Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Verdía Bravo, José Luis

Nació en Tepic, población de la Intendencia de Guadalajara, el 19 de agosto de 1798. Fueron sus padres los señores José Antonio Verdía y Margarita Bravo, su padre fue piloto de la Real Armada Española, descendiente de los conquistadores.

De sus primeros años, “cuando a fines de 1810, ocupó Tepic el valiente y desgraciado cura Mercado, él lo vio entrar y refería en su ancianidad tal acontecimiento con sus más insignificantes detalles”.1 También fue testigo de la represión realista, que le causó
una honda impresión. A pesar de que su padre estuvo a punto de ser ejecutado durante la guerra de independencia, simpatizó siempre con el movimiento insurgente.

Inició la instrucción elemental en su ciudad natal y en 1806 se trasladó a Guadalajara para finalizarla. El 28 de marzo de 1813 ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, ahí estudió Latín y realizó el Curso de Artes impartido por el doctor José Domingo Cumplido; sus compañeros de estudios fueron Manuel López Cotilla y Pedro Támez, entre otros. Sustentó brillantes actos en Filosofía y Física y continuó la carrera eclesiástica con los cursos de Teología y Cánones.

El 2 de junio de 1817 se examinó en Artes en la Real Universidad de Guadalajara y recibió el grado de bachiller, que le otorgó el doctor Juan Nepomuceno Cumplido. No tenemos otros registros de sus estudios en la Universidad ni su biógrafo Pérez Verdía los señala, pero es de suponer que cursó la carrera de Jurisprudencia, ya que al presentarse como opositor a una cátedra del Seminario y al eludírsele sutilmente su seguro triunfo, el doctor Toribio González le aconsejó que se recibiera, lo cual hizo el 2 de junio de 1825, al presentar su examen ante el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco, quien le otorgó por aclamación el título de abogado.

Se desempeñó como catedrático interino del Curso de Artes del Seminario y el 2 de febrero de 1824, en la villa de Zapopan, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas lo ordenó sacerdote negándose por su modestia a celebrar el tradicional cantamisa.

De 1824 a 1825 fungió como promotor fiscal de la fe, pero renunció al oponerse a la excomunión de Anastasio Cañedo, quien en la revista La Estrella Polar había publicado un artículo censurando los abusos del clero. El doctor Francisco Severo Maldonado apoyó la argumentación de Verdía, a quien llamó “El distinguido y sabio joven Verdía”. 2

Al fundarse el Instituto de Ciencias en 1826, el gobernador del estado, Prisciliano Sánchez, lo nombró catedrático de Filosofía Moral, de Historia y Disciplina Eclesiástica y de Derecho Canónico. Como maestro actuó con gran entusiasmo y sabiduría, aconsejó y prestó ayuda a sus discípulos, como fue el caso de Mariano Otero. Y fungió como catedrático hasta 1834, año en que se clausuró el Instituto de Ciencias.

En 1828 fue electo senador por Jalisco y en 1839 diputado al Congreso Nacional por un distrito de Guadalajara; en 1845 fue nuevamente electo senador y, por tercera vez, en 1848 se negó a ocupar estos cargos: “[…] Porque, amantísimo de su independencia personal y enemigo de mezclarse en cuestiones políticas, por más que siempre tuvo sus opiniones acerca de ellas, jamás quiso aceptar empleo alguno que no fuera del ramo de instrucción pública”. 3

El 5 de marzo de 1832 el gobernador del estado José Ignacio Cañedo lo nombró miembro de la Comisión Redactora del Proyecto de Código Civil, en la cual trabajó con ahínco; para inicios de 1833 presentó al Congreso el libro primero del Código, con una brillante exposición exclusiva de Verdía: “[…] Apartándose del espíritu tradicional tanto del puramente especulativo, con un tino y una sabiduría tales que hicieron de ese primer ensayo uno de los más importantes monumentos jurídicos de nuestra legislación”. 4

Lamentablemente el cambio al sistema centralista dio fin a los trabajos de la comisión codificadora.

En 1841 impartió la bendición al principio de la construcción de la fábrica Prosperidad de Jalisco, en Atemajac, considerada como la primera industria de importancia en Guadalajara.

El 13 de enero de 1842 ingresó como medio racionero al Cabildo de la Catedral.

