los bachilleres Cortés y José Antonio López, sustentó el examen de grado, y fue aprobado con un solo voto en contra; el 6 de enero recibió el grado y el 25 de julio se le confirió el grado de doctor en Medicina.

En marzo de 1843 pasó a residir por breve tiempo a Autlán de la Grana. A su regreso a Guadalajara dedicó su tiempo al ejercicio de su profesión en el Hospital de Belén, a las cátedras universitarias o del Instituto de Ciencias y a la investigación farmacológica.

Entre 1843 y 1845 publicó en varias entregas en la revista El Museo Mexicano su “Ensayo de una carpología aplicada a la higiene y a la terapéutica”, en su Relación de Méritos escribió que: “Del cual seguramente no haría mención, sino lo tuviera como único en su especie entre nosotros, ni además hubiera sido recomendado por los editores”.

En 1847 escribió la antes citada Relación de Méritos, para declararse opositor a la cátedra de Patología General y Materia Médica, la cual obtuvo al siguiente año, y en 1848 se opuso a la cátedra de Farmacología obteniéndola en propiedad.

En 1853 y 1854 publicó los dos tomos de su célebre obra: Lecciones de Farmacología dadas por el catedrático del ramo en la Universidad de Guadalajara, las cuales dedicó al obispo Diego Aranda y Carpinteiro. Destaca en esta obra su notable clasificación fisiológica, y las descripciones de las propiedades medicinales de las plantas nativas. Sobre la importancia de esta obra Alberto Santoscoy escribe:

La nomenclatura del naturalista jalisciense fue adoptada en Europa; y sus grandes méritos científicos lo hicieron acreedor a que en Alemania se le dedicara un género de las “compuestas” que lleva su nombre “Olivas”, y que más adelante nuestro insigne coterráneo el señor Bárcena le dedicara asimismo una especie del género exogonium. 1

En 1855 el gobernador Ignacio Herrera y Cairo le otorgó el título de farmacéutico y ese mismo año recibió del gobierno de la república la borla de Filosofía.

En 1856 remitió a la Academia de Medicina de París su Historia de la Medicina en México, la cual fue publicada al año siguiente.

Durante la Guerra de Reforma, por sus inclinaciones hacia las ideas conservadoras, perdió sus cargos académicos y tuvo que huir por Ejutla, Tecolotlán, Unión de Tula y Jalpa, lo cual retrasó considerablemente su quehacer científico.

El 12 de enero de 1860 inició a publicar por entregas en el periódico oficial del Departamento de Jalisco Las Tres Garantías sus “Lecciones de Terapéutica”, por faltarle dinero para presentarla como libro. Y más tarde, en 1865, en la misma forma –por entregas– publicó en El Imperio los “Principios de Filología” y una “Gramática Francesa”. En La Naturaleza –órgano de la Sociedad Mexicana de Historia Natural– publicó sus artículos “El copal y cucurbitaceas y calabaceñas” y su “Discurso sobre el estudio de la Botánica extranjera e indígena”.

Del 29 de junio de 1870 al 9 de marzo de 1871 fue presidente de la Junta Directora de Estudios del Estado de Jalisco.

Entre los escritos que dejó inéditos –algunos incluso se extraviaron– se encuentran: “La Flora del Estado de Jalisco”; “Un diccionario chino, conchinchino, persa etc. de historia natural” y una “Historia de Jalisco” en latín, dedicada a los estudiantes del seminario; también escribió la “Biografía del doctor don José María Cano”.

Es de notar su calidad de lingüista, pues además del dominio de las lenguas clásicas también se expresaba en lenguas indígenas, tales como el náhuatl y el otomí, entre otras.

Sobre su peculiar incursión científica en Alemania, el padre Severo Díaz así la narra:

