Desarrollo histórico (1951-1975)
Recepción al presidente Gustavo Díaz Ordaz (1966)
El 1° de julio la Universidad recibió la visita del presidente de la república Gustavo Díaz Ordaz, a quien le expresó el rector en su discurso de bienvenida:
Como usted, señor presidente, así concebimos el sentido revolucionario de la educación superior, en la afanosa búsqueda de la justicia social. Practicamos su doctrina en esta Universidad al mantener la libertad de cátedra como permanente apego al apotegma juarista inspirando en los educandos el deseo imperecedero de ser libres en lo individual y como grupo humano; libres dentro y fuera de sí mismos; libres por sus actos y por la fructífera discusión de sus ideas.
[…] No se requiere usar la toga y el birrete y trascurrir cotidianamente por los salones de la cátedra, para ser llamado maestro. Su señoría, dentro del aula de la patria, ocupa ese honroso sitial, con un responsabilidad aún más grave, pero mucho más que en lo que a cualquiera de este claustro nos concierne.1
En su discurso el presidente de la república propuso estudiar la forma para que las universidades constituyeran su propio patrimonio, si bien con el apoyo del gobierno federal. Enseguida señaló que estaban equivocados los que pensaban que la batalla de la juventud la había perdido la revolución. Y agregó:
Es difícil para el joven comprender el pensamiento del hombre maduro o más allá de la madurez, es difícil que éste comprenda el pensamiento del joven. La diferencia de edades abre un abismo de incomprensión que muchas veces es difícil salvar. Pero nosotros los viejos, tenemos la obligación de comprender a los jóvenes y tenemos, además, mayor preparación para hacerlo, porque nosotros ya somos viejos en tanto que los jóvenes todavía no lo han sido.
[…] Entonces, es a nosotros a quienes corresponde un mayor esfuerzo, un espíritu más amplio, para comprender a la juventud y entender cómo y a dónde van sus manifestaciones no siempre correctas, muchas veces erróneas y equivocadas. Pero tenemos fe, porque la experiencia nos la ha dado de que la juventud sabe corregir los errores cuando se le muestran […]
[…] No pretendo decir un discurso en tono doctoral, porque me sabe mejor hablar fraternalmente sintiéndome no un maestro, título que tan generosa e inmerecidamente se me otorga, sino, charlando, un viejo estudiante que tiene muchos años de serlo, que pasa por la vida ansioso de aprender y que algo va aprendiendo cada vez que conoce a un hombre más o se pone en contacto con un paisaje distinto […]2