Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Rodríguez Castillo, Dionisio

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 3 de abril de 1810. Fueron sus padres los señores Mariano Rodríguez y Antonia Castillo, familia propietaria de grandes recursos económicos. Realizó sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1827, en el Seminario Conciliar.

Ingresó al Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco para cursar Jurisprudencia; el 11 de marzo de 1831, el administrador-tesorero de la extinguida Universidad de Guadalajara le expidió una certificación para que se le nombrasen examinadores, con el fin de obtener calificación supletoria, y habiendo encontrado la suficiencia necesaria, se le expidió el documento respectivo con el fin de que le sirviera de grados menores. Presentó su examen profesional ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado y el 30 de junio de 1835 recibió su título de abogado.

En el Ayuntamiento de Guadalajara fungió como secretario y más tarde, en 1839, integró la Junta Departamental que sustituyó al régimen estatal de la federación.

En 1842 fue electo diputado por Jalisco al Congreso Constituyente; en una semblanza anónima así se le describió:

D. Dionisio Rodríguez, licenciado
¿Es instruido? No lo sé
¿Diputado? Para nada...
¿Su prole? Es heredada
de Jesús, María y José. 1

Sin duda su obra predilecta fue la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara, la cual inició sus actividades los primeros años de la década de los cuarenta: “Fue iniciada por él; la realización del pensamiento se debió a sus esfuerzos, la dirección y conservación de ese utilísimo plantel, también fue él quien las procuró a toda costa; y mientras exista esa Escuela y aún si llega a desaparecer; será bendecido el nombre de Rodríguez”. 2

La Escuela perduró con ciertos intervalos –según datos de Ramiro Villaseñor– hasta 1930; y a partir de 1853 la dirigió el mismo Dionisio Rodríguez, hasta su fallecimiento.

En abril de 1845 falleció su padre, por lo cual quedó al frente del taller tipográfico y litográfico más importante de Guadalajara y uno de los mejores del país. Fue célebre la edición del “Calendario de Rodríguez”, que aún en el siglo xxi circula, si bien ya no con la difusión de entonces. Se calcula que llegó a imprimir alrededor de seiscientos títulos entre libros, folletos y hojas sueltas. 3

Empleó la imprenta para promover la educación popular, en consonancia con los esfuerzos de su amigo el educador Manuel López Cotilla. Además, los talleres tipográficos se convirtieron en “la mejor escuela del huérfano pobre, hallaron trabajo muchos, que además eran vestidos y alimentados por su generosa mano”. 4

En 1846 fue electo diputado local, y trabajó con gran entusiasmo con el fin de establecer la Penitenciaría del Estado, a cuya construcción contribuyó con dinero, porque siempre fue su preocupación evitar las causas de la criminalidad: “Visitaba con frecuencia los sitios del crimen reuniendo en su rededor a los presos, los adoctrinaba y consolaba con un lenguaje sencillo y lleno de bonhomía”. 5

Entre 1849 y 1850 viajó a Estados Unidos y Europa. Durante su itinerario observó los sistemas de asistencia social que se practicaban en esos países, para luego adaptarlos a sus obras de beneficencia en Guadalajara.

Con el obispo Diego Aranda colaboró para lograr el establecimiento en 1852 de las Hermanas de la Caridad, con el fin de que se encargaran del Hospital de Belén y del Hospicio Cabañas. Dicha congregación religiosa fue muy apreciada en México, al grado de que el decreto de exclaustración de todos los conventos del presidente Benito Juárez exceptuó a las Hermanas de la Caridad, con lo cual pudieron continuar sus labores humanitarias. También contribuyó en la reparación de los hospitales y templos de la ciudad.

Durante la Guerra de Reforma en 1860 Guadalajara fue sitiada por las tropas liberales, él asistió con donativos a las familias que habían huido a San Pedro Tlaquepaque y a las que se concentraron en la ciudad en el Templo de la Soledad. También invitó a los que tenían recursos, a comprar alimentos que escaseaban y se encarecían por el sitio, para repartirlos a los necesitados. Y durante la invasión francesa asistió a los enfermos y socorrió a sus familias que quedaban desamparadas.

En 1864, para atender la instrucción y beneficencia de la niñez, se fundó la Junta de Caridad de la cual fue nombrado presidente, función que desempeñó hasta sus últimos días; de la Junta dependía la Casa de Caridad de San Felipe Neri.

En 1870 colaboró activamente en la reforma del sistema penitenciario, y elaboró el reglamento interior de la Penitenciaría del Estado.

El 1° de mayo de 1877 falleció en Guadalajara en medio del sentimiento general, se calcula que a su funeral asistieron 15,000 personas, de las 80,000 que entonces tenía la ciudad, y fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén. En su honor se publicó Al Sr. Lic. D. Dionisio Rodríguez. Corona fúnebre a su preclara memoria, en la cual escribieron Rafael Arroyo, Jesús López Portillo y Trinidad Verea, entre otros. Al día siguiente de su deceso, el Congreso del Estado lo declaró benemérito del estado de Jalisco. Una calle de Guadalajara lleva su nombre. En el 2005 se estableció el Patronato del Premio Dionisio Rodríguez, para reconocer la trayectoria de los impresores jaliscienses.

Juicios y testimonios


Congreso del Estado de Jalisco: “En atención a las virtudes cívicas, inmensos servicios a la instrucción pública, a las artes, a las ciencias y a la humanidad [que] prestó durante su vida el ciudadano licenciado Dionisio Rodríguez; a su filantropía y al desprendimiento que siempre le caracterizó [...]”.


Luis de la Torre Ruiz: “Es un Juan Bosco laico que ama la niñez y la juventud de las clases más desamparadas y se preocupa por su educación”.


Joaquín Romo de Vivar: “Como hombre religioso por convicción, practicaba la caridad, habiendo sido en muchos casos condicional la pensión al anciano o a la viuda, a no publicarlos jamás. Era enemigo de sentar plaza de filántropo”.


Francisco Sosa: “No es únicamente la memoria de los sabios y de los artistas la que debemos honrar. El hombre que pasa sobre la tierra haciendo el bien, aliviando las penas de sus semejantes, merece recordación, y ser tenido como ejemplo [...] Rodríguez no fue casado; su familia la constituían los pobres, los desgraciados. Verdadero tipo del filántropo, largas páginas habría que llenar si se tratara de decir todos y cada uno de sus notabilísimos hechos”.


Referencias
  1. Noriega, op. cit., p. 113. ↩︎

  2. Sosa, op. cit., p. 534. ↩︎

  3. José de Jesús Parada Tovar, “Benemérito de Jalisco. Dionisio Rodríguez, a 200 años de su natalicio”, Semanario, Guadalajara, Arquidiócesis de Guadalajara, 21 de marzo de 2010, p. 27. ↩︎

  4. Romo de Vivar, op. cit.,, p. 99. ↩︎

  5. Alfonso Manuel Castañeda, “El licenciado Dionisio Rodríguez, filántropo y patriota tapatío”, El Informador, Guadalajara, 1981. ↩︎