Biografías por órden alfabético

Gallo Pérez, José Carlos, Ricardo Solórzano Gómez y Manuel Zavala Ceballos


Durante el sexenio del presidente de la república Lázaro Cárdenas (1934-1940), un sector de los universitarios mexicanos veía con admiración la proclamación del régimen republicano en España, sobre lo cual Francisco Martínez de la Vega escribió:

Bebíamos con sed las diversas opciones que se ofrecían en ese renacimiento esplendoroso. Sentíamos que habíamos reencontrado a la España inmortal y que ganábamos una novia ideal las juventudes de esta América que ella había olvidado.1

El rector Enrique Díaz de León, en el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, había declarado que la posición de la Universidad de Guadalajara era de izquierda, y entonces se vivió el auge de un conflicto universitario que enfrentó a estudiantes socialistas y católicos.

Para 1934 se había fundado el Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente (FESO) y entre ellos crecía la simpatía por la causa republicana española, la cual se tornó en un decidido apoyo al estallar la Guerra Civil española (1936-1939).

Al general Francisco Franco que encabezó el alzamiento militar lo apoyaron los regímenes fascistas de Alemania e Italia, e incluso Portugal. A la República la auxiliaron los gobiernos de la Unión de Repúblicas Soviéticas y Socialistas y México. En tanto Francia, Reino Unido y Estados Unidos proclamaron una supuesta no intervención: “Baste decir que para muchos la suerte de la República [española] se decidió de hecho en el célebre comité de Londres, en un ambiente entre cínicos (alemanes e italianos), melifluos (británicos) y vergonzantes (franceses)”.2

Adherir a Estados Unidos a la posición de la supuesta neutralidad, quedó más que demostrado al dejarse influir el presidente Franklin D. Roosevelt por su embajador en Londres Joseph Kennedy: “[…] Llegó mucho más lejos, hasta entrometerse en la colaboración de México en favor de la República Española”.3

Y frente a una intervención notoriamente desigual para los republicanos españoles, entonces se organizaron las brigadas internacionales antifascistas, integradas con alrededor de cuarenta mil voluntarios:

[De los cuales] los franceses sumaron 10,000; 5,000 los alemanes y austríacos, 3,350 los italianos antifascistas, 2,800 los provenientes de EE. UU., 2,000 fueron británicos y 1,000 canadienses. A ellos hay que sumar 1,200 yugoeslavos, 1,000 húngaros, 1,500 checos, procediendo el resto de hasta 50 nacionales diferentes.4

A estos últimos debieron unírseles los jóvenes estudiantes de la Escuela Preparatoria de Jalisco de la Universidad de Guadalajara: Carlos Gallo, Ricardo Solórzano y Manuel Zavala. Enseguida se presentan algunos de sus rasgos biográficos.

José Carlos fue hijo de Ezequiel Gallo y de María Pérez, nació en 1914 e ingresó a la Escuela Preparatoria de Jalisco en 1928, donde fue militante del feso.

Sobre su físico se conoce que “era alto, de pelo negro y cejas también; ojos castaños, boca pequeña, nariz regular y color moreno”.5

Ricardo fue hijo de Julio Solórzano y Dolores Gómez, nació en Ameca, Jalisco en 1917, y muy pronto vino a radicar a Guadalajara. En el Colegio López Cotilla hizo sus estudios de secundaria, los cuales revalidó en septiembre de 1931 e ingresó a estudiar el bachillerato en la Escuela Preparatoria de Jalisco, donde aprobó en exámenes ordinarios todas las asignaturas inscriptas.

