Biografías por órden alfabético

Aranda y Carpinteiro, Diego


Nació en Puebla de los Ángeles, capital de la provincia del mismo nombre, el 20 de diciembre de 1776. Fueron sus padres los señores el teniente coronel Diego de Aranda y Josefa Carpinteiro.

En el Seminario Palafoxiano de Puebla de los Ángeles cursó Gramática, Retórica y Filosofía. Luego se trasladó a la Ciudad de México para continuar sus estudios en el Colegio de San Juan de Letrán y en la Real y Pontificia Universidad de México, donde cursó Teología y Derecho Canónico.

En 1796 el obispo electo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas, de paso hacia su sede en la capital del Virreinato, lo conoció y lo invitó a Guadalajara; aceptó y fue nombrado familiar del obispo, quien el 20 de abril de 1800 le confirió la ordenación sacerdotal.

Se matriculó en la Facultad de Derecho de la Real Universidad de Guadalajara y tras concluir su carrera, el 16 de febrero de 1810, recibió el grado de licenciado en Cánones y el 25 del mismo mes, la borla doctoral.

Para julio de 1800 había sido nombrado cura de Tonalá, y en 1806 ganó por oposición el curato de Atotonilco el Alto, donde residió hasta 1813; además fungió como vicario y juez eclesiástico.

Fue electo diputado a las Cortes de la monarquía por Guadalajara para el periodo 1813-1814, por lo cual partió a España. Al concluir su periodo en las Cortes, el rey Fernando VII le otorgó una prebenda, por lo cual ingresó al Cabildo Eclesiástico de la Catedral de Guadalajara el 30 de marzo de 1815 como medio racionero.

Del 25 de agosto al 11 de octubre de 1821 presidió el Claustro de Doctores de la Real Universidad de Guadalajara en calidad de vicerrector. El 10 de noviembre de 1821 fue electo rector, cargo que desempeñó hasta el 10 de noviembre de 1823.
De 1823 a 1824 fue diputado del Primer Congreso Provincial Constituyente de Jalisco, el cual presidió e integró la Comisión de Legislación y Justicia. Se destacó como un ferviente defensor de los intereses regionales –en consecuencia federalistas– y de la Iglesia, y firmó la primera Constitución del Estado. El doctor Francisco Espinosa así resumió su actuación en el Congreso:

Bien conocido fue en el Congreso el carácter del señor Aranda, y aunque se le miró con desdén en la cuestión religiosa recibió los más cumplidos homenajes en las circunstancias más críticas para el Estado, invadido éste por huestes numerosas y aguerridas, mandadas por jefes respetables [Bravo y Negrete], los diputados conocían su rectitud, su constancia y decisión por el buen nombre de Jalisco, lo pusieron al frente del Congreso, y como su presidente sostiene con la energía propia de un ilustre ciudadano, los derechos de los pueblos que representaba, no se acobardó frente al enemigo, no tembló en presencia de las armas y con el mismo valor que defendiera a la Iglesia como católico y como sacerdote, defendió al Estado [de Jalisco] como ciudadano y como diputado”.1

Se desempeñó también como capellán del Convento de Santa Teresa, rector del Colegio Clerical y colaboró en el periódico El Defensor de la Religión, y en 1828 escribió un artículo “Sobre nuestras disensiones políticas”.

El 27 de mayo de 1831 fue nombrado canónigo de gracia y fungió como gobernador de la Mitra y vicario capitular en 1832, al fallecer el obispo Miguel Gordoa.

El papa Gregorio XVI lo designó obispo de Guadalajara y fue consagrado el 30 de noviembre de 1836 por el obispo de Sonora doctor Ángel Mariano Morales.

