Desarrollo histórico (1925-1934)
Visita de Pascual Ortiz Rubio (1931)
El 28 de febrero de 1931 el presidente de la república, Pascual Ortiz Rubio, visitó Guadalajara con motivo de la toma de posesión del gobernador del estado, Ignacio de la Mora. Durante su estancia en la ciudad visitó la Escuela Politécnica, acompañado del secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, y del presidente del Partido Nacional Revolucionario, Lázaro Cárdenas; fueron recibidos por el director del establecimiento, Enrique Díaz de León, quien en su discurso de bienvenida explicó la importancia de la educación técnica:
La Escuela Politécnica es, de todos los establecimientos universitarios del Estado, el más genuinamente hijo de los tiempos que corren, porque las facultades profesionales y las escuelas preparatorias que les anteceden, son centenarias, nacida apenas no pudo seguir en ascenso ninguna trayectoria, porque diversas circunstancias dificultaron su impulso. La génesis de la escuela fue guiada por la idea de formar obreros técnicos sobre bases científicas, creando carreras cortas, es decir, formando una especie de universidad popular en beneficio de las clases trabajadoras […]1
Luego explicó las razones por las cuales todos los estudiantes de las preparatorias debían asistir a los talleres de la Escuela Politécnica:
Desde luego coloca al educando en el caso de escoger las disciplinas que más se acomoden a sus inclinaciones y facultades, bien sean las austeras de la ciencia o las que se refieren al ingenio o la imaginación. Por otra parte, todos sabemos que el estudiante muchas veces no puede seguir carreras largas. Si las corta, ya puede contar con un modus vivendi, ya será productor y no parásito. Pero, aparte de todo esto, y quizá sobre todo, se trató de establecer una comunicación más íntima, entre el obrero y el joven que mañana será hombre de ciencia, para que vean, la visión común de sus destinos, la similitud de su función social. Ellos sabrán que son, por ser el pensamiento creador y el trabajo fecundo, la sal de la tierra, en el sentido alto y noble que daba Jesús a esa palabra.2