Los universitarios sin universidad

Ramírez Flores, José

Nació en Techaluta, Jalisco, el 19 de febrero de 1900. Fue hijo de los señores José Ramírez Villegas e Isaura Flores Ríos.

Realizó su instrucción elemental en distintos lugares: su madre le enseñó las primeras letras en su pueblo natal y en Atoyac asistió a la escuela de la profesora Sebastianita. Cuando tenía siete años murió su padre y se fue a radicar a Zacoalco, ahí se matriculó en la escuela municipal del Rey, y luego continuó su primaria en la escuela parroquial con el profesor Alcalá.

En 1909 se trasladó a Guadalajara, e ingresó al Colegio de la Inmaculada Concepción, atendido por los maristas. Ahí, el profesor Enrique Fumeaux despertó en él decididamente su vocación por la historia. Continuó su formación en el Instituto de San José de los jesuitas, y al ser clausurado el Instituto por los carrancistas en 1914, se matriculó en la Universidad de Morelos y luego pasó al Liceo Occidental. Finalmente ingresó a la Escuela Preparatoria de Jalisco, la cual entonces dirigía el arquitecto Agustín Basave.

Sus estudios los realizó en tiempos de gran agitación revolucionaria; él mismo refería que durante la estancia del general Francisco Villa en Guadalajara, él –niño aún– andaba husmeando en su cuartel, y que el general “lo pepenó” del cuello: “Sus manos –evocaba– eran como las de un niño: gordas y lisas”.1

En 1920 se vio obligado a suspender sus estudios, ya que tuvo que ir a atender dos ranchos y dos potreros de su familia, en el municipio de Zacoalco de Torres. Durante dieciséis años cultivó la tierra y su pasión por la historia en la tranquilidad del campo jalisciense.

En 1936 regresó a Guadalajara, y entonces se dedicó al magisterio y a la investigación histórica, convirtiéndose en un consumado bibliófilo.

Durante cincuenta años dio clases de Historia de México en la Secundaria del Estado número 3 para Varones, e impartió la misma asignatura en el Instituto de Ciencias durante diez años, y en la Escuela Normal Superior para Señoritas.

En la Universidad de Guadalajara fue catedrático de la Escuela de Letras y Artes en el ciclo escolar 1952-1953; e impartió Náhuatl en la Facultad de Filosofía y Letras; y de 1952 a 1958 dio clases de Historia de Jalisco en los cursos de verano en la Escuela de Artes Plásticas, que organizó el licenciado José Guadalupe Zuno.

Sobre su estilo magisterial, Fernán Gabriel Santoscoy escribió:

Sus alumnos lo recuerdan como un expositor sencillo y ameno. Nunca buscó el lucimiento propio. Al describir a nuestros héroes o acontecimientos históricos importantes, jamás utilizaba términos rebuscados o ampulosos, ni repetía las frases de cajón, tan comunes en los textos de nuestra historia patria, sino que empleaba un estilo personal anecdótico, salpicado con comentarios agudos que brotaban de su claro sentido del humor –que conservó hasta los últimos días de su vida– procurando así concentrar la atención de sus discípulos y a la vez avivar en ellos el interés por conocer la verdad de los principales hechos realizados en nuestro territorio. Además de identificar plenamente a los personajes centrales, se detenía en detalles curiosos acerca de personas secundarias, enmarcándolo todo dentro del ambiente peculiar de cada época, a fin de que los pudiesen recordar con facilidad.2

Se caracterizó por descubrir, cultivar e impulsar vocaciones juveniles intelectuales. Según Emmanuel Carballo, él envió a El Colegio de México a los historiadores Luis González y González y Moisés González Navarro.