En 1842 fue electo diputado al Congreso Constituyente y se unió a la labor legislativa en favor del federalismo. Así lo caracterizaron en una semblanza rimada anónima de los legisladores de Jalisco:

D. Luis Verdía, prebendado.
Mucho desconfiar debemos
aunque algunos hablan bien
porque es clérigo, y también.
canónigo, cuando menos. 5

El 15 de marzo de 1843, el general José María Jarero lo nombró rector del Colegio de San Juan Bautista. El 30 de enero de 1844, el cuerpo de profesores de Jalisco lo eligió presidente de la Junta Sub Directiva de Estudios y elaboró el plan de estudios, el cual fue sometido a la consideración de la Junta Directiva de Estudios de México, sin embargo, un nuevo cambio de régimen evitó su entrada en vigencia.

El 9 de mayo de 1845 fue nombrado racionero de la catedral. El 13 de agosto, el gobernador del estado Antonio Escobedo lo designó presidente de la Junta Patriótica, cuyo fin era recabar recursos para la recuperación de Texas. Su antiguo discípulo Mariano Otero le escribió una carta pidiéndole que aceptara el cargo de senador el 15 de noviembre de 1845:

Tengo la satisfacción de decir a usted que hoy y casi por unanimidad ha sido usted nombrado senador por la clase de [su] carrera distinguida. A mí esto me es satisfactorio bajo mil títulos: porque usted merece este honor; porque la República gana con la elección; porque honra a nuestro Departamento de Jalisco; y en fin porque me da esperanza, gratísima para mí, de volver a ver a usted. No piense usted pues, por Dios, en renunciar a no venir […] 6

A pesar de la emotiva misiva, fiel a sus convicciones, no aceptó el cargo.

El 30 de septiembre de 1847, el gobernador del estado Joaquín Angulo lo designó presidente del Instituto de Ciencias, aunque sólo retuvo el cargo el tiempo necesario para no desairar al gobernador.

Como canónigo, durante la invasión de Estados Unidos a México protestó enérgicamente contra la ocupación de los bienes eclesiásticos que trató de imponer Valentín Gómez Farías.

El 5 de mayo de 1848 nuevamente le escribió Mariano Otero comunicándole que la Cámara de Diputados lo eligió senador casi por unanimidad. Y a pesar de la insistencia de Otero, nuevamente rehusó la elección.

El 9 de junio de 1853 se le nombró canónigo de gracia, y en 1855, el gobernador del Departamento de Jalisco Santos Degollado, lo designó catedrático de Derecho Canónico en el Instituto de Ciencias.

Durante la Guerra de Reforma su situación fue sumamente complicada. En 1858 el general Francisco Casanova lo acusó de espionaje a favor de los liberales, fue hecho prisionero y se le desterró a una hacienda cercana a la ciudad. Una vez que regresó a Guadalajara, el 19 de julio de 1859, la comandancia militar lo inculpó junto con otros clérigos, entre los que estaban sus compañeros canónigos Fernando Díaz y Agustín de la Rosa, acusándolos de que

tomaban parte más o menos directa en las maquinaciones de los liberales, ya formando juntas clandestinas, ya recibiendo comisiones de los constitucionalistas, ya asociándose con los conspiradores y vertiendo especies alarmantes [...] Contestó el obispo [Pedro] Espinosa, que estaba muy al tanto de la buena conducta de los inculpados eclesiásticos Escobedo, Guerrero, Castro y Sánchez; que en cuanto a los demás ya dictaba las providencias propias del caso. 7

El 23 de agosto el Cabildo Eclesiástico de 1859 protestó contra la expedición de Leyes de Reforma.

A finales de 1860 fue electo provisor, vicario general y gobernador de la Diócesis de Guadalajara. Su elección fue confirmada por el obispo Pedro Espinosa, que había salido desterrado tras la derrota de los conservadores.

