Biografías por órden alfabético

Díaz de León, Enrique


Nació en Cerrito de Dolores, municipio de Pinos, Zacatecas, jurisdicción de la Parroquia de Ojuelos, Jalisco, el 26 de septiembre de 1890, y se le dio el nombre de José Enrique Francisco Faustino de Jesús. Fueron sus padres la señora María Rosa Díaz de León y el licenciado y notario público Francisco C. Díaz de León.1 Su familia residía en el poblado de Cerrito de Dolores, donde sus padres habían heredado una finca. Eclesiásticamente dicho poblado pertenecía a la Parroquia de Ojuelos, Jalisco.

Hacia 1899 la familia Díaz de León dejó Cerrito de Dolores y se trasladó a Guadalajara, entonces Enrique fue matriculado en la Escuela de Artes y Oficios del Espíritu Santo de los salesianos de san Juan Bosco, donde recibió su instrucción elemental, la cual concluyó en la Escuela Anexa a la Normal, siendo su maestra María Bancalari.

Su padre decidió que ingresara al Seminario Conciliar de San José, siendo apodado por sus compañeros de estudios como “el Liberal”, por su forma de pensar: “Uno de sus maestros sacerdotes empezó a criticar a Benito Juárez, entonces Enrique le refutó sus comentarios y lo expulsaron”.2 Al parecer, la expulsión de las aulas tridentinas disgustó mucho a su padre, quien lo puso a trabajar de mozo, pero en 1907 Enrique logró continuar sus estudios, ahora en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco.

En dicha institución conoció a los futuros bohemios: José Guadalupe Zuno, Agustín Basave y Ramón Córdova, entre otros. Muy pronto se significó por su inclinación intelectual. Zuno lo recuerda por esos días como uno de sus compañeros más cultos, pero muy malo para la gimnasia.

En mayo de 1909 organizó una manifestación contra el régimen porfirista, lo cual le costó la expulsión del Liceo y fue a dar a la cárcel, pero ante la presión estudiantil fue liberado.

En 1912, en un discurso en homenaje al educador Manuel López Cotilla, se pronunciaba por “que estos vientos de fronda que ahora soplan arrastren consigo todas las costumbres viejas [...]”.3Durante ese mismo año participó en la constitución formal del Centro Bohemio, donde fue el declamador oficial. Sus poetas preferidos eran Rubén Darío y Amado Nervo, él mismo compuso algunos poemas, entre ellos el titulado “Sum qui sum”, en el cual esboza sus ideas sociales, facetas de su compleja personalidad y su desdén por los falsos formulismos; escribió:

Desprecio los cenáculos: no son para mi orgullo.
Finco en mi soledad mi torre enhiesta y única
en donde he de guardarme contra todo murmullo
y en donde con gran desdén sea mi prócer túnica.
[…]
Y sobre la mentira y sobre la verdad,
que hecha el alma libre vientos de eternidad
en la más alta cumbre de la eternidad”.4

Ante su situación económica precaria, colaboró en los periódicos El Informador y El Boletín Militar, por dicha situación dejó truncados sus estudios profesionales de abogado en la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara.

En 1914, invitado por el gobernador del estado de Jalisco Manuel Macario Diéguez, pronunció el discurso en el acto de la colocación de la primera piedra de las escuelas primarias Reforma y Constitución, expresaba:

Que este acto, sea un augurio de bienestar y prosperidad futura; que se purifiquen todas nuestras manchas; y que las generaciones del porvenir no hereden nuestros odios y nuestras corrupciones y que borrando todos nuestros males volvamos a formar de nuevo el pueblo en los niños.5

En septiembre de 1914 el general Diéguez fundó la Escuela Preparatoria de Jalisco, en la cual Díaz de León se hizo cargo de la cátedra de literatura. Sobre su estilo magisterial Amado Ruiz Sánchez evoca: “[...] Nos enseñaba a amar lo bello en las letras lo bello en la vida, como en la justicia y la verdad”.6

En 1915, en la velada literaria conmemorativa del aniversario de la independencia, ocupó la tribuna en el Teatro Degollado. En su discurso explicó lo que en su opinión generó la violencia revolucionaria: “Las revoluciones, mientras lleven más grandes ideales, mientras tiendan a levantar, a salvar y a redimir al hombre, tienen que ser desgraciadamente más sangrientas”. 7

En 1919 el grupo de los bohemios se tuvo que dispersar. Díaz de León se unió a su familia en Chihuahua, donde impartió las clases de Lectura y Redacción Literaria en el Instituto Literario y Científico del Estado.