El canónigo José de Jesús Jiménez evocó así su mecenazgo intelectual:

Junto con la labor docente, ha ejercido otra, verdaderamente notable y benéfica, la de orientar a los estudiantes en la tarea ardua de la investigación. Su biblioteca, rica en antiguas ediciones, riquísima en folletería y en documentación ha estado abierta a nuevos investigadores, quienes han recibido, además sus sabias orientaciones. Pero no sólo los noveles historiadores, sino los macizos investigadores han encontrado generosa, sabia y eficaz colaboración en él. Con razón Jean Meyer ha llamado a don José, con agradecimiento porque él ha saboreado su exquisita generosidad, ‘la providencia de los investigadores de Guadalajara’.3

Su labor historiográfica la dedicó fundamentalmente a la historia regional, escribió o editó: La Arqueología en el Sur de Jalisco (1935); Tonalá. Ayer y Hoy del presbítero Jaime de Anesagasti y Llamas; preparó la edición y presentó la biografía del autor (1941); Chapala y su curato hasta el siglo xviii (1943); La tarasca y los tarascos (1943); Descripción de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, en las Indias de la Nueva España. Crónica del Siglo xvi de fray Diego Muñoz; él consiguió el texto y lo editó en 1943 con un prólogo; Centenario de la imprenta en Lagos, Jalisco (1950); Zacoalco. Estudio etimológico (1951); Notas para una crónica de la Congregación de Padres Oblatos de Nuestro Salvador, fundada en el hoy desaparecido Santuario de Nuestra Señora de la Soledad, de la ciudad de Guadalajara, capital que fue de la Nueva Galicia (1951); El Real Consulado de Guadalajara. Notas históricas (1952); Notas sobre el idioma huichol (1952); Sobre la Nueva Galicia de Arregui(1953);Un mapa jalisciense del siglo xvi (Tierras de Chiquilistlán) (1958); Las lenguas indígenas de Jalisco –incluye un mapa– (1958); Aventuras por mar y tierra durante la intervención francesa, de Ignacio Manuel Altamirano, lo reeditó y aclaró que el seudónimo “Próspero” con el que se publicó en 1868 corresponde a Altamirano (1959); Matrimonios indígenas de Zacoalco (1960); Los tochos de Jalisco (1964); iajes de fray Alonso Ponce al Occidente de México; hizo la selección de textos (1968); Los tecos (1968); La etimología de Colima en dos viejas cartas que por haberse extraviado hoy se publican (1968); El Gobierno Insurgente en Guadalajara. 1810-1811 (1969); Anocano, una toponimia náhuatl (1977); En homenaje a D. José Ramírez Flores, providencia de los investigadores de Guadalajara, publicamos diez documentos de su propiedad, L’Ordinaire du mexicaniste, Universidad de Perpignan, Francia (1979); y El creador de la humanidad según los nahoas (1982).

Sus estudios, artículos y ensayos fueron publicados por los siguientes periódicos y revistas: Boletín de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Estudios Históricos, Et Caetera, Prisma, Humanitas, Gaceta de Guadalajara, El Informador y El Occidental, entre otros.

Su biógrafo, Fernán Gabriel Santoscoy Faudón, hizo un catálogo de 50 fichas bibliográficas de sus libros, folletos, prólogos y artículos periodísticos, entre los cuales están: La Universidad de Guadalajara. El Seminario Conciliar; Un estudiante petrimete con sangre bélica; Estampa de Guadalajara en 1823-1824; Hispanofobia en el Congreso de Jalisco por 1824; El separatismo de Zapotlán el Grande; Noticias históricas. José Antonio Torres; Batalla del 4 de noviembre de 1810; El insurgente Juan José Díaz; El general don Antonio López de Santa Anna visita a Guadalajara; La Universidad de Guadalajara. Sus primeros alumnos distinguidos.

Además realizó importantes aportaciones a la arqueología de la región; coleccionó varias piezas arqueológicas y geológicas, que él iba rescatando durante sus caminatas en la zona comprendida entre Zacoalco y Sayula. En febrero de 1956 adquirió en una subasta el famoso hueso sacro de Tequizquiac, pieza de camélido fósil, descubierta en 1870 en el Valle de México; luego de identificarlo, lo donó al Museo Nacional de Antropología.

Entre las múltiples reuniones académicas y científicas en las que participó están: las reuniones de discusión sobre Manuel Lozada, efectuadas en Tepic, Nayarit, en 1950; la mesa redonda que organizó la Sociedad Mexicana de Antropología en San Luis Potosí, en 1963, en la cual disertó sobre “El complejo lingüístico en Los Altos de Jalisco”; y fue presidente del Primer Encuentro de Investigación Jalisciense, Economía y Sociedad, celebrado en Guadalajara en 1981.

