Los universitarios sin universidad

Palomar y Vizcarra, Miguel

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 10 de junio de 1880. Fue hijo de los señores Dolores Vizcarra y Miguel Palomar, de profesión comerciante. Sobre sus orígenes familiares, expresó: “Soy –como lo he manifestado repetidas veces– católico por los cuatro costados, mi padres y mis abuelos fueron también católicos”.1

La primaria la estudió en el colegio particular que dirigía el profesor José María González, y la secundaria la cursó en el colegio católico, fundado por el padre Monraz, donde estudió Filosofía Escolástica con Manuel M. Tortolero. También fue socio de las Conferencias de San Vicente de Paul dedicadas a la atención de los pobres y enfermos.

En 1894 ingresó al Liceo de Varones del Estado de Jalisco para cursar su bachillerato. Ahí, por influencia de sus maestros Victoriano Salado Álvarez y Manuel Puga y Acal se inclinó por el liberalismo de Benito Juárez, sin embargo, evocó:

[...] Debido a insinuaciones de mis amigos, compañeros y parientes me dediqué intensamente a estudiar la historia de México, y al juarismo lo arrojé por la borda. Sobre todo, de las luchas que han librado los católicos en defensa de las libertades esenciales, fui orientándome en tal sentido; estudié y leí con gran cuidado una hermosa biografía del presidente mártir de Ecuador, García Moreno, y sobre todo, lo que más me impresionó fue la lectura de las obras de Alfonso de Kanengiesser, escritor alsaciano, que relata las luchas de los católicos alemanes, contra Bismarck y de los católicos austrohúngaros contra la masonería de aquellas regiones, y entonces llegué a la convicción de que México podría salvarse con la aplicación de las enseñanzas de los soberanos pontífices. 2

Por ello se hizo lector y propagador de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, al considerar con José Donoso que “el liberalismo se hizo por los ricos y para los ricos”. Lo anterior lo influyó ideológicamente por el resto de sus días.

De 1896 a 1902 fue estudiante de la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara, y en 1902 se tituló de abogado con una tesis que versó sobre el divorcio.

En 1903 representó al arzobispo de Guadalajara, José de Jesús Ortiz, en el Congreso Social de Puebla de los Ángeles, durante el cual presentó su proyecto para el establecimiento de las cajas rurales Raiffeisen como medio para combatir la usura. Más tarde recibió de Europa mayor información sobre éstas, y concluyó que eran el medio más adecuado para resolver el problema agrario en México.

Por esos años dio clases de Economía Política en el Liceo de Varones; luego de 1906 a 1914 impartió la misma cátedra en la Escuela Libre de Jurisprudencia de Guadalajara, y expuso las tesis centrales de la Doctrina Social de la Iglesia.

En el bufete jurídico de su tío Francisco García Sancho, ejerció su profesión de abogado. De 1903 a 1910 fue notario del Arzobispado de Guadalajara, y en 1910 fue electo magistrado suplente del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco. Como abogado se distinguió por

su trato agradable y la carencia de afanes de lucro le ganaron la confianza tanto de personas de bajos recursos económicos como de los grandes terratenientes, comerciantes, fabricantes y algunos representantes de compañías extranjeras con sucursales en México, quienes le confiaban la solución de diversos asuntos de orden jurídico.3

En tanto continuó su trabajo en la difusión del catolicismo social, así intervino en los congresos católicos de Morelia en 1904, en la Dieta de Zamora de 1906, de Guadalajara en 1908, y ahí mismo en la Semana Social de 1913. Los temas que abordó fueron las ya mencionadas cajas rurales, el problema agrario, el sindicalismo y la naturaleza inhumana del socialismo.

En 1909 participó en la fundación de los Operarios Guadalupanos, y en una asamblea celebrada en León, Guanajuato, propuso el patronato de la Virgen de Guadalupe sobre América Latina, el cual fue proclamado por el papa Pío X, extendiéndolo a todo el continente.

A principios de 1911, en la Ciudad de México, participó en la fundación de Partido Católico Nacional y fue nombrado delegado del Partido en Jalisco. Luego fue electo diputado por el distrito electoral de Arandas al Congreso de su estado natal.

