Biografías por órden alfabético

Díaz Galindo, Severo


Nació en Sayula, Jalisco, el 8 de noviembre de 1876. Fueron sus padres los señores Severiano Díaz Larios y Dionisia Galindo Torres. Huérfano desde muy pequeño, con gran entereza aprendió a leer, escribir y a contar, y se empleó en un taller de elaboración de rebozos:

La división de trabajos se imponía; –escribió el biografiado– mi madre, hacendosa, tenía limpios y aseados a sus hijos; mi padre se complacía en llevar a sus dos primeros hombrecitos a misa los domingos muy bien planchados, muy quietecitos, llegando a ser el tema obligado de los buenos comentarios del vecindario.1

Su instrucción primaria la cursó en la Escuela Municipal número 1, en la cual a partir de 1884 recibió las clases del profesor Sabino Jiménez Corona:

Eran –evoca el biografiado– unas verdaderas clases que, una vez recibidas no extrañábamos las que recibíamos en los colegios de preparatoria y profesional [...] Debo dejar consignado un testimonio especial de gratitud hacia mi maestro, pues cuando pasé por su clase se esforzó en elevar el nivel de mi instrucción enseñándome nuevos métodos y conocimientos muy avanzados, especialmente en matemáticas y cosmografía, de manera que al presentar aquel acto público –ante el gobernador del estado, general Ramón Corona, en 1887– guiándome él con inusitada atingencia, pudimos demostrar hasta dónde llegaba su capacidad para la enseñanza de la niñez [...] Perdura aún el eco de los aplausos al terminar, y me parece que estoy viendo descender al gobernador para abrazar a mi maestro y darnos un apretón de manos a los alumnos.2

En cuanto al surgimiento de su vocación sacerdotal, con todo y que el jefe político del lugar Jesús L. Patiño, ofreció apoyarlo para que cursara una carrera científica en Guadalajara, impulsado por el cura de su pueblo Néstor Zárate y la simpatía de su padre, se decidió por ingresar al Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande, al cual se matriculó en octubre de 1890. Luego se distinguió como estudiante notable por sus altas calificaciones, la presentación en brillantes actos públicos y las distinciones académicas que recibió.

Luego de estudiar Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de Guadalajara, culminó su carrera eclesiástica el 9 de septiembre de 1900, al conferirle la ordenación sacerdotal el arzobispo de Guadalajara Jacinto López Romo.

Fue catedrático principalmente de Ciencias Físicas y Experimentales, e impartió: de 1895 a 1903, Física y Matemáticas, en el Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande; de 1904 –año en que debió trasladarse definitivamente a Guadalajara– a 1913, Matemáticas, Química e Historia Natural en el Seminario Conciliar de Guadalajara; de 1904 a 1914 Cosmografía; y de 1913 a 1915 Psicología y Lógica en la Escuela Normal Católica; en 1917 la clase popular de Astronomía, en la Escuela Comercial e Industrial para Señoritas; de 1917 a 1929 Cosmografía en la Escuela Normal Libre para Señoritas; Física, Química y Cosmografía en el Liceo Occidental; de 1905 a 1925 impartió las cátedras de Astronomía y Meteorología y Mineralogía en la Escuela Libre de Ingenieros de Jalisco, de la cual fue director.

En 1925 el gobernador del estado José Guadalupe Zuno lo designó miembro de la Comisión Organizadora de la Universidad de Guadalajara, e integró la comisión que presentó el proyecto de la Escuela Politécnica.

