Hacia el primer milenio de las universidades

Universidad de París

En contraposición con la Universidad de Bolonia, se originó la universidad parisina como prototipo de las universitas magistrorum.

En el Monte de Santa Genoveva de París se dio el magisterio peripatético del bretón Pedro Abelardo, quien en sus enseñanzas combatió los excesos de las dos grandes corrientes filosóficas de la época: los idealistas y los nominalistas, erigiéndose como el precursor del inminente renacimiento intelectual, dado que “la grandeza de Abelardo reside esencialmente en su apasionada búsqueda de la verdad y en la absoluta integridad con que la persigue. Llevando sus enseñanzas a París –admirable centro político-geográfico–, el brillante maestro atrajo a su alrededor a innumerables estudiantes”.1

La hazaña intelectual de Abelardo coincidió con el despegue de la universidad parisina, a partir de las escuelas conventuales de Saint-Denis y de San Víctor, y de la establecida en la Catedral de Notre Dame. Para 1205, el canónigo Robert de Sorbon fundó en la Universidad de París un colegio para estudiantes pobres de Teología, con lo cual originó la futura Universidad Sorbona.

La escuela catedralicia, dado su alto nivel académico y las facilidades que daba a los estudiantes –quienes eran recibidos en las casas de los mismos canónigos–, incrementó enormemente su población escolar, por lo que el arzobispo y el Cabildo de Canónigos limitaron drásticamente el acceso de los escolares externos por los desórdenes que ocasionaban.

Ante ello se dio una fuerte migración de estudiantes a la ribera izquierda del río Sena, y se establecieron varias escuelas en el Monte de Santa Genoveva, donde se ubicaba la Abadía de San Víctor de los canónigos regulares, que les abrieron sus claustros. Esto hizo reaccionar al chancelier de la Catedral, negándoles el derecho a otorgar la licentia docendi.

Así, la Universitas de París fue una consecuencia natural y previsible del funcionamiento de su ya célebre escuela catedralicia. Algunas circunstancias, sin embargo, hicieron que el studium parisino adoptara rasgos característicos propios.

A diferencia de Bolonia, París no era una ciudad independiente –civitas sibi príncipes–, sino la ciudad capital del reino de Francia, y sede de un importante arzobispado. Además, la tradición de sus escuelas imprimió una especial vocación al studium: “En París no se estudiaba Derecho; su orientación era otra: era el studium princeps en Lógica, Dialéctica y, particularmente en Teología”.2

A esta Universidad acudieron una gran cantidad de estudiantes y también se debatió sobre las potestades pontificia e imperial.


Referencias
  1. Alberto Jiménez, op. cit., p. 40. ↩︎

  2. Tamayo y Salmorán, op. cit., p. 71. ↩︎