Su participación en la fracción del Partido Católico fue muy activa y destacada. La fracción propuso legislar en materia de libertad de educación, pero no prosperó la iniciativa, y se dedicó a la revalidación de los estudios realizados en todo tipo de establecimientos privados, incluidos los religiosos. Fue el autor de la legislación que hizo obligatorio el descanso dominical, y de la que estableció el homestead o patrimonio familiar, aún hoy vigente en el Código Civil estatal. Otros decretos legislaron sobre la exención de impuestos para las cajas rurales Raiffeisen, los sindicatos y el descanso dentro de las jornadas laborales, que se conoció como la “Ley de la silla”.

Con la entrada de las tropas constitucionalistas a Guadalajara, el 8 de julio de 1914, estuvo a punto de ser fusilado. Luego se le expulsó de los límites de Jalisco y Colima “por considerársele elemento nocivo a las reformas revolucionarias”. 4Estuvo escondido en Zapopan y en una huerta en las inmediaciones de su ciudad natal, y durante este tiempo escribió un manual para la organización de los sindicatos católicos.

A partir de 1917 se estableció en la Ciudad de México donde ejerció la abogacía y colaboró con el jesuita Bernardo Bergöend en la fundación de la acjm, además en el establecimiento del Partido Nacional Republicano y en la Unión Cívica. Pero sobre todo participó en los círculos de estudios de la acjm, con los que se preparó a los jóvenes para las próximas luchas civiles y armadas.

El 5 de octubre de 1919, el papa Benedicto XV le otorgó la condecoración pontificia de caballero de la Orden de San Gregorio Magno. En 1924 participó en el Segundo Congreso Eucarístico Nacional celebrado en la Ciudad de México, impartió una conferencia y el 9 de octubre pronunció un discurso en el día dedicado a la juventud, que tituló “La comunión de los hombres, la eucaristía es un sacramento esencialmente viril”.

En dicho discurso incitaba a los católicos a acabar con el dominio del régimen revolucionario mediante la lucha armada, lo cual provocó que el general Álvaro Obregón suspendiera el Congreso Eucarístico y pusiera a Palomar bajo vigilancia policial.

Ante la reglamentación del artículo 130 constitucional, en materia religiosa, el 14 de marzo de 1925 intervino en la fundación de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (lndlr) y fue electo su vicepresidente.

El régimen federal reaccionó con multas y cárcel para los directivos de la Liga. Palomar fue muy activo en lograr la aprobación de los obispos para la lucha armada y su justificación. Para tal efecto, el 26 de noviembre de 1926 participó en la reunión del Comité del Episcopado mexicano. La aprobación fue recibida cuatro días después, sin embargo los obispos no autorizaron el nombramiento de capellanes castrenses.

Durante la Cristiada pasó a la clandestinidad y asumió la responsabilidad de la dirección de la guerra, la problemática del suministro de las armas y las relaciones con los obispos. Para el 28 de octubre de 1928 redactó el “Manifiesto a la Nación”, mejor conocido como el Plan de los Altos, que suscribió el general Enrique Gorostieta.

Se opuso a losArreglos que celebró el gobierno del presidente Emilio Portes Gil con los obispos Leopoldo Ruiz y Pascual Díaz, porque no lograron ninguna modificación a la legislación vigente en materia religiosa, y no se tomó en cuenta ni a la lndlr ni al ejército cristero; también se opuso a la transformación de esta última y a la disolución de la acjm.

En septiembre de 1929, con el fin de defender la memoria de José de León Toral, publicó el libro La ejecución de Álvaro Obregón, tirano de México, suscrito con las iniciales J. M. F., que eran las de Juan Manuel Fernández, su seudónimo durante la guerra.

Ante la crítica situación con los obispos negociadores, a quienes les atribuía “la victoria de la derrota”, con el acuerdo del obispo de Huejutla, José de Jesús Manríquez y Zarate –entonces desterrado en San Diego, California–, y de la dirección de la lndlr, se decidió que viajara a Roma para que presentara un memorando.

El 25 de octubre de 1930 llegó a Roma donde lo recibió el cardenal Buenaventura Cerreti, a quien entregó los documentos, que incluían serias acusaciones en contra de los obispos Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz.

El 19 de noviembre lo recibió el cardenal secretario de Estado del Vaticano, Eugenio Pacelli –futuro Pío XII–. Diez días después tuvo una audiencia especial con el papa Pío XI.

Tras cumplir su misión en Roma, regresó a México. Aún se logró rescatar a la acjm y se intentó organizar un referendo contra la legislación anticatólica, lo cual no aprobó el ya arzobispo de México, Pascual Díaz.