Alrededor de treinta años fue catedrático de Física y de Cosmografía de la Escuela Preparatoria de Jalisco. Como profesor, así lo evocan sus discípulos:

Era exigente como maestro; –expresa Alfonso Díaz Morales– le temblábamos; pero fue siempre paciente y sus clases las hacía muy amenas.3

El padre Severo –expresa el canónigo Taurino Ruiz– a todos los jóvenes nos decía ‘pelusa’, y dicen que en sus clases a quienes contestaban bien a sus preguntas les decía ‘personaje’; si no, ‘pelusa’.4

La escuela –escribe Aurelio Cortés– tenía muy buenos laboratorios, el de física en donde el pater era el titular de la clase, contaba con aparatos para toda clase de demostraciones, la clase la ilustraba don Severo con una de sus prácticas, y para esto, le decía a su preparador [...] ‘A ver Corcobilla... sácate el aparatejo’ [...].5

El Pater Díaz –como lo llamaban– dirigió el primer centro de investigación científica de la Universidad de Guadalajara: el Observatorio Meteorológico. Él eligió el lugar que le pareció más adecuado para instalar el Observatorio, en la parte poniente de la ciudad –actual avenida Vallarta–, y consiguió el telescopio y el instrumental necesario. En 1926 el Observatorio fue inaugurado por el gobernador Zuno, quien lo designó director del mismo. En 1947, al decidirse que el Observatorio debería transformarse en Instituto de Astronomía y Meteorología, se le nombró su primer director, y ejerció el cargo hasta su fallecimiento.

Su figura era muy popular en la ciudad. Rogelio García Castro evoca:

Hay muchas anécdotas muy interesantes sobre el padre Severo Díaz, entre otras, está aquella de que fue el primer investigador en astronomía y meteorología que se atrevió a hacer predicciones de tiempo hasta con doce días de anticipación y no sólo eso, sino que hasta ofrecía una recompensa de mil pesos a la persona que le comprobara que estaba equivocado.

Aparte de todo, cuando él hacía sus viajes diarios al Instituto –porque nunca fallaba, diario a la misma hora pasaba al Instituto y a la misma hora regresaba–, uno de los recuerdos más curiosos que existen es que la mayoría de la servidumbre que existía en esa colonia de aquí [el Instituto] a “Las Américas”, siempre salían para ver el paso del padre. Era algo simbólico, y lo curioso era que salían a observarlo para ver si llevaba el paraguas o no bajo el brazo. Si llevaba el paraguas, había que prepararse y no lavar, no tender ropa, porque iba llover. En otras ocasiones, al verlo sin paraguas, se ponían a lavar; aunque hubo veces en que veían pasar al padre Díaz empapado, porque de vez en cuando tenía sus fallas en lo que a meteorología se refiere [...].6

Para algo más aprovechó sus conocimientos científicos, los puso a disposición de los campesinos para que lograran mejores rendimientos en la agricultura:

[...] Les avisaba de lluvias, heladas y sequías –expresa Enrique Flores Tritschler–. Su sorprendente previsión le acarreó gran fama cuando, junto con el padre [José María] Arreola, predijo con certeza el desastre de Cuyutlán: un sismo intramarino produjo un tsunami u ola gigantesca que arrasó la población.7

En el ciclo 1932-1933, impartió la clase de Geología de Jalisco, en el primer curso de verano para extranjeros de la Universidad de Guadalajara. Otros de los cargos que desempeñó fueron: de 1895 a 1903, fue director del Observatorio Vulcanológico y Astronómico del Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande; y de 1904 a 1914, dirigió el Observatorio Meteorológico del Seminario Conciliar de Guadalajara.

Entre sus estudios y aportaciones científicas destaca que “en 1902 fue objeto de calurosas felicitaciones de parte de varios sabios del país con motivo del descubrimiento que hizo de ciertos fulgores de la luz del planeta Júpiter comparables a los de Venus”.8

Desde 1904 hacía diariamente dibujos sobre las manchas solares; realizó estudios especializados sobre la actividad del volcán Colima; en 1917 el gobierno del estado de Jalisco lo comisionó para que estudiara las grietas abiertas en el camino a Tesistán. En 1922, el gobernador José Guadalupe Zuno lo nombró miembro de la comisión encargada de colocar la placa conmemorativa de la batalla de Puente de Calderón.

