Biografías por órden alfabético

Espinosa y Dávalos, Francisco


En Tepic, población de la Intendencia de Guadalajara, nació el 10 de diciembre de 1801. Fueron sus padres los señores José Ramón Espinosa y María Teresa Dávalos.
Ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, en el cual cursó Latín y el Curso de Artes, concluyéndolo en 1820 con la distinción de regente. Continuó la carrera eclesiástica con el estudio de la Teología, para culminarla con la ordenación sacerdotal que recibió el 17 de diciembre de 1825.

En el Seminario Conciliar impartió varias cátedras, además de ser rector de 1849 a 1855; con tal cargo escribió los informes rectorales de 1851, 1853, 1854 y 1855.

De 1827 a 1830 fue colaborador del periódico El Defensor de la Religión, y de 1831 a 1832 fue familiar del obispo de Guadalajara Miguel Gordoa.

El 4 de septiembre de 1831 obtuvo en la Universidad Pontificia de México el grado de licenciado en Teología, el cual incorporó a la Universidad Nacional de Guadalajara el 12 de noviembre de 1834, con la recepción de la borla doctoral de la Facultad de Teología.

Fue diputado al Congreso de la Unión y en 1834 apoyó el centralismo adhiriéndose al Plan de Cuernavaca. El 25 de junio de 1832 ingresó al Cabildo de la Catedral como medio racionero y el 16 de abril de 1837 fue nombrado canónigo de gracia.

El 10 de noviembre de 1841 fue electo rector de la Universidad Nacional de Guadalajara, cargo que ejerció hasta la misma fecha pero de 1843.

El 24 de mayo de 1849 ascendió a canónigo maestrescuelas, dignidad concurrente con el oficio de cancelario universitario.

En 1852 suscribió el Plan del Hospicio, y un año después el acta que pedía el retorno del general Antonio López de Santa Anna a la presidencia de la república.

El 19 de enero de 1854 ascendió a canónigo chantre. Los historiadores de su tiempo coinciden en señalarlo como un distinguido orador eclesiástico, “cuyo poético estilo en los panegíricos siempre le atraía un concurso numeroso”.1 Por su parte, Agustín Rivera escribió:

Aunque oí en Guadalajara, en México y en Roma excelentes oradores, ninguno reunía como don Francisco Espinosa todas las dotes de un orador, sino que alguna o algunas les faltaban; fama de hombre instruido y piadoso, cuerpo alto y robusto, continente majestuoso, discurso correcto, especialmente por la unción hasta las lágrimas, que derramaba y hacía correr, voz pausada sin lentitud, sonora y dulce y acción muy viva sin frisar en teatral. Especialmente en el sermón anual de Tres Horas en Santa Mónica el Viernes Santo, en que se presentaba en el púlpito con corona de espinas en la cabeza y un lazo al cuello, su figura era más interesante y su palabra más eficaz.2

Además de los informes de rector del Seminario de Guadalajara ya citados, publicó: Sermón predicado el 26 de diciembre de 1831 por la restauración del episcopado en México; Oración fúnebre en las exequias celebradas en la Catedral por el Gral. Miguel Barragán, presidente de la república, el 11 de abril de 1836; Sermón en la profesión de sor María Encarnación del Espíritu Santo, 1838 y Elogio fúnebre del doctor Diego Aranda y Carpinteiro, el 28 de julio de 1853.

También se desempeñó como capellán del Convento de Santa Mónica, y en 1855 el delegado apostólico pontificio Luigi Clementi lo subdelegó para ejecutar la erección del Obispado de San Luis Potosí.

Falleció en Guadalajara el 31 de octubre de 1856; fue inhumado en el Colegio Apostólico de Zapopan.

Juicios y testimonios

Agustín Rivera: “Mi amado rector, a quien traté casi diariamente durante algunos años”.


Referencias
  1. Romo de Vivar, op. cit., p. 43. ↩︎

  2. Juan Bautista Iguíniz, Catálogo biobibliográfico de los doctores, licenciados y maestros de la Antigua Universidad de Guadalajara, México, unam, 1963, p. 143. ↩︎