Quien fuera secretario del arzobispo de México, Alberto María Carreño, intentó publicar su libro Don Pascual y el Conflicto Religioso, en el cual atribuyó crímenes a los miembros de la Liga, e incluso el plan para asesinar al arzobispo. Ante lo cual Palomar y Vizcarra protestó enérgicamente ante el Vaticano, y logró detener la publicación.

Pasaron diez años y el licenciado Eduardo J. Correa, cercano al arzobispo Díaz, publicó en el Excélsior un artículo en el cual hizo elogio del mencionado libro de Carreño. A lo que Palomar contestó desde los periódicos Excélsior y Omega. Así narró la conclusión de la controversia periodística en 1943:

Iba a señalar principalmente la base de la situación en que nos encontramos jurídicamente, constitucionalmente, los católicos, es decir, el apoyo de Washington [a los gobiernos revolucionarios]. Ya estaba yo por exhibir algunos documentos a ese respecto, cuando nos declararon en Excélsior, al ingeniero Jorge Núñez y a mí, que se había acabado el papel. Es que hubo alguna amenaza por ahí de que si se seguía haciendo luz sobre el particular, les iría mal a los del Excélsior y se suspendió la publicación. 5

Algunas de sus obras publicadas fueron: Las cajas Raiffeisen. Estudio y dictamen presentado al Tercer Congreso Católico Mexicano y Primer Eucarístico de Guadalajara celebrado en octubre de 1906 (1907); La acción católica y la acción cívica (1936); La misión histórica de México (1937); In memoriam. El Sr. D. José Palomar (1944); El caso ejemplar mexicano. Hacia las cumbres de la Cristiandad (1945); La epopeya cristera. Afirmación de nuestra estirpe (1951); y Autodefensa y contraataque (s. f.).

El inah dio a conocer en su serie Archivo Sonoro la entrevista con Alicia Olivera de Bonfil con el título Miguel Palomar y Vizcarra y su interpretación del Conflicto Religioso de 1926.

Como legítimo custodio del archivo de la lndlr, primero permitió su microfilmación por el inah, y en 1967 finalmente lo cedió a la unam.

En una rectificación a la actitud de incomprensión que tomaron algunos obispos contra su persona, en 1967 el papa Pablo VI le confirió el título de Caballero del Santo Sepulcro.

El 31 de marzo de 1968 falleció en la Ciudad de México y fue sepultado en el Panteón Español.

El 25 de febrero de 2013 se presentó en la Universidad del Valle de Atemajac la fundación que lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Alicia Olivera de Bonfil: “En Miguel Palomar y Vizcarra podemos encontrar la esencia de una corriente de pensamiento, que en México siempre ha luchado con una ideología o una tendencia que contiene, básicamente, como religión la católica y como ideología política el conservadurismo en su más ortodoxa faceta […] De su boca salieron los discursos más incendiarios, y de su cabeza los planes de organización y los manifiestos más importantes; ello nos lleva a concluir que fue un pilar importantísimo en el campo de la lucha de los católicos por controlar el poder”.
Antonio Rius Facius: “Las generaciones actuales poco o nada saben de este gran mexicano. Sólo figuran en el calendario oficial los personajes que han estado al servicio o vinculados con los gobiernos de la revolución; nunca aquellos que, fundados en su derecho, fueron sus adversarios. Y el licenciado Miguel Palomar y Vizcarra sostuvo su postura ideológica sin que persecuciones, graves amenazas e ingratitudes le hicieran variar un ápice su catolicismo integral y sus arraigados conceptos sobre la patria. Don Miguel, ciertamente, es un modelo de ciudadano que no debe ser desperdiciado por los que tienen en sus manos el destino de México”.
Agustín Yáñez: “[...] Del erudito Palomar y Vizcarra, forjador de casi toda la juventud católica [mexicana]”.


Referencias
  1. Alicia Olivera de Bonfil, Miguel Palomar y Vizcarra y su interpretación del Conflicto Religioso de 1926, México, INAH, 1970, serie Archivo Sonoro, núm. 2, p. 9. ↩︎

  2. Ibid., p. 10. ↩︎

  3. Enrique Lira Soria, Miguel Palomar y Vizcarra. Católico militante (1880-1968), Guadalajara, Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara, Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara, 2010, p. 33. ↩︎

  4. Antonio Rius Facius, En mi sillón de lectura, Guadalajara, Asociación Pro Cultura, 2002, p. 175. ↩︎

  5. Olivera de Bonfil, op. cit., p. 49. ↩︎