En 1924 fundó su observatorio particular al cual denominó dcb, siglas correspondientes a los meteorólogos que más lo influyeron: el francés H. Marie Davy, el mexicano Juan N. Contreras y el estadounidense Frank H. Bigelow, de quienes se consideraba un humilde discípulo.

Desde 1921 ya conocía “la ley que liga los descensos de la temperatura en Estados Unidos con las lluvias de Guadalajara y en toda la república, mientras otros observatorios andan buscando cómo pronosticar el tiempo con veinticuatro horas de anticipación”.9

Entonces su teoría “le acarreó constantes fricciones con sus homólogos del centro del país, quienes lo tildaban de empírico; sin embargo todos sus pronósticos fueron acertadísimos, prestando de esta forma un bien a todos los agricultores y ganaderos, no sólo de Jalisco, sino de muchos Estados de la república”.10

En su ministerio sacerdotal se desempeñó: de 1913 a 1915 como capellán de la Iglesia de la Visitación; de 1917 a 1919 capellán del Templo de Jesús María; y a partir de 1919, ocupó la capellanía del Templo y Convento de Santa María de Gracia, entre otros oficios que le asignaron los arzobispos de Guadalajara.

En tiempos de grandes enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado, él supo conciliar sus compromisos con el mundo científico y gubernamental, con su obediencia a sus superiores eclesiásticos. El citado canónigo Taurino Ruiz expone dos situaciones:

[...] Había algunos sacerdotes [Arreola, Cornejo y Díaz, entre ellos] que por diversas causas habían sido reconvenidos por el arzobispo, quien incluso los destinó a celebrar [misa] diario en lugares de la periferia, muy distantes del centro.

El único que acató con obediencia el mandato fue precisamente el padre Severo, quien acudía a oficiar a una hacienda cercana a Huentitán. Por cierto, en junio de 1943, la local Sociedad de Amigos de la urss extendió formal invitación al presbítero Severo Díaz, firmada por el secretario general, licenciado Rodolfo González Guevara, para que participara en un ciclo de conferencias dictando una sobre alguno de sus favoritos tópicos científicos. Enterado de ello el arzobispo José Garibi Rivera, le sugirió abstenerse de concurrir y también obedeció.11

Algunos de los títulos de sus trabajos publicados en diversas revistas locales y nacionales, fueron: Excursión al volcán de Colima (1902); Las últimas erupciones del volcán de Colima a la luz de nuestra diaria observación (1903); El alto-stratus. Origen, evolución y función meteorológica (1904); Efemérides del volcán de Colima. Según las observaciones practicadas en los observatorios de Zapotlán y Colima de 1893 a 1905 (1906); Estudios de meteorología mexicana (1907); Un temporal de invierno. Primeros pasos en la meteorología de precisión (1907); El origen y la evolución del nimbus. La cumulización horizontal (1908); La vida científica de Galileo (1909); El clima de la ciudad de Guadalajara (1909); Observaciones y estudios (1910); Síntesis de nuestros principales meteoros. Cinco años de observación (1910); La causa de la lluvia en el Estado de Jalisco (1911); Tratado de Álgebra y complementos de Aritmética. Lecciones profesadas en el Seminario de Guadalajara (1911); Estudio sobre los temblores sentidos en Guadalajara (1912); Una nueva ley en la atmósfera. Ley de la oposición al viento. Teoría del método de Guilbert (1914); La habitabilidad de los astros (1915); El primer año de previsión del tiempo en Guadalajara. Resolución para esta ciudad del problema del pronóstico semanario (1922); Primer año de previsión del tiempo en Guadalajara, segunda parte, El Invierno (1923); Informe que la comisión enviada a Yerbanís para observar el eclipse del 10 de septiembre rinde al señor gobernador (1923); Las manifestaciones volcánicas en las cercanías de Guadalajara (1923); Las temperaturas mínimas del norte y las lluvias de Guadalajara y de la república mexicana. Continuación de la demostración de la relación que tienen entre sí (1924); Nueva Meteorología. Primera parte. Hechos fundamentales (1927); Elementos de astronomía y meteorología. Lecciones profesadas durante treinta y tres años en varios colegios del Estado, tanto particulares como oficiales (1928); La geografía de Chapala y las fumarolas de San Juan Cosalá (1932); Estudio del temblor del 3 de junio (1932); El suelo de Jalisco (1933); Sesenta años de observación pluviométrica en la ciudad de Guadalajara (1934); Mis ensayos en la previsión del tiempo 1895-1935 (1936); La segunda etapa del pronóstico quincenal del tiempo (1936); Los pronósticos y sus realizaciones. Abril a noviembre de 1936 (1937); El servicio meteorológico de Jalisco (1937); La erosión y la geomorfología (1942); El clima de la ciudad de Guadalajara (sin fecha); Geografía General y Física del Estado de Jalisco (1946); La tradición científica en Guadalajara (1953); y La desecación del lago de Chapala (1956).