En abril de 1921 regresó a Guadalajara para dirigir la Biblioteca Pública del Estado. En agosto renunció para participar en la campaña electoral, que llevó a José Guadalupe Zuno a la gubernatura del estado de Jalisco.

En noviembre de 1922 fue electo diputado local por el iv distrito electoral. Su actuación fue muy activa, fungió como secretario, vicepresidente y presidente de la Comisión Permanente de la Cámara. Integró las comisiones Revisora de Credenciales, de Instrucción Pública, de Responsabilidades y de Estilo. Destacaron sus intervenciones oratorias, siempre de una gran emotividad y cuidado literario, tendentes a promover la educación de las clases populares; fue reelecto diputado por el mismo distrito.

A la par de sus actividades políticas, fue profesor de la Escuela Preparatoria de Jalisco, la cual dirigió de 1924 a 1925, y en este último año asumió la dirección de la Escuela Politécnica.

El 29 de julio de 1925 iniciaron las reuniones preparatorias para organizar la nueva Universidad de Guadalajara, participó decisivamente y como presidente de la Comisión de Instrucción del Congreso del Estado, preparó el proyecto de ley que facultaba al Ejecutivo estatal a expedir la Ley Orgánica de la Universidad de Guadalajara, el 7 de septiembre, restituyéndose así la Universidad.

El gobernador José Guadalupe Zuno lo nombró rector, en cuyo carácter el 12 de octubre de 1925 pronunció el discurso inaugural de la Universidad.

El 1° de febrero de 1926, el procurador general de Justicia del estado de Jalisco, Francisco Díaz, lo denunció ante la Cámara de Diputados en unión a otros siete diputados, de estar en abierta hostilidad contra las autoridades constituidas del Estado, al reunirse en la casa número 573 de la avenida Juárez de Guadalajara, para ejercer funciones exclusivas del Poder Legislativo para los objetos y fines a que se refería la fracción quinta del artículo 942 del Código Penal, en consecuencia se pidió su desafuero, el cual aprobó la Cámara el 6 de febrero.

Al ser desaforado como diputado, dejó la rectoría de la Universidad el 4 de febrero de 1926, y salió a la Ciudad de México a defenderse de sus adversarios políticos, y el 26 de marzo de 1927 pudo recuperar su curul.

El 2 de mayo del mismo 1927 por segunda ocasión asumió la rectoría de la Universidad de Guadalajara, la cual ejerció hasta el 25 de agosto de 1928, fecha en que lanzó su candidatura de diputado al Congreso de la Unión.

Al ser electo diputado federal pasó a residir a la Ciudad de México. Como legislador trabajó en el proyecto de ley que otorgó la autonomía a la Universidad Nacional de México.

En 1930 regresó a Guadalajara para ocupar nuevamente la dirección de la Escuela Politécnica, a la cual le dio tal prestigio que en 1931, al estar en la capital del estado de Jalisco el presidente de la república, Pascual Ortiz Rubio, éste la visitó. Al recibirlo pronunció un discurso, en el cual destacó la importancia de la educación técnica.

El 14 de septiembre de 1931 fue designado por tercera vez rector de la Universidad de Guadalajara.

En 1932 el gobierno de la república de Francia le otorgó las Palmas Académicas, en consideración a su labor ininterrumpida en favor de la cultura y el desarrollo educativo del pueblo mexicano.

Ya desde 1932 estaba promoviendo la celebración de un congreso de universidades mexicanas, lo cual se hizo realidad el 7 de septiembre de 1933, al inaugurarse el Primer Congreso de Universitarios. Le correspondió pronunciar el discurso de apertura, en el que urgió a los universitarios a asumir una actitud decidida ante la problemática social de la nación, y sostuvo que dicha actitud debería orientarse por la ideología de izquierda. Su discurso fue la piedra angular del Congreso, del que fue electo vicepresidente y secretario vocal de la primera mesa de trabajo, que abordó los aspectos administrativos y docentes.

Luego de la célebre polémica “Idealismo vs. Materialismo” que protagonizaron en primera línea el doctor Antonio Caso y el licenciado Vicente Lombardo, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México declaró que las resoluciones del Congreso no eran más que simples recomendaciones. A lo que Díaz de León contestó que los acuerdos del Congreso eran un pacto de honor firmado por las instituciones representadas en el Congreso, por lo que en consecuencia eran obligatorias.

Su firme posición en favor de las resoluciones del Congreso lo enfrentaron a una fuerte campaña de prensa y a una violenta huelga de estudiantes contrarreformistas, que culminó el 1° de noviembre de 1933, con la clausura de la Universidad de Guadalajara. Meses más tarde renunció a la rectoría.

