Biografías por órden alfabético

Cadore y Marcolongo, Bruno


Nació en Cento, Ferrara, Italia, el 9 de abril de 1915.

En su pueblo natal hizo estudios elementales, luego ingresó al Liceo de Venecia, y en las universidades de Bolonia y de Florencia estudió Arquitectura hasta obtener el doctorado.

Ejerció su profesión al lado de Michelucci, autor de la impactante estación ferroviaria de Santa María Novela, en Florencia.

Conoció al arquitecto Ignacio Díaz Morales en Florencia (1951), quien había viajado a Europa para contratar maestros para la incipiente Escuela de Arquitectura de Guadalajara.

El arquitecto Díaz Morales evoca su primer encuentro con Cadore en una conversación con Fernando González Gortázar:

—¿Qué impresión le dio Cadore, de entrada?
—Muy seco, muy bueno, pero muy macizo. Sobre todo, empecé a platicar con él y era un hombre de pocas palabras, pero claras: iba al grano, y eso me gustó muchísimo […] De pocas palabras, y luego medio taponado. A mí no me dio nunca un tapón, pero a [Rafaello] Fagnolli [director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Florencia] le echó dos tapones delante de mí; dije, ¡ah!, esta es mi gente. Entonces…
—Lo sintió de su bando…
—Pues sí, claro. Entonces hablé con él…
—[¿Para qué clase lo consideró adecuado?]
—Para Composición. Desde el principio lo pensé para Composición. Me pareció que una gente así, seca y que iba al grano, y que me estuvo platicando de sus conceptos de composición, me pareció muy bien; no creyéndome yo juez, sino que como yo me iba a hacer responsable de quien viniera, pues quería saber a quién me traía […]
—Entonces, su primer recluta en este viaje fue Cadore.
—Sí. Luego me fui a Milán, ya con la recomendación de Luigi Nervi, para ver a los maestros de ciencias de la construcción.1

Así Cadore llegó a Guadalajara en 1951, y se integró al claustro de profesores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, donde fue maestro de más de cuarenta generaciones de arquitectos, les impartió las cátedras de Composición y Cálculo de Estructuras, Teoría de la Arquitectura, Análisis de Programa, Diseño Integral y Arquitectura Contemporánea y Actual.

Su magisterio es evocado por Cuauhtémoc de Regil:

Don Bruno, como lo llamaba [Horst] Hartung, era toda una personalidad, tenía carisma, su sola presencia en la clase, en los exámenes, en las reuniones, imponía ese respeto ganado por la capacidad de raciocinio, de gran polémica y sus intervenciones eran siempre para sintetizar lo discutido y, además, para voltearlo todo de cabeza… Era gratificante escuchar a un verdadero maestro cuando casi nadie era polémico y decía: “Todo pierde valor con el tiempo, la vigencia de arquitectos como Le Corbusier se diluye con el tiempo, ¡afortunadamente!; porque la influencia de ese arquitecto fue negativa para América Latina, se le copió la forma más que entenderse el fondo”.2

En 1971 publicó su libro Lecciones de historia de la arquitectura moderna y teorías, también impulsó un posgrado en investigación arquitectónica, dirigió un gran número de tesis y finalmente se jubiló en 1987.

Fue autor de algunos edificios al poniente de Guadalajara, y de dos más en la confluencia de la calle Lerdo de Tejada y la avenida Chapultepec, sobre los que Jorge Camberos Garibi opinó: “[Son] construcciones sobrias, elegantes, modestas, pero bien acabadas, integradas al medio ambiente”.3

El Colegio de Arquitectos del Estado de Jalisco le confirió el reconocimiento honoris causa, y en 1989 fue electo miembro de número de la Academia Nacional de Arquitectura.

Luego de la muerte de su esposa Engracia Raquel Medina, en noviembre de 1992 pasó a residir con su hija a la ciudad de Guatemala, pero quiso regresar a pasar sus últimos días en Guadalajara, donde falleció el 8 de junio de 1993.

Juicios y testimonios

Gabriel Chávez de la Mora: “Platicando, platicando, platicando así, así diciendo, corrigiéndote muy a lo italiano, sus elogios, sus reproches, como su lengua misma, y sentir estar en un verdadero entrenamiento de composición, tener un acompañamiento muy importante. También lo tuve cerca en mi tesis, en el aspecto estructural y de composición”.


Fernando González Gortázar: “Trabajé para él como dibujante y mi contacto con él fue siempre estrecho. Teníamos una gran amistad. Lo llamé todos los 15 de mayo, día del maestro, y me decía ‘soy maestro de 40 generaciones y eres el único que me llama’. Era una persona con otra perspectiva arquitectónica. El maestro Cadore formaba parte de una generación con mucho talento que dejó poca obra hecha, pero como maestro dejó muchísimo”.


Julio de la Peña: “Un hombre muy dedicado a su apostolado de maestro. Un gran profesor que nunca falló a sus clases, sólo hasta que ya estuvo muy delicado de salud […] Aparte de la escuela realizaba otros trabajos, no dejó muchos, ni mucha obra, pero la que dejó es excelente. Además, yo podría decir, que se hizo tapatío. Sólo tengo elogios para él”.


Referencias
  1. González Gortázar, La fundación de un sueño…, pp. 154-155. ↩︎

  2. Cuauhtémoc de Regil, “Queremos tanto a Bruno”, Siglo 21, Guadalajara, 10 de junio de 1993, Sección Vida Cotidiana, p. 4. ↩︎

  3. Gerardo Beorlegui, “Bruno Cadore, catedrático reconocido por su calidad y talla”, Siglo 21, 9 de junio de 1993, Sección Cultura y Espectáculos, p. 5. ↩︎