Biografías por órden alfabético

Gómez Robledo, Xavier


El 27 de febrero de 1912, nació en Guadalajara, Jalisco. Fueron sus padres los señores Mercedes Robledo de la Torre y Antonio Gómez Palomar.

En la primaria del profesor Atilano Zavala aprendió sus primeras letras, de 1926 a 1928 cursó la secundaria en el Instituto de Ciencias de los jesuitas y sobre esos años escribe su compañero Manuel Acévez [sic]:

En aquellas aulas y patios Xavier era el hombre perfecto. Madera de líder. Amable y polifacético. Príncipe de la división, Prefecto de la Congregación [Mariana] (que vivía en catacumba, porque eran los años gloriosos de la persecución religiosa 1926-1929). Campeón de salto de garrocha y en suertes de bicicleta, enlazando con varita de Apizaco listones multicolores. El capitán de equipos, cuyo ascendiente personal, o voz de mando imponía decencia y cortesía: se le escurrieron una vez a un jugador de básquet expresiones de vecindad y la voz de Javier cállate fulano, devolvió al juego el tono educado que le correspondía.1

El 6 de septiembre de 1928 ingresó al Seminario jesuita de Ysleta College, en El Paso, Texas. De septiembre de 1930 a agosto de 1933 cursó Letras Clásicas (Latín, Griego y Castellano) en las que empezó a sobresalir, sobre lo cual el citado jesuita Manuel Acévez escribió:

De lo que Xavier era y lo que iba haciendo la formación de la Compañía, bien aprovechada, nos dejó un testimonio Felipe Pardinas, cuando al llegar a España –recién hechos sus votos en 1931– dijo de Xavier Gómez Robledo que era la personalidad que más le había impactado entre los que se encontraban en Ysleta.2

De 1933 a 1934 estudió Ciencias, lo cual equivalía a “[…] un bachillerato condensado de excelente nivel en el que estudiaban Matemáticas, Física, Química y Biología, puesto que casi todos los seminaristas ingresaban después de terminar la secundaria”.3

De 1934 a 1937 cursó la licenciatura en Filosofía, la cual avalaba la Loyola University de Los Ángeles, California, y de septiembre de 1937 a agosto de 1939 fue profesor de Historia Universal y de Literatura Española y Mexicana, en el Instituto Oriente en Puebla de los Ángeles, donde fundó y dirigió la revista Forja, y en la cual publicó algunos de sus poemas.

De septiembre de 1939 a agosto de 1941 fue destinado a Ysleta College, en El Paso, como profesor de Griego y de Literatura Española. Y de septiembre de 1941 a agosto de 1942 fue profesor de quinto de primaria en el Instituto Regional de Chihuahua.

En septiembre de 1942 inició sus estudios de Teología en Ysleta College, pero en agosto de 1943 fue enviado al Teologado jesuita de Montreal, Canadá, donde concluyó su formación sacerdotal en agosto de 1946, y el 13 de junio de 1945 en West Baden College, Indiana, recibió la ordenación presbiteral junto a su hermano Ignacio.

De septiembre de 1946 a junio de 1947 concluyó su formación de jesuita en el Molino de San Cayetano, Estado de México –junto a Santiago Tianguistenco–. De septiembre de 1947 a agosto de 1948 estudió un master en Letras Clásicas en la Fordham University de Nueva York.

A su regreso a México, de septiembre de 1948 hasta mediados de 1957 fue profesor en el Seminario jesuita de San Cayetano, donde impartió las cátedras de Literatura Latina avanzada –de los autores Virgilio, Horacio, Plauto– y de Letras Castellanas, y se le añoró como un “excelente y muy recordado maestro”.4

Simultáneamente a su labor docente cursó el doctorado en Letras Castellanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, y se tituló en 1955 con una tesis sobre el sistema jesuita de enseñanza en la época novohispana, que luego fue publicada por la Editorial Jus con el título Humanismo en México en el siglo xvi. El sistema del Colegio de San Pedro y San Pablo.

En enero de 1953 participó en el Primer Congreso Nacional de Cultura Católica celebrado en Guadalajara, en cuyas memorias publicó la “Crónica del Primer Congreso de Cultura Católica”.

En 1958 en la Ciudad de México se dedicó a investigar sobre la vida del insigne jesuita Gonzalo Carrasco, pintor muy notable en los años del porfirismo, y su investigación fue publicada en 1966 en la citada Editorial Jus con el título Gonzalo Carrasco. El pintor apóstol.

