Biografías por órden alfabético

de la Sierra y Gómez, José Ángel


Nació en Guadalajara, capital del Reino de la Nueva Galicia, el 2 de octubre de 1765. Fueron sus padres el escribano de provincia Miguel de la Sierra y la señora Juana Antonia Gómez.

Inició sus estudios de Latín en el Oratorio de San Felipe Neri, y los continuó durante tres años en el Seminario Conciliar de San José, concluyéndolos como el más aventajado de la clase, por lo cual se le otorgó una beca de erección para los estudios de Filosofía.

Por oposición ganó la presidencia de las academias, sustentó tres actos públicos, defendiendo en uno las súmulas, en otro la Lógica y el último fue “dedicado a esta nobilísima ciudad”. En Física Experimental obtuvo la distinción supra locum. Continuó su carrera eclesiástica con el estudio de la Teología Escolástica, Expositiva, Dogmática y Moral, durante tres años. Y culminó sus estudios teológicos con la presentación de “un acto mayor de todo el día en el que defendió a más de las correspondientes a la primera (Teología Escolástica), muchos aciertos de la polémica y los Lugares Teológicos del Maestro Melchor Cano” (Relación de méritos).

En 1787 viajó a la Ciudad de México para examinarse en la Real y Pontificia Universidad de México, de la cual recibió el 16 de septiembre el grado de licenciado en Teología, y el 18 de noviembre la borla doctoral.

Fray Antonio Alcalde lo ordenó sacerdote, y se integró al cuerpo docente del Seminario Conciliar de Guadalajara, donde ya había sido maestro sustituto. De 1787 a 1789, fue catedrático de Mínimos, al igual que de Menores, y también fungió como vicerrector.

En agosto de 1792 se le encomendó la reapertura, reorganización y la dirección del Colegio de San Juan Bautista, del cual fue rector y administrador de sus rentas durante dieciocho años, en virtud de lo cual fue superior del conspirador libertario Juan Antonio Montenegro, quien en 1793 al ser detenido lo nombró como el depositario de sus bienes: “Seguramente aprobaba De la Sierra las ideas de Montenegro ya que los dos habían hablado sobre la conspiración”.1

Fue maestro fundador de la Real Universidad de Guadalajara; se le designó catedrático de Vísperas en la Facultad de Teología. Y el 3 de noviembre de 1792, durante la ceremonia inaugural de la Universidad, pronunció la oración latina. Ya para 1809 había fungido en dos periodos bianuales como diputado de la hacienda universitaria.

Se opuso a varias canonjías del Cabildo Eclesiástico, pero no obtuvo ninguna. El 10 de mayo de 1794 se le confirió el título de examinador sinodal general del Obispado.

Como simpatizante de la causa de la independencia, al llegar el cura Miguel Hidalgo y Costilla a Guadalajara, colaboró en la redacción del periódico insurgente El Despertador Americano, en el cual presentó en el número 3, del 29 de diciembre de 1810, “una ingeniosa carta en la que relata la conversación que se supuso haber tenido con un hombre que vio en sueños, acerca de las ideas de emancipación”.2

Al dirigirse al “Señor Despertador”, le escribe:

Puesto que su Periódico va haciendo efecto, nadie extrañará oír hablar a uno de los que poco antes estaban durmiendo, ni que en el tiempo de tanto parlar de las cosas nuevas, le cuente yo a Usted el último sueño que he tenido alusivo a las cosas viejas. Sepa Usted pues, que vi [...] todavía no me sale el susto del cuerpo.3

Al ser derrotadas las tropas insurgentes en el Puente de Calderón, y una vez recuperada Guadalajara por el general Félix María Calleja, el doctor De la Sierra fue juzgado por la Junta de Seguridad, la cual le dio el indulto a cambio de publicar su retractación que tituló:

El desengaño de un americano: manifiesto que para la reunión y concordia de todos los buenos, dispersión y exterminio de todos los malos, presenta el reino de N. E. un sacerdote de Guadalajara, a quien había deslumbrado el grueso del exército [sic] de insurgentes que ocupó dicha ciudad en estos dos últimos meses.4

La retractación se publicó en la Gaceta del 8 de marzo de 1811, y el haber atribuido la caída de Guadalajara a la batalla de la Barca, originó la airada protesta de Antonio Corbatón. ¿Fue intencional la equivocación? ¿Cómo valorar al doctor De la Sierra por manifestarse primero como un decidido insurgente desde la trinchera ideológica, y luego como un recalcitrante realista? A él –como a muchos otros– quizá le faltó la madera del héroe, y a sus 45 años de edad no le apeteció ni el paredón ni la cárcel.

El 6 de noviembre de 1812 fue jubilado como catedrático de Prima de Teología, pero continuó activo en el Claustro Universitario; participó en las comisiones que se le encomendaron, y llegó a servir gratuitamente la plaza de bibliotecario, para que la dotación fuera destinada a la fundación de la cátedra de Instituta de Leyes.

El 10 de noviembre de 1817 tomó posesión como rector de la Real Universidad de Guadalajara, cargo que ejerció hasta el 10 de noviembre de 1819.

Aún contando con el número de votos de los consiliarios y de los doctores del Claustro, para su reelección rectoral, el vicepatrono real José de la Cruz se opuso.

El 2 de octubre de 1820 se le eligió vicecancelario universitario, lo que demuestra la gran ascendencia que tenía en el Claustro de Doctores.

En 1821 integró la Sociedad Patriótica de Guadalajara, y fungió como presidente de la sección de Historia Natural y bibliotecario.

Fue electo diputado por Jalisco al Congreso General Constituyente (1823-1824), y firmó la primera Constitución Política del México independiente.

Falleció en su ciudad natal y fue sepultado el 6 de noviembre de 1826 en el Templo de la Tercera Orden de Santo Domingo.

Juicios y testimonios

Del “Informe horrible contra varios sujetos de Guadalajara al general Calleja”: “El Dr. De la Sierra bien conocido por sus principios anti-realistas, antes de esta época se ha dejado conocer en ésta […] como su conducta privada, así religiosa pues ya la Inquisición ha tenido que ver en otra ocasión, como que siendo catedrático de Prima de la Universidad, no puede serlo un hombre imbuido de tales principios que pueda corromper la juventud con ellos. Así inmediatamente debe de quedar suspendido con su cátedra y ser excluido del Claustro de los Doctores registrar su librería [biblioteca] por si acaso no hubiera ocultado algunos libros de mala clase”.


Referencias
  1. José María Miquel i Vergés, Diccionario de Insurgentes, México, Porrúa, 1980, p. 551. ↩︎

  2. Juan Bautista Iguíniz, El periodismo en Guadalajara 1809-1915, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1955, tomo i, p. 16. ↩︎

  3. El Despertador Americano, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1964, p. 19. ↩︎

  4. Hernández y Dávalos, op. cit., p. 410. ↩︎