Curiel Ávalos, María Jacinta de la Luz
Nació en Mascota, Jalisco, el 29 de julio en 1905. Fueron sus padres la profesora normalista María de Jesús Ávalos y el señor Sixto Curiel, quien era director de la oficina federal del Timbre y comerciante de fideos.
En su pueblo natal inició su instrucción primaria, pero al iniciar la revolución, los establecimientos de su padre fueron asaltados, por lo que decidieron en 1912 establecerse en Tepic, Nayarit, donde Jacinta concluyó su primaria, además de estudiar pintura, dibujo, guitarra y piano.
Se estableció en Guadalajara con su madre y hermanos en 1919, y para continuar sus estudios ingresó a la Escuela Preparatoria y Normal para Señoritas del Gobierno del Estado de Jalisco, la cual se ubicaba en el antiguo claustro de las monjas dominicas de Santa María de Gracia. Al concluir su educación media, por consejo de su madre, estudió un año más, y se tituló de profesora normalista; ejerció como tal en una escuela primaria de 1924 a 1939, también profundizó en sus estudios de aritmética, álgebra, lengua castellana y francés.
Por recomendación de la maestra Irene Robledo, entonces directora de la Escuela Normal, fue profesora particular de la hija del gobernador José Guadalupe Zuno.
Por esos años Guadalajara vivía en todo su apogeo la Cristiada, sobre lo cual evoca Jacinta:
En 1926 entramos pues en guerra, cosa que a mí no me importó mucho, si acaso me molestaba por los templos cerrados porque ya no podía ir a misa de manera normal, aunque los oficios secretos en las casas tenían su propio encanto […] Pero no podía yo ignorar el miedo en el rostro de la gente y a pesar de esto había mucha amistad, caridad y unión entre todos, incluso con la gente desconocida que en ocasiones llegaban a casa a decirnos: mañana va a venir el padre [a celebrar misa]. Sin embargo en mi casa no participábamos. No era nuestro estilo hacerla de cristeros, pero era inevitable negarse a las invitaciones de los fieles […] Yo casi presencié la captura de Anacleto [González Flores en 1927] Estuve en [su] sepelio. Él era muy querido por toda la gente. No creo mentir si digo que una tercera parte de los habitantes de la ciudad acudió a su casa a dar el pésame y de allí lo acompañaron al Panteón de Mezquitán […]1
En ese ambiente de sobresaltos –su hermano Ignacio fue encarcelado por asistir a un mitin de la Unión Popular– decidió ingresar en 1924 a la inminente Facultad de Medicina de la reinstaurada Universidad de Guadalajara, muy pronto llegó a ser ayudante del eminente doctor Manuel R. Alatorre, quien le pidió que aplicara sus primeras anestesias, y al poco tiempo fue la anestesista oficial del Hospital Civil.
Su servicio social lo prestó en el Hospital del Sagrado Corazón, en el barrio de Analco, donde trató a sor María de Jesús Sacramentado Venegas –la madre Nati– quien la invitó a integrase a su Congregación, a lo que declinó amigablemente:
Pero ella –la madre Nati– no se daba por vencida y le dije:
–Bueno, con una condición: que no me ponga esos hábitos de manga larga y cuellos altos. Que me deje vestir como yo quiera.
–¡Ay, mija, qué difícil es convencerte!
Y continué:
–Mire, le prometo no vestirme deshonesta, sino de manera correcta. Que me permita levantarme a la hora que yo quiera y platicar con los hombres que yo quiera platicar.
–Mire mija, quédese mejor en su casa.
Las dos reímos a carcajada abierta por mi ocurrencia […].2
El 7 de febrero de 1931 se tituló en Medicina, Cirugía y Obstetricia, y así se convirtió en la primera doctora egresada de la Universidad de Guadalajara, sobre lo cual expresó:
Ser la primera doctora egresada de de la Universidad de Guadalajara carece de importancia, a no ser que la gente vea en eso una virtud, porque fue una especie de gracia, una experiencia espléndida que agradeceré siempre a la vida por haberme concedido esa vocación que no puedo desprender de mi persona, no puedo concebir mi vida sin la medicina.3
Trabajó en el consultorio del doctor Manuel R. Alatorre de 1930 a 1940, luego estableció su propio consultorio; sus principales pacientes fueron las mujeres, quienes se sentían más en confianza para tratar sus males con alguien de su mismo sexo.
En 1932 impartió las cátedras de Anatomía, Fisiología, Higiene, Citología e Histología entre otras, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara.
Desde 1930 hasta 1943 ejerció su profesión en Chapala, Mascota, Talpa de Allende y Puerto Vallarta. El 8 de mayo de 1943, al contraer nupcias con Salvador Gómez García, pasó a residir a la Ciudad de México, donde su marido tenía sus negocios y dejó de ejercer la medicina, pero al no adaptarse a su nueva situación familiar regresó a Guadalajara.
Abrió de nuevo su consultorio, donde atendió a sus pacientes hasta que se retiró en 1985.
El 10 de mayo de 1955 fundó el primer Centro de Diagnóstico Precoz de Cáncer en las Mujeres en Guadalajara, el cual dependió de la Jefatura de los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia del gobierno del estado de Jalisco, luego pasó a formar parte del Centro de Salud número 7, y hasta septiembre de 1978 llegó a manejar hasta quince mil expedientes de pacientes de todo el Occidente del país.
También ocupó la Dirección de Asuntos Indígenas en la Secretaría de Educación Pública, y de 1950 a 1953 fue encargada de las relaciones de la Dirección de Asuntos Indígenas ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) y la Organización de los Estados Americanos (oea).
En marzo de 1953 participó en la fundación de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Guadalajara con su antigua maestra Irene Robledo, ahí impartió las clases de Biología, Anatomía, Ética y Sociología.
Publicó tres cartas de niña a su padre, e incluso pintó algunas acuarelas y un autorretrato.
Falleció en Guadalajara el 27 de noviembre de 2002.
Juicios y testimonios
Helia García Pérez: “Ella, sin bandera ni aspavientos, había sido ya un modelo elegante de liberación femenina”.
Salvador Gómez García: “Jacinta, como le diré, era una mujer privada de lecturas, de tertulias, discreta, que tuvo en vida unos cuantos verdaderos amigos. Ellos parecían llenar su necesidad de convivencia. Gustaba de artistas. Ella misma intentó en alguna ocasión ser pintora. Aún hay en su casa un autorretrato al carbón y unas acuarelas. Sus grandes pasiones fueron la medicina y el mar. Yo no sé qué lugar ocupé. Y es que nada en su vida tenía más importancia para ella que la medicina y todo lo que conlleva esta profesión. Era un gusto, una