Chumacero Lora, Alí
Nació en Acaponeta, Nayarit, el 19 de julio de 1918. Fueron sus padres los señores María Lora de Chumacero y Mohamed Alí Chumacero, de profesión pequeño comerciante.
En la Escuela Municipal de su pueblo natal comenzó su instrucción primaria, pero al poco tiempo se estableció en Guadalajara con su mamá y su abuela, y se matriculó en el Colegio López Cotilla, donde en 1929 concluyó su primaria.
Ingresó a la Escuela Preparatoria de Jalisco de la Universidad de Guadalajara en 1932, para cursar la secundaria y el bachillerato. En esta etapa de su formación recibió las enseñanzas del arquitecto Agustín Basave y –entre otros– de los profesores Enrique Díaz de León y Raúl Quintero.
En 1936 inició las que serán actividades fundamentales de su vida: la redacción de reseñas bibliográficas y la composición poética. Entonces dio a conocer en la publicación Estudiantina un artículo sobre literatura rusa, y en la revista Nueva Galicia, publicó sus primeros poemas y un estudio sobre el poeta Amado Nervo.
Dejó Guadalajara y se estableció en la Ciudad de México en 1937, sobre lo cual evoca: “Dejé los estudios y me dediqué al vagabundeo y a la literatura. Leía mucho, elegí la profesión siendo muy jovencito, a muy buen tiempo me quedé en ella y lo haré hasta morir”.1
En México vivió con una tía en una humilde vecindad del barrio de Tepito, hasta que se vinieron a estudiar sus hermanos con quienes estableció casa propia, y para sostenerse: “[…] Me puse a ganar un poco de dinero haciendo pequeñas cosas y medio me sostuve. Mi papá nunca me desamparó, me mandaba algunos centavos, poquísimos porque no era rico, de esa manera pude vivir y dedicarme a las letras”.2
Entonces ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, para cursar la Licenciatura de Letras, y luego perfeccionó sus estudios en El Colegio de México.
Asociado con José Luis Martínez, Jorge González Durán –a quienes había conocido en Guadalajara– y Leopoldo Zea, de 1940 a 1942 publicó la revista Tierra Nueva, en la cual dio a conocer sus poemas: “Muerte del hombre”, “Poema de raíz amorosa”, “En la orilla del silencio”, “A una flor inmensa”, “Soledad”, “Espejo de zozobra”, “Anunciación”, “Realidad y sueño”, “Anestesia final”, “Silencio”, “Luz y sombra”, “Amor es mar”, “A tu voz”, “Diálogo con un retrato”, “A una estatua” y “Retorno”. Así también se inició en la tipografía, oficio que se convirtió en su profesión.
Sobre la trascendencia de Tierra Nueva en la vida del poeta, Miguel Ángel Flores expresa:
La aparición de la revista dio a Alí Chumacero la oportunidad de incorporarse a la vida literaria de la entonces minúscula ciudad. Conoce a Octavio Paz, que se convierte en gran amigo del grupo de “Tierra Nueva”. El café París los congrega. Allí discuten, intercambian ideas y hablan incansablemente de libros y acontecimientos políticos [...] Chumacero se convierte en una figura familiar en las tertulias del café París. Su carácter afable, su constante buen humor e ironía propiciaban los encuentros cercanos y las amistades perennes. Su sonrisa franca y su disposición para los goces de la vida dejan huella en quienes lo tratan.3
Fue redactor de 1937 a 1947 y más tarde director de Letras de México, y de 1943 a 1946 de El Hijo Pródigo.
En 1944 recibió el Premio Rueca, por su libro Páramo de sueños, en reconocimiento a la mejor obra de creación literaria de autores jóvenes.
Colaboró en el periódico El Nacional, de 1947 a 1948, en el cual escribió sobre los temas culturales y particularmente de los literarios.
En 1949 acompañó a Fernando Benítez en la aventura de la fundación del que fuera el gran suplemento cultural “México en la cultura” del periódico Novedades, en el cual colaboró con un gran número de artículos hasta 1951. Becario del Centro Mexicano de Escritores, en El Colegio de México, de 1952 a 1953. De 1962 a 1971 colaboró nuevamente con Fernando Benítez en el suplemento “La cultura en México”, de la revista Siempre.
El 27 de noviembre de 1964 ingresó como académico de número en la Academia Mexicana de la Lengua, su discurso de ingreso versó “Acerca del poeta y su mundo”.