Sin embargo siguió alentando las posiciones ideológicas de izquierda, e hizo causa común con el recientemente constituido Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente (feso). Así, en octubre de 1935 participó en el Segundo Congreso Nacional de Estudiantes Socialistas, celebrado en Uruapan, Michoacán.

En 1936 el presidente de la república Lázaro Cárdenas lo nombró presidente del Consejo Nacional de la Educación Superior y de la Investigación Científica. Desde este cargo alcanzó proyección nacional como educador, al presentar los proyectos para poner en vigencia en todo el país las escuelas para trabajadores. También presentó el proyecto y los trabajos preliminares para establecer las secundarias nocturnas, y los proyectos para la enseñanza industrial.

En congruencia con sus convicciones personales, nunca se enriqueció en los altos cargos que ocupó; recuerda Xóchitl Díaz de León: “Creía en la igualdad y con el sueldo que ganaba en la Universidad, compró un terreno que nunca pudo fincar por falta de recursos”.8

Al parecer ya estaba nombrado embajador de México ante la Unión de repúblicas Soviéticas y Socialistas, y a punto de celebrar su matrimonio, cuando el 28 de diciembre de 1937 murió de una afección vesicular en la Ciudad de México.

Sus restos mortales fueron trasladados a Guadalajara y fue inhumado en el Panteón de Belén, donde reposaron hasta el 23 de septiembre de 1988, fecha en que fueron reinhumados en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

La Universidad de Guadalajara le dedicó el año de 1988, y el 12 de octubre de dicho año le otorgó el doctorado honoris causa post mortem.

Se colocaron sendas estatuas en su honor en Ojuelos, Jalisco, en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres y en la explanada de la Rectoría General. También se dio su nombre a las antiguas calles de Tolsá y Munguía de Guadalajara, al Aula Magna del Paraninfo, al igual que a una plaza de Ojuelos, Jalisco.

Juicios y testimonios

José Cornejo Franco: “A Enrique sus amigos le apodábamos El Miura y, como todos sabemos, los toros de Miura son los más bravos; fíjense como incluso los apodos van determinando la imagen, de joven entre los seminaristas le decían El Liberal y de grande entre sus amigos El Miura”.


Vicente Lombardo Toledano: “Fue de los primeros en afirmar que la verdad es revolucionaria, que la cultura se refleja de una nueva conformación del país y del mundo, que la cultura es producto y no causa [...] Fue pues creador porque fue revolucionario, fue revolucionario porque fue creador, fue en suma un revolucionario, un gran educador y todo un hombre”.


José Parres Arias: “Vivir como él, en un permanente rejuego dialéctico no sólo del pensamiento sino sobre todo de la acción, significa también vivir en permanente actitud polémica [...] Quienes tuvimos el honor de encontrarnos frente a él en semejante situación polémica, y no sobre naderías, sino sobre la popularidad o el aristocratismo de la Universidad y después sobre la orientación filosófica frente a la realidad de nuestra estructura socioeconómica revolucionaria o la farsa de un ultraísmo apriorístico, o frente a una huelga estudiantil de candente agresividad y lo vimos desenvolverse con arrogante agresividad, aunque a la vez con la templanza propia de los héroes, y después de la batalla como quien sale de un noble torneo, pudimos de nuevo estrechar la mano cordial del hombre de bien, no podemos menos que loar sus excelencias y hacer mérito de su singular lealtad a los ideales”.


Referencias
  1. Archivo de la Parroquia de San José de Ojuelos, Obispado de Aguascalientes. Acta de bautismo, libro núm. 27, folio 21. ↩︎

  2. Gabriela Chávez, “Díaz de León refrenda su condición de hombre ilustre”, entrevista a Xóchitl Díaz de León, Por Escrito, Guadalajara, 23 de septiembre de 1988, p. 16. ↩︎

  3. Alfredo Mendoza Cornejo, Antología del pensamiento de Enrique Díaz de León, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1988, p. 24. ↩︎

  4. Murià, Enrique Díaz de León y la Universidad…, p. 17. ↩︎

  5. Mendoza Cornejo, Antología del pensamiento..., p. 28. ↩︎

  6. Fabiola Ruiz Razura y Adalberto Navarro Sánchez, “Amado Ruiz Sánchez. Humanismo en una vocación científica, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1985, p. 419. ↩︎

  7. Mendoza Cornejo, Antología del pensamiento…, p. 41. ↩︎

  8. Gabriela Chávez, op. cit. et loc. cit↩︎