Guadalajara de Indias

Raíces prehispánicas

La aparición de los primeros pobladores en las tierras del actual estado de Jalisco se puede aproximar “hace más de 15 mil años, mucho antes de que hubiera agricultura, hombres y mujeres nómadas encontraron en algunos parajes del actual estado de Jalisco condiciones propias para sobrevivir deambulando tan sólo por un territorio determinado y relativamente pequeño”.1

La anterior aseveración se basa en los vestigios de restos humanos y de animales encontrados junto a otros objetos manufacturados en las lagunas de Zacoalco y Chapala, entonces unidas entre sí. Y una vez

establecidos los indígenas siguiendo las corrientes de los ríos, en torno de los lagos y en la proximidad del mar, éstos en busca de la sal, reconocida desde tiempos remotos como indispensable para la vida, no lograron formar fuertes nacionalidades: reconocieron por jefes a sus guerreros sobresalientes; vivían en rancherías inmediatas y hasta promiscuamente, produciendo cruzamientos o mixturas de lenguaje y formas dialectales, que nos confunden su individualización.2

Así pues, ¿quiénes fueron estas etnias que habitaron los actuales estados de Jalisco y de Colima? Algunos historiadores señalan que a la llegada de los españoles había cuatro grandes monarquías o hueytla-toanazgos, a saber: Colima, Tonalá, Xalisco y Aztlán, “que se extendían de Sur a Norte siguiendo el orden de su enumeración”.3 Pero ni constituían la supuesta confederación chimalhuacana, ni eran toltecas ni mayas o tecos, y tampoco la influencia purépecha fue tan determinante, como lo argumentó Juan Rulfo:

El arte de occidente, es decir, el de Colima, Nayarit, Jalisco, es mucho más rico en manifestaciones culturales que el tarasco. Ellos, fuera de unos montículos situados en Tzintzuntzan, llamados como ellos quieran llamarlos, carecen de la portentosa sabiduría de los artífices de Colima. Su cerámica es infinitamente pobre, inferior a la imaginería de Colima, Jalisco y Nayarit. Ésta sólo comparable a la azteca, tolteca o teotihuacana o a la de algunas culturas del Golfo. No por eso se llega al grado de definirla influenciada por aquellas culturas. Su formación es original y única […]4

Y Rulfo concluye que fueron una de las siete tribus que vinieron de Aztlán, quedándose en estas tierras por cansancio o porque creyeron que sus dioses así lo ordenaban. Y aporta como prueba para tal aseveración, la posibilidad de que hayan hablado náhuatl, ya que la mayoría de los topónimos de estos lugares son de dicho idioma.


Referencias
  1. José María Murià, Breve Historia de Jalisco, Guadalajara, sep, Universidad de Guadalajara, 1988, p. 25. ↩︎

  2. José Ramírez Flores, Lenguas indígenas de Jalisco, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1980, p. 11. ↩︎

  3. José Luis Razo Zaragoza, Conquista hispánica de las provincias de los tebles chicihimecas de la América Septentrional, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1988, pp. 13-14. Los autores citados son: Pérez Verdía, López Portillo y Rojas, Galindo, López Portillo y Weber y Páez Brotchie. ↩︎

  4. Juan Rulfo, “Donde quedó nuestra historia”, México, La Jornada, 17 de mayo de 1987, suplemento cultural, pp. 6-7. ↩︎