Algunas de las conferencias que dictó fueron “El apostolado de los religiosos en el Nuevo Reino de Galicia” (1919); “La historiografía en Jalisco” (1958); “El matrimonio entre los indígenas de Zacoalco, Jalisco” (1960); y “La Revolución Maderista en Guadalajara” (1977).

El 16 de agosto de 1929, junto con el licenciado Agustín Yáñez y el profesor José Cornejo Franco, ingresó a la Sociedad de Geografía y Estadística; fue socio muy entusiasta del Centro de Estudios Históricos Fray Antonio Tello, que impulsó el doctor Luis Medina Ascensio, a quien ofreció su casa-biblioteca de la calle Enrique González Martínez, para que se realizaran sus sesiones.

Las distinciones y homenajes que recibió fueron: el Premio Jalisco 1958, en la rama de letras por su obra Las lenguas indígenas de Jalisco; el Primer Premio Municipal de Ensayo, 1968, por su libro El Gobierno Insurgente de Guadalajara, 1810-1811. El 17 de marzo de 1975 lo homenajeó la comunidad de la Escuela Secundaria número 3 de Varones por sus cincuenta años de labor docente; el 17 de noviembre de 1979, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección Jalisco, para conmemorar sus cincuenta años de membresía, lo designó presidente vitalicio e impuso su nombre a unos cursos de divulgación histórica; y el 19 de marzo de 1980 recibió el homenaje del Centro de Estudios Históricos Fray Antonio Tello, con motivo de su jubileo áureo de historiador.

En el plano asistencial dio alojamiento en su casa a jóvenes fuereños de escasos recursos, para que pudieran continuar sus estudios en la Universidad de Guadalajara.

El 30 de agosto de 1983 falleció en Guadalajara y fue inhumado en el Panteón de Mezquitán.

La Sociedad de Geografía y Estadística de Jalisco y el Ayuntamiento de Techaluta le rindieron un homenaje el 17 de febrero de 1991, y se develó una placa en su honor en la escuela primaria del lugar.

Juicios y testimonios

José de Jesús Jiménez López: “Su vida entera ha estado entregada con amor, con dedicación a la investigación histórica regional, a la docencia de la misma y a ser guía y generosa ayuda para los que cultivan esa ciencia y acuden a él. A la posteridad entrega un ejemplo generoso y una labor histórica valiosa. Esta no ha sido la del repetidor fácil de datos encontrados en el libro y la enciclopedia, sino la del historiador de vocación, que por el camino arduo de la investigación descubre el pasado. La historia de Jalisco le debe el esclarecimiento de temas desconocidos o brumosos”.


José Rosario Ramírez: “Su vocación de bibliófilo, bibliómano, escritor, investigador, conferencista, maestro, se puede resumir en una sencilla frase: amigo de los libros y de las gentes”.


Fernán Gabriel Santoscoy Faudón: “A sus antiguos alumnos procuraba despertarles el gusto por la lectura como hábito, y conforme descubría cada uno sus naturales inclinaciones por la poesía, el cuento o el ensayo, o bien, por el estudio formal de nuestra historia, el profesor Ramírez Flores los iba familiarizando con los mejores escritores, aconsejándoles sobre los métodos y técnicas a seguir, alentándoles en sus incipientes proyectos para asegurar su realización. En esta loable tarea, aunque la gran mayoría desertaran a la mitad del camino, le bastaba que acrecentaran la afición por la historia o por alguna de sus ciencias auxiliares y que afianzaran al menos, un gran amor por los libros”.


Referencias
  1. Charla informal con Arturo Gómez Espinosa de los Monteros, julio de 1977. ↩︎

  2. Fernán Gabriel Santoscoy, “Facetas de la personalidad de don José Ramírez Flores”, Estudios Históricos, Guadalajara, núm. 27, tercera época, pp. 73-83. ↩︎

  3. José de Jesús Jiménez, “La labor historiográfica del profesor José Ramírez Flores. Su biografía”, Estudios Históricos, Guadalajara, núm. 14, tercera época, s.f., p. 55. ↩︎