Al llegar al apogeo de su carrera, únicamente le faltaba su consagración mundial, que no se hizo esperar. Sucedió que por los años cercanos al [18]70, poco tiempo antes de su prematura muerte, el señor [Teodoro] Kunhardt, pensó educar a sus hijos bajo la dirección de un profesor alemán, traído directamente de Alemania. A este llamado acudió un profesor universitario de lo más selecto [...] Experto en toda clase de ciencias, cultivaba de un modo especial la Botánica; y desde su llegada pidió que le presentasen con los botánicos de la ciudad; todo el mundo señaló como el más indicado al profesor Oliva. Se tuvo la primera entrevista... pero no pudieron entenderse ni en alemán, ni en español, ni en francés, y por último ni en latín, pero ambos decidieron que sus pláticas sucesivas serían en el idioma de Cicerón para lo cual repasarían sus antiguos conocimientos, como en efecto lo hicieron [...] Entrando ya en el terreno de Botánica, el profesor alemán encontró que se las había con un verdadero sabio en la materia, y no le quedó otro recurso que ponerlo en contacto con sus compañeros y los grandes botánicos de Alemania. Se inició, entonces, un cambio de notas y trabajos originales entre el profesor jalisciense y sus nuevos colegas, que fue elevándose al grado de cátedra que desde aquí sustentó Oliva gracias a su magnífica colección de plantas tropicales y a la riquísima flora de Guadalajara y sus alrededores.

Cuando en Alemania se supo la muerte de don Leonardo Oliva, que le sorprendió prematuramente en esta importante función docente, los lejanos colegas y quizá discípulos, acordaron levantarle una estatua en la Universidad de Leipzig, como a uno de los grandes botánicos del mundo. Tanto el profesor [Adrián] Puga como el padre [José María] Arreola han visto en revistas científicas extranjeras la descripción de este monumento. 2

Entre las sociedades científicas del país y del extranjero en las que participó están: la Sociedad Médica de Emulación de Guadalajara, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la Sociedad Mexicana de Historia Natural, la Sociedad de Medicina de París y la Academia Nacional de Medicina.

A pesar de su éxito científico pasó sus últimos días en la miseria al grado que un condiscípulo suyo, el canónigo Luis Michel, le dejaba discretamente todos los días bajo su almohada el dinero necesario para su precaria subsistencia.

El 6 de noviembre de 1872 falleció en Guadalajara y fue inhumado en el Panteón de Belén.

El 4 de junio de 1873 las sociedades científicas y literarias de la ciudad, convocadas por la Sociedad Médica, con la presencia del gobernador Ignacio Luis Vallarta, le rindieron homenaje.

Se le dedicó un retrato al óleo en la Biblioteca Pública de Jalisco y su efigie en bronce tanto en el Museo Nacional de Historia Natural como en la Biblioteca de la Escuela Nacional Preparatoria; y en Guadalajara el 2 de febrero de 1958 se le develó una estatua, en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Juicios y testimonios

Manuel Acuña: “A la memoria del eminente naturalista”.
[...] Y allí es donde tú vives, varón justo,
al que ahora bendice en sus altares
la santa voz del porvenir augusto;
el que tu ciencia y las virtudes premia,
consagrando a tu ciencia y tus virtudes
las canciones de todos sus laúdes
en el templo inmortal de la Academia [...]


Reyes G. Flores: “Imitad al primer sabio de Jalisco,
que se supo conquistar una imperecedera gloria científica, y que a fuerza de grandes sacrificios, en las ciencias naturales, llegó a poner la primera piedra en el edificio científico jalisciense; trabajando sin cesar desde sus primeros años, hasta el último día de su vida, consiguiendo el triunfo con los desvelos que nevaron y encarecieron esos, antes rubios cabellos que hoy como un tomentoso capullo, coronan esa espaciosa mente […]”.


Constantino Lengerke: “Oliva jamás vaciló en sus ideas
filosóficas, ni en sus convicciones de cualquier otro género, lo cual no debe sorprendernos, supuesto que el naturalista profundo, ocupándose de lo mejor que produce o haya producido la tierra y considerado lo mediano y aun lo ínfimo únicamente con relación a lo perfecto, llega a adquirir tal plenitud y firmeza en sus conocimientos, tal severidad en sus juicios, tal solidez en su criterio, que nos parece perfeccionando dentro de un círculo hasta inspirarnos una suprema e inexplicable admiración”.


Armando Ruiz Sánchez: “Se adelantó como medio
siglo a los estudios de la farmacología en América del Norte, pues según expresan Salters, Kantz y Carr, la farmacología se organizó como tal en Estados Unidos hasta la entrada de John Jacob Abel a la Universidad de John Hopkins en 1903, volviendo de Alemania. En México Oliva organizó los estudios de farmacología en la última década de la primera mitad del siglo xix”.


Referencias
  1. Alberto Santoscoy, “El doctor Leonardo Oliva”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986, tomo ii, p. 167. ↩︎

  2. Severo Díaz, “La tradición científica de Guadalajara”, Boletín de la Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Guadalajara, vol. viii, 1945, pp. 269-271. ↩︎