Basave del Castillo Negrete, Agustín
Nació en Guadalajara, Jalisco, el 2 de diciembre de 1886. Fueron sus padres los señores Carlos Basave y Carmen del Castillo Negrete.
Realizó su instrucción primaria en su ciudad natal. Al quedar huérfano de padre, a los once años, su tío, el ingeniero Luis Basave, lo envió a estudiar a Estados Unidos. Cursó sus estudios preparatorios en la Universidad de Notre Dame, Indiana; los profesionales de arquitectura los realizó en la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts, y en el Instituto de Drexel, Philadelphia, Pensilvania.
Durante sus estudios profesionales fue delegado estudiantil ante el Consejo del Instituto, fundador del Architectural Club y cofundador del periódico escolar Drexel Echo. El 6 de junio de 1907 recibió su título de arquitecto.
Tras su titulación regresó a Guadalajara y se dedicó a ejercer su profesión. Dirigió 207 construcciones, proyectó y dirigió la Colonia Penal de Oblatos de Jalisco, que estuvo en funciones hasta 1984, además de la Capilla de la Santísima Trinidad.
Su labor magisterial en Guadalajara consistió en lo siguiente: de 1912 a 1920 fue profesor de Arquitectura e Historia del Arte en la Escuela Libre de Ingenieros; de 1913 a 1925 fue catedrático de Literatura y Crítica en la Escuela Preparatoria de Jalisco; en 1928 impartió Francés en la citada Preparatoria; además, en la Escuela Preparatoria para Señoritas y Normal de Jalisco impartió el segundo curso de Francés y Literatura; de 1928 a 1933 fue profesor de Arquitectura en la Universidad de Occidente; en 1930 impartió el curso de Teatro Español desde el siglo xvi en la Escuela de Verano de la Universidad Nacional Autónoma de México; fue profesor de Literatura en el Colegio Italiano, en la Escuela Normal y en el Colegio López Cotilla.
Se distinguió como un gran cultivador de vocaciones juveniles artísticas y humanísticas; impulsó desde su cátedra de Literatura y Crítica la formación en la Escuela Preparatoria de Jalisco, de las sociedades culturales Enrique González Martínez y Omar Khayyan. Sobre su estilo magisterial Elías Nandino escribió:
Desde la iniciación del curso –1918-1919– me cautivaron: su cultura, su manera de leer y la facilidad y elegancia con que se expresaba. Verdaderamente saboreaba las palabras sílaba por sílaba, rítmicamente y con el tono preciso que exigía su significación [...] En una de las primeras clases, nos leyó algunas páginas del libro ‘Azul’ de Rubén Darío [...] Al ir paladeando las palabras de la magnífica prosa, era como el agua huyente de un río que no olvida reflejar, al mismo tiempo, ni la jungla que asoma en sus riberas, ni el cielo que contempla y retrata [...] Hablaba e interpretaba lo que iba leyendo con un apego al ritmo y la armonía, logrando que nosotros vibráramos al unísono, vinculados al milagro de una íntima catarsis con la divinidad y la belleza. Al terminar la lectura seguía con la explicación crítica, haciendo un derroche de conocimientos para hacernos comprender la alta hondura de lo escuchado [...] Todo ese año escolar fue banquete continuado de poesía selecta, de prosa límpida, de crítica certera, y de incursiones oportunas por todas las ramas de las bellas artes. Fue así como este gran maestro, nos enseñó a probar la exquisitez de lo bien escrito, de lo bien leído y, a la vez, con ello, el ejemplo y la exaltación del propio poder creativo. Con él también aprendimos el rigor justo, tanto para juzgar la obra ajena, como, el exhaustivo, para analizar la nuestra. Nos dio, con su sabiduría, el ejercicio de la crítica y, lo más valioso para nosotros: la autocrítica.1
En 1916 y de 1920 a 1926 fue director de la Escuela Preparatoria de Jalisco; de 1920 a 1921 fue jefe del Departamento de Educación Secundaria y Profesional del Estado de Jalisco. En 1925 el gobernador del estado José Guadalupe Zuno lo designó miembro de la Comisión Organizadora de la Universidad de Guadalajara.
Fue miembro del Consejo General Universitario, e integró varias de sus comisiones.
En reconocimiento a su labor magisterial, el 12 de octubre de 1957 la Universidad de Guadalajara le otorgó el grado de maestro vitalicio en Letras e Historia. En el discurso alusivo, el maestro José Cornejo Franco, que compartía con él idéntica distinción, así aquilató su obra al frente de la Preparatoria de Jalisco:
[...] La Escuela preparatoria empezó a perfilarse y a definirse, gracias a la mano hábil y generosa de Basave. Arquitecto había de ser el realizador de la obra; arquitecto, no para domar los alborotos de aquella parvada y en aquel tiempo aciago, sino para mover los ánimos, suscitar inquietudes y orientar vocaciones, estimulando a cada quien, tendida la mano y abiertos los brazos con amplia liberalidad. Su esfuerzo no fue estéril; supimos responder y no defraudamos la fe que puso en nosotros; ahora recibe el reconocimiento, justo y merecido, por su tarea cabalmente cumplida.2
Otros de los cargos y actividades que ejerció fueron: de 1919 a 1921, regidor del Ayuntamiento de Guadalajara; delegado del estado de Jalisco al Congreso de Educación Preparatoria, celebrado en la capital del país; de 1924 a 1936 fue cónsul en Guadalajara de la Republica Oriental de Uruguay; colaboró con sus artículos y ensayos en varias revistas y periódicos, entre ellos El Informador, cuya columna tituló “Multum in parvo”.