De constitución física: “Bajo, delgado, moreno; tenía los ojos, el pelo y las cejas negros y su cara era alargada”.6

Manuel fue hijo de Manuel Zavala y Esther Ceballos, nació en 1916 y se matriculó en la Escuela Preparatoria de Jalisco en 1929. Su historial académico dice que

no fue un estudiante de excelencia, pues en 1930 reprobó Inglés (primer curso) y en 1932 Física y Cosmografía. Y en 1931, aprobó solamente tres materias: Inglés, Geografía y Geometría. En cambio, en 1932 aprobó cinco, que fueron cursadas en compañía de Ricardo Solórzano: Botánica, tercero de Español, Francés, Historia Patria y Etimologías. Cosmografía también la cursó con Solórzano, pero a diferencia de éste, Zavala la reprobó.7

Su descripción física dice que “era alto, delgado de cuerpo y cara y tenía las cejas, los ojos y el pelo de color negro”.8

Por esos años vivieron como estudiantes el auge del enfrentamiento Iglesia-Estado y la Cristiada, el conflicto universitario de la década de los treinta y el inicio de la aplicación de la educación socialista.

Inmersos en el ambiente tapatío de una alta confrontación ideológica, optaron por unirse a las brigadas antifascistas, para lo cual viajaron juntos a la Ciudad de México, donde fueron invitados por el Comité del Frente Popular establecido en la calle de Regina, para alistarse a combatir a España: “Por supuesto que nunca lo declararon así. La versión que dieron fue que iban en busca de trabajo en Francia o en algún otro lugar de Europa”.9

Con la colaboración de un cónsul español –no se indica el nombre– a mediados de enero de 1937 embarcaron en la nave Moto Mar, pero a última hora por órdenes del comisario José Otero se les cambió al barco Mar Cantábrico, partiendo el 19 de febrero oficialmente hacia Valencia, ciudad donde residía el gobierno republicano:

Pero en alta mar el capitán abrió un sobre cerrado que le había entregado el embajador de España en México, Félix Górdon Ordás, precisamente con la intención de que antes nadie se enterara de su contenido. Entre diversas instrucciones se especificaba cuál sería su verdadero destino: Santander que se encontraba aún en poder de los defensores de la legalidad.10

Durante la travesía los jóvenes jaliscienses ayudaron en la limpieza y recibieron alguna capacitación militar, de la cual carecían completamente. Con el fin de burlar el espionaje franquista, el barco Mar Cantábrico cambió con alguna pintura su aspecto, para hacerse pasar como carguero inglés.

Pero la estratagema no resultó, y el 8 de marzo de 1937 el crucero Canarias empezó a perseguirlo, algunos tripulantes se lanzaron al mar a nado o en algún bote –la mayoría se ahogó–, el comisario Otero se suicidó y el Mar Cantábrico fue atacado y abordado por los marinos franquistas.

El miércoles 10 de marzo la nave prisionera fondeó en la ría de Ferrol, Galicia. Los sobrevivientes pasaron a un barco viejo denominado Contramaestre Casado, el cual fue acondicionado como prisión y tribunal.

El 22 de marzo se les tomaron formalmente sus declaraciones a los antiguos estudiantes jaliscienses. Expresaron que sus tareas a bordo eran de marineros, que iban a buscar trabajo en Francia; que si sabían de la existencia de material bélico a bordo destinado a “los rojos” o al gobierno republicano de Valencia; que no sabían que existiera una oficina de reclutamiento en México, aunque Gallo agregó que “sabía de sociedades que eran de izquierda y que hacían propaganda para sus fines políticos”.11

El 5 de abril se reunió el jurado bajo la presidencia del capitán de fragata Manuel de Arnaiz y D’Almeida, con cinco vocales y un ponente. Se les consideró como rebeldes, y se declaró que la ley aplicable era el Código Penal, que tipificaba los delitos cometidos a bordo de buques mercantes españoles, lo cual trató de debatir inútilmente el defensor de oficio Ignacio Dapena Carro.

Solamente José Carlos Gallo trató de argumentar que primero abordaron un barco, y que luego se les obligó a cambiarse al Mar Cantábrico, bajo la amenaza de dejarlos sin el empleo prometido.

