Biografías por órden alfabético

Camacho y Guzmán, Juan Nepomuceno


Nació en el mineral de San Sebastián, poblado de la Intendencia de Guadalajara, el 1° de septiembre de 1797. Fueron sus padres los señores José María Camacho y Lugarda Guzmán. Siendo niño perdió a su padre, por lo que lo protegió su hermano mayor Anastasio, con quien se fue a vivir durante cuatro años a Etzatlán, posteriormente regresó a su pueblo natal.

Ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, donde destacó como estudiante ejemplar. El 30 de mayo de 1816, en el nivel de menores, obtuvo beca de merced, más tarde se le otorgó la distinción de regente e inició su fama como orador, al pronunciar la oración panegírica de santo Tomás de Aquino. En 1818 concluyó su Curso de Artes.

El 3 de julio de 1819 obtuvo el grado de bachiller en Artes en la Real Universidad de Guadalajara, se lo otorgó el doctor José Antonio Pacheco. Y tras haber cursado Teología el 8 de febrero de 1822, se le confirió el grado de bachiller en Sagrada Teología.

En octubre de 1822, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas lo nombró catedrático de Mínimos en el Seminario y en diciembre del mismo año le confirió la ordenación sacerdotal.

En el Seminario Conciliar impartió las cuatro cátedras de Gramática, abrió el Curso de Artes que concluyó en 1828, en el cual presidió nueve actos de Lógica, seis de Física y tres de Filosofía Moral. Luego sucesivamente atendió las cátedras de Prima y de Vísperas de Teología Moral, y más tarde impartió por más de seis años Teología Escolástica, y como vicerrector sustituyó las largas ausencias del doctor Miguel Gordoa.

En 1824 fue electo miembro de la Junta Cantonal de Policía de Guadalajara. También se desempeñó como examinador de aspirantes a las órdenes eclesiásticas, administró la parroquia de Ameca, fue capellán del Convento de las Capuchinas y de la Casa de Enseñanza o Beaterio de Santa Clara y en 1831 fue nombrado sacristán mayor de la Parroquia de Zacatecas.

El 21 de septiembre de 1831 –al estar clausurada la Universidad de Guadalajara– recibió el grado mayor de licenciado en Teología en la Universidad Pontificia de México, el cual incorporó a la Nacional de Guadalajara el 23 de noviembre de 1834, y recibió la borla doctoral el 30 del mismo mes y año.

En 1837 fue designado miembro de la Junta Departamental de Jalisco, la cual presidió y tomó el juramento de estilo al gobernador Antonio Escobedo. Además colaboró con el gran educador Manuel López Cotilla en la elaboración del “Plan para el arreglo de la enseñanza primaria en Jalisco”.

Obtuvo por oposición la canonjía magistral, por lo que ingresó al Cabildo Eclesiástico de Guadalajara el 9 de marzo de 1838. Sabido es que el canónigo magistral es el orador oficial de la Catedral, como tal se distinguió. Joaquín Romo de Vivar lo calificó de eminente orador, “cuyos sermones morales conmovían profundamente al público, al extremo de tener que suspender con frecuencia el uso de la palabra, mientras cesaba el llanto del auditorio”.1

Del 10 de noviembre de 1839 a la misma fecha de 1841, fue rector de la Universidad Nacional de Guadalajara.

Del 4 de febrero de 1841 a junio de 1848 se desempeñó como rector del Seminario Conciliar, por esos años pasaron por las aulas tridentinas estudiantes de la talla de Miguel Cruz-Aedo, Agustín Rivera, Ignacio Luis Vallarta y Andrés Terán:

Cuando el doctor Camacho tenía carácter de simple catedrático, solía ser muy exacto y claro en sus explicaciones, se distinguía por la afabilidad con que trataba a sus discípulos; pero al encargarse del rectorado, se revistió de un aspecto severo, tal vez porque así lo creyera necesario para la disciplina. Esta severidad, no obstante se reducía a la apariencia, porque en el fondo continuaba siendo tan cariñoso para la juventud escolar como lo fue en el profesorado; aserto que justifican los hechos.2

Con conocimiento de causa de la gran importancia de la oratoria sagrada y magisterial, instituyó en el Seminario la Academia de Elocuencia Sagrada.

El 10 de mayo de 1855 ascendió a la dignidad de canónigo maestrescuelas y en consecuencia fue cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara.

En 1856 el gobernador Ignacio Herrera y Cairo lo acusó a él y a otros clérigos de que auxiliaban a los enemigos del gobierno, por lo cual fue a prisión, pero al no comprobárseles nada, se les dejó en libertad.

El 17 de febrero de 1859, ascendió a canónigo chantre.

El 26 de mayo de 1860, en la solemne función que se le ofreció al general Miguel Miramón al entrar a Guadalajara, pronunció el sermón alusivo. A pesar de haber estado alineado con los conservadores, por su fama de místico recibió la consideración de los liberales, aunque esto más bien lo atribuye Alberto Santoscoy a sus predicaciones claras, sencillas y emotivas, que lo hacían bastante popular entre los tapatíos, y en consecuencia afectarlo hubiera resultado muy contraproducente.

Entre 1861 y 1862, al ser desterrado el obispo Pedro Espinosa, actuó como gobernador de la Mitra.

Escribió Oratio in funere Illmi. D. D. Josephi Michaelis de Gordoa. Pronuntiata die xxv Juanirii anni mdcccxxxiii; Oratio in funere Exmi. D. D. Michaelis de Barragán Mexicanae Reip. Ducis et Praesidis. Pronuntiata die X Aprilis Anni Dom. mdcccxxxvi; Sermón predicado el 25 de abril de 1841 en la función que anualmente se hace en la Iglesia de Santa Mónica en honor de Jesús, María y José; Sermón predicado por el Sr. Magistral de esta Iglesia Catedral, en la Iglesia de Capuchinas, con motivo de la profesión religiosa de su sobrina sor María Concepción Josefa, el 10 de diciembre de 1845 y Parentalis oratio in solemnibus exequis Illlmi. D. D. Didaci Aranda et Carpinteiro… Die xxvii Julii anni mdcccliii.

Falleció en Guadalajara el 20 de julio de 1862; fue inhumado en el Cementerio de Santa Paula de Belén y en 1894 sus restos fueron trasladados al Templo de las Capuchinas.

Juicios y testimonios

Joaquín Romo de Vivar: “Notable teólogo y legista”.


Benjamín Ruelas y Sánchez: “Cuando murió el gran orador D. Juan Nepomuceno Camacho, las monjas capuchinas expresaron el deseo de guardar como un recuerdo sus cilicios. Los que lo amortajaron, no pudieron arrancarlos de su carne penitente en la que habían penetrado muy hondo”.


Alberto Santoscoy: “Fue el Dr. Juan Nepomuceno, a quien por antonomasia se le decía y aún se le dice El Santo”.


Referencias
  1. Joaquín Romo de Vivar y Torres, Guadalajara. Apuntes históricos, biográficos, estadísticos y descriptivos de la capital del Estado de Jalisco, según obra publicada por su autor en 1888, Guadalajara, Banco Industrial de Jalisco, 1964, p. 43. ↩︎

  2. Alberto Santoscoy, “Sr. Dr. Dn. Juan N. Camacho”, op. cit., p. 209. ↩︎