El 15 de mayo de 1847, ante los estragos que ocasionaba la invasión estadounidense al país, escribió una carta pastoral en la que exponía su particular perspectiva sobre la situación nacional:

[…] Os dirigimos en esta vez la palabra para desahogar de alguna manera la pena que oprime nuestro corazón en las circunstancias más tristes en que ver pudiéramos a la Iglesia y a la República Mexicana. ¡Ah! Después de tantas revoluciones como hemos sufrido y de tantas calamidades como han venido sobre nuestros pueblos, debilitadas las fuerzas de la patria, agotados sus recursos, abatidos los ánimos y luchando aún los partidos, cuyas voces turbulentas no dejan percibir los clamores de la nación que llama en su auxilio a todos sus hijos, un pueblo atrevido y poderoso se arroja sobre nosotros, ataca nuestras ciudades, penetra nuestras fortalezas, sacrifica a nuestros hermanos, con su sangre riega nuestros campos y con la espada del vencedor amenaza a nuestra nacionalidad, amenaza a nuestra santa religión [...]2

Con esta exhortación a los fieles católicos, les pedía enfrentar a los invasores y contribuyó con algunas cantidades de dinero, pero no consintió en hipotecar los bienes de la Iglesia, con el argumento de que la Iglesia sostenía varias obras de beneficencia pública.

En 1848 ante el destierro del papa Pío IX a Gaeta, le envió un donativo de “mil escudos que por concesión especial del mismo papa, estaba facultado el señor Aranda para testar en favor de su familia”.3 El pontífice romano le expresó su agradecimiento con los títulos de patricio romano, prelado doméstico y caballero de la Orden de San Gregorio y del Santo Sepulcro.

Se terminó la construcción de la Casa de la Misericordia –hoy Hospicio Cabañas– y se edificaron el Cementerio de Santa Paula de Belén y las célebres torres de la Catedral, cuyo peculiar diseño se inspiró en un plato de porcelana que tenía el obispo en su comedor. En las anteriores obras intervino el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, quien además reedificó el Palacio Episcopal y colaboró en la construcción de la Capilla de Jesús.

En el plano asistencial-educativo: abrió varias escuelas de primeras letras, en 1843 apoyó la restauración del Colegio de San Juan Bautista, auxilió los hospitales y escuelas de Zacatecas, Sierra de Pinos, Aguascalientes, Colima, Ejutla, Lagos de Moreno y Teocaltiche. En 1842 el gobierno le entregó la administración del Hospital de San Miguel de Belén, al que le construyó el citado Cementerio de Santa Paula y auxilió a los indios huicholes e incluso envió ayuda económica para las misiones del Extremo Oriente.

Por su natal Puebla fue electo diputado al Congreso Nacional, fungió como tal del 1° de enero de 1844 al 29 de diciembre de 1845. Fue designado presidente honorario del Instituto de África para la Abolición de la Esclavitud y miembro de Mejoras Materiales de la República Mexicana.

Su obra literaria, salvo algunas colaboraciones periodísticas y su Relación de Méritos que data de 1810, es de temática eclesiástica. Gabriel Agraz enumera 66 circulares, edictos y cartas pastorales.4

Mientras practicaba la visita pastoral falleció en Sayula el 17 de marzo de 1853, sus restos fueron trasladados a Guadalajara en donde el 19 del citado mes y año se le inhumó en la cripta de la Catedral.

Una calle de Guadalajara lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Luis Pérez Verdía: “Era de ideas muy conservadoras, pero tolerante y político, de suerte que se rodeaba de personas capaces por más que tuviesen opiniones distintas a las suyas; de carácter austero y de grandes virtudes”.


Referencias
  1. José Ignacio Dávila Garibi, Apuntes para la Historia de la Iglesia en Guadalajara, Guadalajara, Cvltvra, 1967, tomo iv-1, p. 643. ↩︎

  2. Ibid., p. 666. ↩︎

  3. Ibid., p. 647. ↩︎

  4. Gabriel Agraz, Biobibliografía de los escritores de Jalisco, México, unam, 1980, tomo i, pp. 440-446. ↩︎