En forma póstuma se publicaron: Manifestaciones volcánicas en las cercanías de Guadalajara (1984); y Síntesis de las clases de Geología de Jalisco dadas por el Pbro. Severo Díaz –versión de J. Bernabé Godoy– (1986).

En 1900 hizo la traducción del francés al español del Tratado elemental de Química de A. Maillard.

Sus trabajos científicos se publicaron en el Boletín Eclesiástico Diocesano de Guadalajara, que llegó a denominarse Boletín Científico y Eclesiástico de Guadalajara; Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, Gaceta Municipal, El Clarín, Boletín de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Revista de Revistas, La Linterna de Diógenes, El Faro, El País, Boletín del Observatorio Meteorológico, Boletín de Minería e Industria, entre otras.

Entre las sociedades a las que perteneció se encuentran la Academia de Estudios Teológicos y Filosóficos del Sagrado Corazón de Jesús de Ciudad Guzmán; la Sociedad Astronómica de México; la Sociedad Médico-Farmacéutica de Guadalajara; la Sociedad Geológica de México; fue vocal de la Cámara Agrícola de Guadalajara; socio honorario del Instituto Solar de Montevideo, Uruguay; también perteneció a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Junta Auxiliar del Estado de Jalisco, de la cual fue presidente; fue académico de número de la Asociación Jalisciense de Ingenieros; miembro del Comité pro-Guadalajara; socio honorario de la Academia Literaria Enrique González Martínez; miembro honorario de la Sociedad de antiguos alumnos de la Escuela Preparatoria de Jalisco; y formó parte de la Sociedad Científica Antonio Alzate.

A partir de 1900 intervino en los varios Congresos Nacionales de Meteorología; en 1906 participó en el Congreso Internacional de Geología, además de numerosas reuniones religiosas y sociales.

Se calcula que dictó más de un centenar de conferencias, algunas fueron en la Sociedad Médico-Farmacéutica sobre los fenómenos sísmicos en 1912, y a una de ellas asistió el gobernador del estado, acompañado de la Comisión Geológica Mexicana. En el Seminario Conciliar de Guadalajara en 1919, disertó sobre el hombre fósil y el descubrimiento del telescopio; y en la Escuela Preparatoria de Jalisco en 1949 dictó un curso sobre “La Cosmografía de la Luna “.

Falleció en Guadalajara el 14 de septiembre de 1956, fue inhumado en la Rotonda de honor del Panteón de Belén. Sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres el 11 de septiembre de 1994.