Al frente del Obispado de Guadalajara, durante la intervención francesa “[…] viendo comprometido el honor nacional, hizo esfuerzos ante el Venerable Cabildo para que se ofreciese su ayuda al gobierno, haciendo abstracciones políticas”. 8

Y así los canónigos ofrecieron su apoyo al presidente Benito Juárez, y firmaron una protesta contra los invasores. Actitud que reconoció el 30 de agosto de 1862 el mismo presidente Juárez al suprimir por decreto todos los Cabildos Eclesiásticos de la república, “con excepción del de Guadalajara por su patriótico comportamiento”. 9

El 26 de julio de 1864 fue elevado a la dignidad de chantre de la Catedral, a su vez rechazó la cruz de la Orden de Guadalupe que le ofreció el emperador Maximiliano I, ante lo cual José Cornejo Franco afirma:

No es de extrañar tampoco que un canónigo Verdía se opusiera rotundamente a recibir a Maximiliano; por eso no nos tocó la honorable visita: se opuso el Cabildo en recibirlo en Catedral bajo palio, como se acostumbraba a recibir a los señores emperadores, y por eso no llegó sino hasta las haciendas del “Burro de Oro”, para regresar sin atreverse a llegar a Guadalajara. 10

El 20 de julio de 1869 ascendió a arcediano y el 9 de marzo de 1871 a deán de la catedral, la máxima dignidad del Cabildo Eclesiástico.

A pesar de ser un notable latinista, canonista, matemático y literato, jamás quiso publicar alguna obra suya, incluso se negaba a que se imprimiera el notable discurso que sobre las facultades humanas pronunció en 1831, con motivo del aniversario del Instituto de Ciencias.

También fue miembro y presidente vitalicio de la Sociedad de Geografía y Estadística, capítulo de Guadalajara.

El 9 de septiembre de 1886 falleció en Guadalajara, y fue inhumado en el Panteón de Santa Paula de Belén; y el 11 del mismo mes y año el Partido Liberal, por medio del jefe de la zona militar Pedro Galván, dispuso que al funeral asistiera toda la oficialidad.

Su nombre está inscrito entre la nómina de los liberales jaliscienses en el Jardín de la Reforma –o de San José– de Guadalajara, y una calle de esta ciudad lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Juan Antonio de la Fuente: “Al sabio, al erudito y filósofo, al virtuoso sacerdote y excelente jurisconsulto, al señor licenciado don José Luis Verdía. Quien desea que su gran sabiduría sea más conocida; su erudición más útil, su filosofía más práctica; en suma, que no se oculte como un avaro el tesoro que posee y recuerde, por el contrario, que considerarlo como un depósito que tiene el deber de repartir entre los necesitados”.


Pedro Espinosa Dávalos: “Canónigo licenciado D. Luis Verdía cuyas amistades de preferencia son las de los liberales, inclinado a condescender con ellos, tal vez más de lo que se debiera, y sobre todo íntimo amigo de [Juan José Caserta]”.


Luis Pérez Verdía: “De ideas liberales, sin alarde de exageraciones, fue por las relaciones de la amistad que siempre tuvo con los más prominentes hombres de ese partido, un eficaz defensor de los que tenían opiniones contrarias, en los días en que la exaltación de las pasiones hacía fácilmente olvidar la justicia y el derecho [...] La mayor gloria de aquel virtuoso sacerdote consistió, en no haber faltado jamás a sus deberes, ni a las conveniencias sociales, ni al aprecio de sus numerosos amigos, ni a la confianza de nadie, a pesar de las críticas circunstancias de la época y no obstante la firmeza de sus opiniones. Era que la sinceridad de ellas, la franqueza de su carácter, la bondad de su corazón y la constante rectitud en todos sus actos inspiraban el más profundo respeto”.


Wolfgang Vogt: “Uno de los méritos principales de Verdía consiste en haber sido un mediador entre una iglesia tradicional y un estado moderno”.


Referencias
  1. Pérez Verdía, Biografías. José Luis Verdía…, p. 12. ↩︎

  2. Ibid., p. 17. ↩︎

  3. Ibid., p. 18. ↩︎

  4. Ibid., p. 21. ↩︎

  5. Noriega, op. cit., p. 112. ↩︎

  6. Ibid., pp. 18-19. ↩︎

  7. Cambre, op. cit., p. 274. ↩︎

  8. Pérez Verdía, Biografías. José Luis Verdía…, p. 29. ↩︎

  9. Ibid., p. 30. ↩︎

  10. José Cornejo Franco, “Intervención del señor profesor vitalicio de la Universidad de Guadalajara”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, tomo ii, 1985, p. 431. ↩︎