A mediados de 1960 regresó definitivamente a su tierra natal, ahí se le nombró profesor de sus muy prestigiadas cátedras de Literatura Latina avanzada y Letras Castellanas, en el Instituto de Literatura –seminario de los jesuitas– de Puente Grande, Jalisco.

Sobre su vocación como hombre de letras, sostuvo el siguiente diálogo con su compañero y amigo Manuel Acévez:

—¿Es verdad que ahora eres ave raris en la semiótica, porque te especializaste en París?
—Eso dicen, eso dicen. Nadie sabe de eso. Me especialicé en París.
—Extraoficialmente sé que eres poeta.
—Poeta no; poeta no. Escribí versos; escribí versos. Poeta no.
—¿Y qué vocación fue la que más te gustó? ¿Vocación?
—Al padre Leobardo [su superior] no le gustó. La madre-selva cuajada de oro, donde se aduerme la chuparrosa… Modernismo, decía el padre Leobardo, modernismo. No era literato, no era literato.
—¿Qué es lo que más te gusta cuando rezas el Oficio Divino?
—Los responsorios; los responsorios; por que alternan; alternan.
—Ya lo decía yo. Con razón hablas en responsorios.
—Es calumnia; es calumnia. Alguna vez; alguna vez.
—¿Porqué ya no escribes versos? ¿Por qué dejaste la poesía?
—No la dejé; no la dejé, Cuando me ordené [sacerdote] escribí; escribí.5

Algunos de los títulos de sus poemas son “Flor de nieve”, “Adiós al verso” y “Vocación”.

En 1968 los estudios literarios de los jesuitas se transformaron en buena parte en la Escuela de Ciencias de la Comunicación del iteso, donde impartió las clases de Latín, Literatura, Teatro y Semiótica, hasta que en 1993, “muy a su pesar, tuvo que dejar las clases [tras sufrir un derrame cerebral]”.6

Sobre su estilo magisterial escribe J. Jesús Gómez Fregoso: “Decían sus alumnos que hubiera sido el interlocutor ideal de Sor Juana [Inés de la Cruz] y los clásicos castellanos, al mismo tiempo que estaba muy versado en las literaturas europeas modernas y muy al día en cinematografía; de muy amplio criterio y ejemplo de tolerancia”.7

Por lo que no es de extrañar que en cuatro ocasiones fue elegido como padrino de generación por los graduados de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación, sobre lo cual Raúl Mora expresó:

A mí me suena a expresión de gratitud y la amistad que le tienen. Ya es tradición que se invite como padrino de generación a alguien que pueda dar un obsequio, a alguien que pueda ayudar a los gastos de la promoción o, sobre todo, a alguien que abra cierta plataforma para el trabajo profesional ulterior. Xavier no podía hacer ninguna de las tres cosas. Yo creo que [el obsequio de] un Principito lo ve así, con una gran amistad, con un gran cariño.8

Y así,

gozaba con la visita de sus innumerables ahijados y ahijadas de graduación: se sabía los nombres y los dos apellidos de sus alumnos […] [En sus visitas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuando se le encontraba alguien decía:] Hay que conocer todo lo nuevo, para comentarlo con mis ahijados, mis ahijados.9

En la década de los años setenta suprimieron de los planes de estudios las lenguas clásicas de latín y griego, entonces el padre Xavier pidió un año sabático para explorar la incipiente semiótica de la lengua escrita. En 1974 se inscribió en la especialidad respectiva en la Escuela de Altos Estudios de la Sorbona de París, donde estudió con Jürgen Habermas y con otros ilustres pioneros, por lo que en Guadalajara fue la autoridad indiscutible en la materia.

En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara fue maestro de Literatura durante nueve años. De 1981 a 1984 dio la cátedra de Semiótica, y por varios años impartió un seminario sobre la novela Al filo del agua de Agustín Yáñez.