Se le dedicó un busto de bronce en la Plaza de Armas de su pueblo natal; una calle de Guadalajara que va a dar al Instituto de Meteorología lleva su nombre, además de la Rinconada del Padre Díaz en la avenida La Paz. En 1984 el Ayuntamiento de Guadalajara le dedicó el Centro de Ciencia y Tecnología y Planetario; el 7 de noviembre de 2001 el Seminario Conciliar estableció el Centro de Investigación Severo Díaz; y en febrero de 2004 el Congreso del Estado de Jalisco lo reconoció como benemérito ilustre de Jalisco.

Juicios y testimonios

José Ignacio Dávila Garibi: “Un joven sacerdote de Guadalajara, cuyo nombre comenzaba a figurar entre los intelectuales de la época como un diligente y entusiasta cultivador de las ciencias naturales, particularmente de la meteorología [...] Hombre de recia disciplina y de tesonero afán, se consagró desde entonces al estudio de los variados temas de su especialidad todos los ratos que le dejaban libre su ministerio, investigó mucho, escribió mucho [...]”.


Enrique Flores Tritschler: “Fue un fenómeno único: de esos científicos solos de provincia, que ya no se dan; aislado en sus teorías, fue admirado pero incomprendido. Nunca buscó ni le gustaban los homenajes [...] Es más, decía él que ‘los únicos que se pueden fundir en bronce son los burros’ (queriendo dar a entender que el humilde jumento, elevado a estatua, jamás despertaría polémicas). Yo creo que él preferiría seguir así [sin ser llevado a la Rotonda]”.


Adolfo Hernández Hurtado: “En mi concepto, el padre Díaz fue un hombre providencial para su tiempo, pues colmó el vacío de sabios que no llenaban los laicos. Además en tiempos muy difíciles para la Iglesia, él siempre tuvo buenas relaciones con el gobierno”.


Federico Munguía Cárdenas: “Durante los álgidos años de la Segunda Guerra Mundial, encontrándose enfermo, consiguieron entrevistarlo en su domicilio funcionarios de la embajada alemana interesados en conocer sus teorías. Una taquígrafa estuvo tomando nota durante las dos horas que duró la entrevista. En el escenario de la guerra, los bombardeos del Tercer Reich no cejaban de su tarea devastadora sobre Londres, mientras los ingleses respondían lanzando bombas sobre las ciudades alemanas. Sin embargo había periodos en que los ingleses extrañaban el diario bombardeo alemán, mientras sus patrullas sobre el continente eran diezmadas por el mal tiempo. Los servicios de espionaje informaron que los alemanes basaban sus incursiones en las teorías [para pronosticar lluvias] de un sabio mexicano radicado en Guadalajara.

Por último, se afirma que el Gobierno alemán, por conducto diplomático envió un reconocimiento al padre Díaz, aun cuando éste se arrepintió de haber proporcionado sus datos a una potencia que los utilizó para victimar seres humanos. Después vino una delegación británica a ofrecerle su traslado a Londres donde tendría mayores elementos científicos, cosa que agradeció, pero no aceptó”.


Referencias
  1. José de Jesús Parada Tovar, “El cosmos del don Severo Díaz”, El Informador, 29 de enero de 1989, parte II, Suplemento Cultural, p. 7. ↩︎

  2. Idem, loc. cit↩︎

  3. Ibid., p. 8. ↩︎

  4. Idem., loc. cit↩︎

  5. Aurelio Cortés, “Semblanzas tapatías. 1925-1945”, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1988, p. 119. ↩︎

  6. Rogelio García Castro, “Semblanza del Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara”, Gaceta Universitaria, Guadalajara, s.f., p. 3. ↩︎

  7. Parada, op. cit., parte ii , p. 9 ↩︎

  8. José Ignacio Dávila Garibi, “Datos biográficos del sabio meteorologista D. Severo Díaz, sacerdote de la Arquidiócesis de Guadalajara”, Revista Azul, Guadalajara, 1919, p. 17. ↩︎

  9. Parada, op. cit., parte i, p. 9. ↩︎

  10. Idem, loc. cit↩︎

  11. Ibid., parte II, p. 9. ↩︎