El 18 de octubre de 1935 recibió las Palmas Académicas de la república de Francia, en esa ocasión Julien Frouchier expresó:
En estos tiempos de engañoso realismo, fiel a las cosas del espíritu habéis leído vuestros libros; habéis amado y comprendido a nuestros maestros [franceses]. Gracias a vos toda una generación de jóvenes y de hombres ha sabido y comprendido lo que desde Villón y Rabelais hasta Verlaine, Flaubert y France, nuestro país ha aportado a la civilización y a la cultura humana.3
En 1953 el gobierno del estado de Jalisco le otorgó la medalla José María Vigil por su labor al servicio de la educación y de las letras.
Ya para 1936 se había establecido en Monterrey, Nuevo León, donde a partir de 1944 fue consejero del diario El Norte, el cual dirigió por doce años; fundó y presidió la Alianza Francesa de Monterrey; fue catedrático de la Universidad Labastida; miembro fundador del Consejo del Instituto Tecnológico de Monterrey (itesm), en el cual impartió cátedra; fue nombrado orador oficial del Centro Artístico de Monterrey; colaborador de xet; integró el consejo directivo y administrativo de la Editora de El Sol, S.A. y de la Pregonera del Norte, S. A.
También fue colaborador en varios de los medios informativos de la Ciudad de México, tales como el Excélsior, Revista de Revistas y Cosmos, y continuó con sus columnas periodísticas en El Informador de Guadalajara y en varios periódicos y revistas de Estados Unidos, Uruguay, Guatemala, Ecuador y Argentina.
Escribió: Notas tomadas del libro ‘Literatura Española’ de Fitzmaurice (1918); El hombre y la arquitectura (1918); Ensayos críticos (1918); Viejos temas (1920); Breve historia de la Literatura Castellana (1925); Resumen de Historia de la Literatura Universal (1933); Constructores de Monterrey (1946); Prosas selectas por Azorín (1946); Cuadros cronológicos. Arte, Letras y Filosofía* (1947); Renacentistas italianos (1953); Quién es cada quién en Monterrey, diccionario biográfico de los actuales y más destacados profesionistas y hombres de negocios en Monterrey (1956); Calíope, 20 epopeyas (1959); y Juicios y ensayos literarios, compilación póstuma de varios de sus artículos periodísticos (1975).
Falleció en Monterrey, Nuevo León, el 17 de noviembre de 1961.
Una de las preseas que la Universidad de Guadalajara otorga a los profesores de bachillerato lleva su nombre.
Juicios y testimonios
Gabriel Agraz García de Alba: “Fue, don Agustín Basave, eminente maestro, prestigiado arquitecto, hombre de elevados y nobles sentimientos y de gran erudición como literario, por lo que le dio lustre no sólo a Jalisco, sino a México entero”.
José Luis Martínez: “En aquellos años tuvimos la fortuna de seguir los cursos de un excelente maestro de Literatura, Agustín Basave, que supo despertarnos el amor a las letras, ordenar nuestras nociones y aconsejarnos sabiamente. Con sus ojos intensos y serenos, su airosa calva, su perfil ganchudo y sus largos paseos por el salón de clases, aspirando teatralmente el humo de sus cigarros don Agustín nos explicaba literatura española y literatura universal con un fervor que a algunos nos contagió definitivamente y a muchas generaciones tapatías imprimió no un respeto sino una nostalgia por las creaciones del espíritu. Recuerdo siempre su consejo más insistente: ‘Muchachos –nos decía– ustedes que comienzan, vayan a lo nuestro, a la literatura mexicana’”.
Francisco Medina Ascencio: “¡Maestro maravilloso!”.
José P. Saldaña: “Maestro por vocación en todos sus actos, aún en la conversación trivial, imprimía a sus palabras el tono de la cátedra. Tal era su costumbre de enseñar, que sin pretenderlo, ni darse cuenta siquiera, surgía el maestro [...] De talento claro, de agudo ingenio, y de genio superior hacía sentir lo mucho que sabía con singular modestia. No necesitaba de artificios para significarse como hombre de alta y bien cimentada cultura. Sus conferencias o simples pláticas culturales, tenían el atractivo de la profundidad de los conceptos y el de la dicción clara. Difícilmente habría quien le igualara en este plano, que superarlo sería cosa poco menos que imposible”.
Referencias
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Elías Nandino, “Prólogo”, Agustín Basave, Juicios y ensayos literarios, Guadalajara, Colegio Internacional, vol. 20, 1975, pp. 7-9. ↩︎
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José Guadalupe Zuno Hernández, Reminiscencias de una vida, Guadalajara, s.e., tomo III, 1971, p. 132. ↩︎
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Alfredo Mendoza Cornejo, Antología universitaria en torno a la personalidad del maestro Enrique Díaz de León, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, tomo II, 1988, p. 51. ↩︎