Los universitarios sin universidad

Vázquez Cisneros, Pedro Elías

Nació en Tapalpa, Jalisco, el 22 de febrero de 1895. Fueron sus padres los señores Mercedes Cisneros Nieto y Pedro Vázquez Gómez.

En su pueblo natal cursó la primaria, luego se trasladó a Guadalajara e ingresó al Seminario Conciliar, donde hizo estudios de humanidades. En la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara realizó su carrera profesional, y en 1916 recibió su título de abogado. Por esos años sus compañeros de estudios lo tenían “como un talento de excepción”.1

Se caracterizó como un militante muy activo del catolicismo social en Jalisco; así, en 1917 fundó el semanario La Época, considerado como muy influyente por esos años.

Al organizarse en 1916 la acjm en Guadalajara, se realizaron elecciones para presidente del Comité Regional, y resultó triunfador, había ganado a Anacleto González Flores y a Efraín González Luna. Durante varios periodos presidió dicha asociación.

Por su valor y sus méritos en favor de la defensa de la fe católica, el papa Benedicto XV lo condecoró con la Orden Pontificia de San Gregorio Magno, la distinción la recibió durante el Primer Congreso Regional de la Unión Diocesana de Guadalajara, celebrado en enero de 1920. En el discurso de colación de la Orden, el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez expresó: “El premio con que ha sido honrado el pecho de este valiente luchador, quede prendido también en el pecho de todos los esclarecidos socios de las huestes juveniles de esta región y sintetice los legítimos triunfos conquistados en la brega cristiana de ayer”.2

Al iniciar el conflicto armado de la Cristiada, y siendo además simpatizante del vaconcelismo, se tuvo que exilar en Estados Unidos. No reapareció en la vida pública de México sino hasta en la década de los cuarenta.

De 1944 a 1948 dirigió el periódico El Occidental de Guadalajara, el cual se fundó para hacerle la competencia a El Informador. Consiguió como articulistas y editorialistas a Juan José Arreola, Antonio Alatorre, Alfonso de Alba Martín, José Cornejo Franco, y entre otros al fotógrafo Juan Víctor Arauz. Al ser adquirido el periódico por el gobiernista coronel José García Valseca, su suerte estaba decidida, así que renunció.

Sin ser militante del pan, fue en 1946 candidato externo al Senado de la república por Jalisco; llevó como compañero de fórmula a Juan Palomar y Arias. Muy pronto se distanció del pan, a quien acusó de “neoporfirista”, por su posición ante el régimen del presidente de la república Miguel Alemán.

En 1950 hizo la valiente defensa del patrimonio virreinal de Guadalajara, ante la demolición del antiguo Palacio Episcopal. Se enfrentó al gremio de Ingenieros y Arquitectos de Guadalajara, A. C., al gobernador Jesús González Gallo y a los “católicos colaboracionistas”, pues le parecía inconcebible el silencio del arzobispo José Garibi Rivera. Pero todo fue en vano y el histórico edificio fue destruido.

Durante el periodo gubernamental del citado licenciado Jesús González Gallo, en un día de elecciones casualmente se encontró con el gobernador, quien lo saludó con el sobrenombre juvenil de “Borrega”, justamente en los alrededores del Templo Expiatorio, frente al cual había una serie de casas de escaso valor estético. Entonces Vázquez Cisneros le espetó al gobernador:

–¿De veras es usted muy hombre?
–Por supuesto que lo soy –contestó el gobernador–.
–Pues voy a que no se anima a tumbar estas casas, para que la arquitectura del Templo Expiatorio luzca como Dios manda.3

El licenciado González Gallo aceptó el reto, y fue así como se construyó una de sus plazas más significativas de Guadalajara.

En 1952, al ser atacado por medio de volantes el candidato presidencial del pan, Efraín González Luna, como el causante de la aprehensión y ejecución de Anacleto González Flores, Pedro Vázquez y otros expresidentes diocesanos de la acjm publicaron un desplegado en el cual desmentían las acusaciones.