También colaboró en La cultura en México revista de la Secretaría de Educación Pública (1942); El Popular (1942); Revista de Guatemala (1944-1951); Revista de la Universidad de México (1946-1960); Rueca (1948); Odiseo (1952); Siete días tras la noticia (1952); Las Letras Patrias (1954); Ideas de México (1954); Auge (1955); El Libro y el Pueblo (1955); La Justicia (1956); Nivel (1961); Ovaciones en las Artes, letras, ciencias (1961-1964); La Gaceta del Fondo de Cultura Económica (1965, 1984 y 1986); Revista Cultural de El Universal (1972-1974); y El Correo del Libro (1982).
De Xavier Villaurrutia recibió la mayor influencia, como poeta y crítico. El citado Miguel Ángel Flores asevera que le corresponde el gran mérito de haber sido uno de los primeros en México que habló de Jorge Luis Borges, aunque tuvo el tropiezo en su brillante trayectoria como crítico de no conceder a Pedro Páramo de Juan Rulfo la importancia que se merecía. Y en los últimos años, continúa el citado Miguel Ángel Flores: “Paulatinamente se fue alejando de la crítica hasta llegar al silencio total. ¿Por qué no nos dio ensayos de mayor envergadura? Respondamos que con los que escribió es suficiente [...]”. 4
De 1971 a 1972 fue director de ediciones de la serie SepSetentas, también fue director del departamento técnico del fce, y más tarde subgerente general.
Los títulos de sus libros de poemas son: Páramo de sueños (1940); Palabras en reposo (1956); Imágenes desterradas (1960); Responso del peregrino (1980); y Antología personal (1984). También publicó su obra poética en las revistas: Estaciones, Fuensanta, Metáfora, Nayarit modelo y Pan.
En prosa publicó: Los momentos críticos (1987); prólogo a Cuentos y crónicas de Ángel del Campo, Poesía y prosa de Gilberto Owen, Obras de Efrén Hernández; Poesía y teatro completos de Xavier Villaurrutia. Y preparó las Obras completas de Mariano Azuela, e hizo la presentación de los discos de la serie Voz viva de la unam dedicados a José Gorostiza, Amado Nervo, Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen.
Los premios que recibió fueron: Gilberto Owen, 1965; Rafael Heliodoro Valle, 1980; Xavier Villaurrutia, 1985; Internacional Alfonso Reyes, 1987; el Premio Nacional de Lingüística y Literatura de 1987; el Estatal de Literatura Amado Nervo de Nayarit, 1993; el Belisario Domínguez, 1996; y el primer premio de poesía Gatien Lapointe-Jaime Sabines de Québec y México, 2003.
En 1998 recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma Metropolitana de México; el 25 de noviembre de 2001 se le confirió el Reconocimiento al Mérito Editorial, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; en 2002 se le homenajeó en el Zócalo, en la Segunda Feria del Libro de la Ciudad de México; en 2008, con motivo del noventa aniversario de su nacimiento, se reeditaron sus libros, se emitió un billete conmemorativo de la lotería nacional en su honor, se dio su nombre a una librería en la terminal dos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y se le nombró hijo distinguido del estado de Nayarit.
Falleció en la Ciudad de México el 22 de octubre de 2010.
Juicios y testimonios
Emilio Abreu Gómez: “Es una especie de ángel bajado del cielo o de diablo salido del mismísimo infierno. Es además uno de los jóvenes escritores mexicanos de más auténtica calidad. Nada de lo que él hace carece de espíritu y de elevadísimo tono. Su prosa, como verso –en gestación lógica, dado los pocos años del autor–, responde a eso que no se puede explicar pero se siente y se entiende y que nos da la sensación de que estamos delante de un escritor nacido en día de luna de conjunción con los mejores luceros. No podría esclarecer lo que aquí digo ni falta hace que yo lo haga [...]”.
Alfonso Bullé Goyri: “Una de las figuras más importantes de las letras mexicanas contemporáneas es, sin duda, Alí Chumacero. Ensayista, crítico y, sobre todo poeta... Es un poeta recóndito, íntimo, severo y riguroso en su arte. No otorga nada ni se complace con fáciles recursos porque, como poeta contemporáneo, sabe más que nadie que la verdadera poesía de hoy es subterránea, que se produce tras bambalinas y en la soledad”.
Octavio Paz: “Los poemas de Alí Chumacero son sucesos de la carne o del espíritu que ocurren en un tiempo sin fechas y en alcobas sin historia. Es el tiempo cotidiano de nuestras vidas cotidianas recreado por un oficio estricto que, en sus mejores poemas, se resuelve en diáfano equilibrio. No encuentro mejor palabra para definir a este arte exquisito que la palabra cristalización”.