Los universitarios entre el Instituto y la Universidad

Verea y González, Francisco de Paula

Nació en Guadalajara, capital de la Intendencia del mismo nombre, el 14 de diciembre de 1813. Fueron sus padres los señores Benito Verea e Ignacia González de Hermosillo.

En el Seminario Conciliar de Guadalajara realizó sus estudios de Latín y el Curso de Artes, el cual concluyó en 1827 bajo la conducción del presbítero Arcadio Cairo. Se significó como un estudiante muy distinguido, por lo cual ganó beca por oposición y tras estudiar Teología, el 1° de marzo de 1837 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Diego Aranda.

El 14 de agosto de 1835 presentó los exámenes de estatuto y recibió el grado de licenciado en Derecho Civil en la Universidad Nacional de Guadalajara; el 24 de agosto inmediato se le confirió el doctorado y fue consiliario universitario. Agustín Rivera escribe: “Asistía a las procesiones y demás actos públicos de la Universidad con manto y beca, capelo y borla”. 1

Se desempeñó en su ciudad natal en los siguientes cargos: catedrático del Seminario Conciliar, cura de San José de Analco, prosecretario y secretario de la Mitra diocesana, director del Hospital de San Juan de Dios, provisor y vicario general de la Diócesis.

El 29 de enero de 1846 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero, y el 7 de enero de 1852 ganó por oposición la canonjía doctoral y ascendió a canónigo de gracia.

El 27 de junio de 1853 fue preconizado obispo de Linares en Nuevo León, y fue consagrado el 13 de noviembre del mismo año en la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe de la capital del país, por el arzobispo de México Lázaro de la Garza, y lo apadrinó el mismo presidente de la república Antonio López de Santa Anna, quien lo designó consejero de Estado y comendador de la Orden de Guadalupe. El 25 de diciembre de ese mismo año tomó posesión del Obispado en Monterrey, Nuevo León.

Al oponerse a las Leyes de Reforma de 1859, el gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri, lo expulsó de Monterrey, por lo que pasó a residir al Colegio de Guadalupe de Zacatecas, donde el coronel liberal Juan Zuazua le dirigió la siguiente nota:

Se le ha interceptado a V. S. Ilma. una carta, que de Guadalajara le manda el general Casanova. En la citada carta, insulta el reaccionario general a los valientes de Nuevo León, tratándoles de asesinos impíos y ladrones, termina por convidar a V. S. Ilma. para que pase a vivir a la citada ciudad, en el seno de su familia, en medio de sus numerosos amigos y protegido por un gobierno eminentemente paternal, religioso y justo, vivirá con tranquilidad. Y como yo deseo que V. S. Ilma. esté en paz y en completa seguridad, como lo desea Casanova, le prevengo que dentro de veinticuatro horas salga del Estado de Zacatecas […] 2

Así salió de Guadalupe con rumbo a Aguascalientes, para arribar finalmente a su ciudad natal. Y en febrero de 1861 acompañó solidariamente a los demás obispos mexicanos al destierro, aun cuando él no estaba entre los expulsados por las autoridades liberales.

En Roma obtuvo la erección del Vicariato Apostólico de Tamaulipas y recibió los títulos pontificios de patricio romano, prelado doméstico y asistente al Solio Pontificio. También viajó a Tierra Santa y a Praga, para visitar el sepulcro de san Juan Nepomuceno, patrono de los canónigos tapatíos y por quien tenía una gran admiración.

A finales de 1861 regresó a Nuevo León, y de inmediato reorganizó el Cabildo de la Catedral, restableció el Seminario, fundó dos casas de las Hermanas de la Caridad, abrió el Externado de Monterrey y el Colegio de San Juan Nepomuceno de Saltillo y emprendió la construcción de varias iglesias.

En 1866 viajó a la Ciudad de México junto con los demás obispos para tratar con el emperador Maximiliano I lo relativo al concordato, para que regulara las relaciones Iglesia-Estado. Y en 1870 se trasladó nuevamente a Roma para tomar parte en las sesiones del Concilio Vaticano I.

El 19 de septiembre de 1879 fue trasladado al Obispado de Puebla de los Ángeles y tomó posesión el 23 de enero de 1880.

Sus escritos publicados son básicamente cartas pastorales, circulares y un “Novísimo devocionario del glorioso protomártir del sigilo sacramental San Juan Nepomuceno, arreglado por un ilustre Prelado de la Iglesia Mexicana”.

Como ferviente devoto guadalupano se vio muy contrariado de que el historiador Joaquín García Icazbalceta no hiciera alusión a las apariciones del Tepeyac en la extraordinaria biografía del primer arzobispo de México fray Juan de Zumárraga. El 6 de febrero de 1880 expresaba: “Escribir la vida del venerable Zumárraga y omitir uno de los principales y más graves hechos que se le atribuyen, ¿qué supone? ¿Mala fe, ignorancia, miedo a la verdad, interés ruin?”. 3

Por lo que el 30 de septiembre de 1881, sabiendo de las tendencias antiaparicionistas de Icazbalceta, le escribió una carta “extraordinaria” –como la califica David Brading–, en la cual ahora le pedía:

Aprovecho esta ocasión para suplicar a usted encarecidamente y con toda confianza que no escriba ni hable alguna palabra relativa a la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, con motivo de la publicación de la biografía del señor Zumárraga. El perjuicio que sentirá la piedad en el pueblo, lo que contrista a los prelados como ya me lo han manifestado, lo puede usted considerar mejor que lo que yo puedo encarecerlo [...] Mi deber pastoral, mi amor a la Santísima Virgen y la confianza que tengo en el buen juicio de Usted, me impelen a hacerle esta súplica. 4

A esta súplica se allanó el citado historiador García Icazbalceta.

Mientras practicaba la visita pastoral falleció en Cuyuaco el 4 de mayo de 1884, y sus restos mortales fueron inhumados en el camarín del Santuario de Nuestra Señora de Ocotlán, en la ciudad de Tlaxcala.


Referencias
  1. En la inscripción en la pintura al óleo de José María Estrada se da como fecha de su nacimiento el 10 de enero. Carlos Navarro, El retrato en Jalisco, Guadalajara, Ed. del autor, 2003, p. 234. ↩︎

  2. Idem↩︎

  3. Brading, op. cit., p. 440. ↩︎

  4. Ibid., p. 406. ↩︎