En 1953 publicó su libro Balas perdidas, con la idea “[…] de salvar del fatídico cesto y de la completa inutilidad algunos tiros al blanco que, por angas o por mangas, no alcanzaron los honores de la publicación de los periódicos a que fueron destinados, y que por eso pasaron a ser balas perdidas que, Dios lo quiera, podrán ahora dar en alguna parte y ser de algún provecho”. 4

La obra se divide en un juramento, tríptico escolar, post scriptum y varios apéndices.

Al constituirse la Unión Nacional de Padres de Familia se convirtió en su ideólogo principal, con sus críticas sensatas y llenas de entereza moral a las políticas educativas del gobierno federal.

Por sus posiciones ideológicas fue calificado de “reaccionario” o de “ideólogo de los mochos”. Se le atacó y se le denigró, como lo hizo José Montes de Oca al apodarlo como la “Borrega Furfurris”, pero nadie le debatió sus argumentos, más aún “nunca nadie lo acusó de vender su pluma”.5

En el periódico Excélsior de la Ciudad de México, publicó una serie de artículos de carácter idiomático, con el seudónimo de “P. D’Agogo”. En ellos arremetió contra la “inefable” campaña de depuración del idioma nacional que promovía la Secretaría de Educación Pública, y en 1957 la serie se vio suspendida por “una atenta invitación” de las autoridades educativas federales.

En 1964 completó la serie de artículos idiomáticos, y los publicó en la Editorial Jus con el título ¡Depurando el idioma!, situación que define como “ajusticiamiento de un atentado inverosímil contra la gramática y contra la sindéresis, cometida por la ignorancia y la estulticia enseñantes”.6

Realizó la compilación, el ordenamiento, las anotaciones y el prólogo de las Obras de Efraín González Luna en ocho tomos. Desde el 10 de septiembre de 1968 anunciaba a los militantes del pan de Guadalajara la conclusión de su trabajo. Sin embargo la publicación fue hecha por la Editorial Jus hasta los años de 1974-1977.

Sin abandonar sus ideales y sin acomodarse nunca a las nóminas gobiernistas, como lo hicieron otros periodistas y escritores, continuó disparando sus “balas perdidas” desde su columna periodística “Observatorio”. Falleció en Guadalajara en 1969.

Juicios y testimonios

Juan José Doñán: “El hermoso mapa espiritual de la Guadalajara de 1930, que Agustín Yáñez trazó hacia 1940, dando santo y seña del parnaso y el ateneo tapatíos, adolece, sin embargo, de algunas omisiones notables. Una de las más relevantes corresponde a un hombre de una pieza, a un bravo intelectual que, al igual que él, había luchado contra el movimiento jacobino que, desde las más altas esferas del poder, se recrudeció en nuestro país durante la segunda mitad de los diez y casi todo el decenio de los veinte. Este antiguo compañero de viaje del joven Yáñez, respondía al nombre de Pedro Vázquez Cisneros y, a diferencia de aquél, nunca abandonó su trinchera original”.


Antonio Rius Facius: “El infatigable luchador católico [René Capistrán Garza] cerraba, con su desaparición, un capítulo polémico en la historia de la Iglesia en México. Y me vino a la memoria aquel sentido artículo que escribió en honor de su fraternal amigo y compañero, Pedro Vázquez, cuando éste murió tras largos y penosos años de distanciamiento por divergencias de criterio político”.


Referencias
  1. Juan José Doñán, Oblatos-Colonias. Andanzas tapatías, Guadalajara, Campo Raso, 2001, p. 151. ↩︎

  2. Camberos, op. cit., p. 291. ↩︎

  3. Enrique Varela, Conferencia “El cardenal José Garibi Rivera y el Templo Expiatorio”, 12-VIII-2005. ↩︎

  4. Pedro Vázquez Cisneros, Balas perdidas, México: Ed. del autor, 1953, p. 9. ↩︎

  5. Doñán, Oblatos…, p. 154. ↩︎

  6. Ibid., loc. cit ↩︎