Su ministerio sacerdotal lo ejerció en el Templo de Nuestra Señora del Pilar, comunidad muy ligada a su familia; los domingos celebraba la misa de las doce del día, pero

cuando los clásicos Chivas-América, el acólito en forma discreta [durante la misa] le informaba si las chivas habían anotado. “El Rebaño Sagrado, decía Xavier, es el pueblo de Dios; el América son los filisteos”. “Si las Chivas no juegan bien, no hay que ir a verlas: hay que castigarlas, castigarlas. Chivas baquetonas. Chivas baquetonas: no le ponen ganas, no le ponen ganas”.10

En 1990, en colaboración con Gabriel Carrillo Cázares publicó Los latines de El nombre de la rosa en español. Sobre su calidad de latinista, el jesuita Gómez Fregoso recuerda que en el Congreso Mundial de Latinidad de 1986 celebrado en Roma: “A la hora del café, nos comentó una atractiva francesa: ‘¿Qué le pareció esa maravilla de hablar latín, insuperable, verdad?’ ‘Pues perdóneme la franqueza; pero de menos conozco a una persona que habla latín clásico mucho mejor, como Cicerón o Julio César’ ‘¿Quién es?’’ [respondí] ‘Xavier Gómez Robledo’”.11

El 26 de febrero de 1992 recibió la primera medalla Francisco Xavier Clavigero del iteso, donde también fue secretario de Planeación –hasta el 27 de junio del citado año de 1992– y maestro emérito.

En Guadalajara falleció el 5 de abril de 1996, y fue inhumado en el Seminario jesuita de Puente Grande, Jalisco.

Juicios y testimonios

Manuel Acévez: “Versificadores entre los jesuitas, se cuentan a granel. Poetas a los que el estro estremece y hace sufrir, y aun abate –como abatió a Xavier– se cuentan con los dedos”.

Jorge Esquinca: “Lo recuerdo cerca de la glorieta de Minerva, a principios de un abril de hace quince años, mientras esperamos juntos el camión que pasa cada hora hacia el iteso. Y ya en clase, compartiendo su entusiasmo por Rulfo, Ionesco, Borges o Claudel con la certidumbre de quien ha comprendido a la literatura como una forma de felicidad. Lo recuerdo escuchando con inagotable paciencia nuestros esbozos líricos –la frase siempre amable, estimulante, la recomendación discreta, justa–. Recuerdo su voz enemiga de toda estridencia, el eco con que prolonga sus frases no para puntualizarlas sino como un recuerdo generoso del maestro que quisiera entregar sin reservas lo que sabe”.


J. Jesús Gómez Fregoso: “Famosísimo porque, cuando algún alumno se ofrecía para darle ‘aventón’, se hacía disimulado; pero en cuanto una alumna guapa se lo ofreciera, luego aceptaba; aunque sólo de la puerta del iteso a Plaza del Sol; de ahí se iba a pie a su casa ‘porque tengo que caminar, tengo que caminar’ […] [Una vez] lo asaltaron dos pelafustanes. Xavier tuvo la entereza de encararlos; sacó su monedero y extrajo una moneda de a peso: ‘Para mi camión, para mi camión’. Luego vació en su mano izquierda todo el resto de monedas y billetes, que repartió equitativamente a sus dos asaltantes: ‘Tengan, tengan: váyanse pronto, váyanse pronto porque, si no, voy a llamar a los gendarmes, a los gendarmes’”.


Ignacio Gómez Robledo: “Poseedor de una exquisita sensibilidad artística, desde niño manifestó una marcada disposición para las artes plásticas y fue discípulo del acreditado pintor don José Vizcarra […] Fue maestro eminente de esta asignatura [la Semiótica]”.


Referencias
  1. Manuel Acévez, “Xavier Gómez Robledo, S. J. Compañero y amigo inolvidable”, Doctor Xavier Gómez Robledo, S. J. Homenaje, Guadalajara, iteso, s.f., p. 29. ↩︎

  2. Ibid., p. 30. ↩︎

  3. J. Jesús Gómez Fregoso, “Xavier Gómez Robledo”, agosto de 2006, inédito, p. 2. Apunte para esta Enciclopedia... ↩︎

  4. Ibid., et loc. cit↩︎

  5. José Antonio Cázares, “Francisco Xavier Gómez Robledo S. J.”, Siglo 21, Guadalajara, 27 de febrero de 1992, Sección Gente, p. 40. ↩︎

  6. Gómez Fregoso, “Xavier Gómez…”, p. 3. ↩︎

  7. Ibid., et loc. cit↩︎

  8. Cázares, “Francisco Xavier…”. ↩︎

  9. J. Jesús Gómez Fregoso, “El maestro don Xavier”, Siglo 21, Guadalajara, 11 de mayo de 1996. ↩︎

  10. Idem↩︎

  11. Idem↩︎