El mismo 5 de abril fueron condenados a muerte como autores del delito de adhesión a la rebelión. La sentencia pasó al auditor del Departamento Marítimo del Ferrol, quien propuso la ratificación del fallo al comandante general Luis de Castro, como en efecto sucedió el 16 de abril inmediato, negando el indulto.

El 17 de abril de 1937, a las siete de la mañana en Ferrol, Galicia, fueron fusilados José Carlos Gallo, Ricardo Solórzano y Manuel Zavala, y de inmediato se les inhumó en el Panteón de Canido.

En la prensa española republicana se publicó su elogio fúnebre:

Ellos habían venido a combatir al fascismo por amor a la democracia y a la causa del proletariado español, ¡Ni un instante de cobardía, ni una sombra de deslealtad!

Murieron fusilados por los rebeldes, pero al morir se cubrieron de gloria. Eran voluntarios auténticos del ejército libertador… Loor a esos mexicanos que venían a luchar en pro de la España republicana y eran sencillamente caballeros del ideal.12

Durante tres meses se mantuvo oculta en España la noticia del fusilamiento de los tres jóvenes jaliscienses, la cual se publicó en México hasta el 29 de julio de 1937.

Al conocerse la noticia en Guadalajara, de inmediato el secretario general del feso, Julio Novoa Niz, organizó el homenaje a sus antiguos compañeros, y el 6 de agosto inmediato en el aula mayor de la Escuela Preparatoria de Jalisco se colocó la placa metálica con la siguiente inscripción:

A los compañeros
Carlos Gallo
Ricardo Solórzano
Manuel Zavala
Víctimas del fascismo español, caídos
en el Ferrol, España. Agosto de 1937
feso

En la actualidad esta placa se encuentra en el descanso de la escalera principal del antiguo edificio del Oratorio de San Felipe Neri de Guadalajara, hoy sede de la Escuela Preparatoria de Jalisco.

En el verano del trágico 1937 se celebró el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, y entre los invitados estaba el poeta mexicano Octavio Paz, quien suponía que su antiguo amigo José Bosch había fallecido, y para el cual escribió la “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”. Pero se tuvo que abstener de leer su poema, porque su amigo supuestamente muerto se encontraba precisamente frente a él para escuchar sus poemas.

Para evitar que los jóvenes jaliscienses fusilados en Galicia sean olvidados, como encarecidamente pidió José María Murià, bien se podía pedir prestado a Octavio Paz parte de su poema no leído en 1937, para evocarlos en lo singular:

i
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
Has muerto. Irremediablemente has muerto.
Parada está tu voz, tu sangre en tierra.
Has muerto, no lo olvido.
¿Qué tierra crecerá que no te alce?
¿Qué sangre correrá que no te nombre?
¿Qué voz madurará de nuestros labios
que no diga tu muerte, tu silencio,
el callado dolor de no tenerte?

iii
[…]
Has muerto entre los tuyos,
por los tuyos.13


Referencias
  1. Francisco Martínez de la Vega, “Lázaro Cárdenas”, El exilio español en México 1939-1982, México, fce, Salvat, 1982, p. 15. ↩︎

  2. Ramón Tamames, La República. La era de Franco. Historia de España Alfaguara, Madrid, Alianza Editorial, Alfaguara, tomo vii, 1974, p. 279. ↩︎

  3. Ibid., p. 280. ↩︎

  4. Ibid., p. 282. ↩︎

  5. José María Murià, Mexicanos contra franquistas, Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco, 2013, p. 26. ↩︎

  6. Ibid., p. 27. ↩︎

  7. Ibid., p. 26. ↩︎

  8. Ibid., p. 27. ↩︎

  9. Ibid., p. 25. ↩︎

  10. Ibid., pp. 28-29. ↩︎

  11. Ibid., p. 31. ↩︎

  12. Ibid., p. 35. ↩︎

  13. Octavio Paz, Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón, consultado en www.palabravirtual.com/index.php? ↩︎