Biografías por órden alfabético

Gómez y Villaseñor, José María


Nació en Guadalajara, capital del Reino de la Nueva Galicia, el 20 de julio de 1745. Fueron sus padres el abogado de la Real Audiencia Nicolás Tadeo Gómez de Aguilar y la señora Juana María Villaseñor, “familia de grandes terratenientes”.1 José María heredaría la hacienda de San Nicolás de la Labor, que rentaba en 1,200 pesos anuales.

Inició sus estudios de Latín en el Seminario Conciliar de Guadalajara, para continuarlos en 1765 en la Ciudad de México, en el Colegio de San Ildefonso. Luego se inscribió en el Colegio Mayor de Santa María de Todos los Santos donde el 5 de septiembre de 1771 obtuvo una beca por oposición.

Realizó sus estudios profesionales en la Facultad de Teología de la Real y Pontificia Universidad de México; tras haber defendido su tesis el 10 de agosto de 1770 recibió el grado de licenciado y el 11 de marzo de 1773 se le confirió la borla doctoral. Finalmente obtuvo el título de abogado de la Real Audiencia de México.

En el Colegio de San Ildefonso impartió la cátedra de Filosofía y en el de Santa María de Todos los Santos ocupó los cargos de consiliario y de rector. Fue nombrado cura de Irapuato, Guanajuato, donde ejerció su ministerio del 1° de enero de 1777 al 10 de junio de 1787.

De regreso en su natal Guadalajara, el 29 de abril de 1787, ganó la oposición para ocupar la canonjía penitenciaria de la Catedral; en diversos periodos fue provisor, gobernador y vicario general del Obispado.

En julio de 1789 pronunció la solemne oración fúnebre en las exequias del rey Carlos III, celebradas en la Catedral.

Al autorizarse la fundación de la Real Universidad de Guadalajara, el presidente de la Real Audiencia y vicepatrono real Jacobo de Ugarte y el obispo fray Antonio Alcalde lo designaron primer rector, por lo cual le correspondió organizar la incipiente institución universitaria. Prestó juramento como rector el 3 de noviembre de 1792, en la solemne inauguración de la Universidad.

Fue el primero en incorporar sus grados universitarios, obtenidos en la Real y Pontificia Universidad de México, a la Universidad de Guadalajara.

Participó de manera muy activa en los claustros universitarios, en las oposiciones a las cátedras, en los actos de otorgamiento de los grados y en las demás responsabilidades que le asignaban las constituciones universitarias. El 15 de diciembre de 1792, al celebrar la Universidad la solemnidad de su patrona la Inmaculada Concepción de María, ocupó la cátedra sagrada.

El 23 de julio de 1805, al ascender a la dignidad de canónigo maestrescuelas del Cabildo Eclesiástico, renunció a la rectoría, ya que dicha dignidad era concurrente al oficio de cancelario de la Universidad, y se desempeñó como tal hasta su fallecimiento.

Como confesor de sor María Manuela de la Presentación, aconsejó y colaboró en la fundación del Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Zapopan.

Ante el avance de los ejércitos insurgentes, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas salió de Guadalajara, dejándolo como gobernador de la Mitra; como tal recibió al cura Miguel Hidalgo en Guadalajara, “y se reconocieron como parientes por lo Villaseñor”.2

El historiador Jesús Amaya Topete afirma que

como nieto que fue de doña Joaquina Villaseñor, supo Hidalgo desde su juventud, que era pariente de todos los Villaseñor michoacanos [...] Bastante de esto consta en una Relación de méritos que se hizo en Valladolid el año de 1776 en el Colegio de San Nicolás, de eclesiásticos y seminaristas distinguidos, Miguel Hidalgo de entre los últimos [...] Entre la citada colección de relatos autobiográficos sobresale en su presentación, por ser el único que esta impreso en seis páginas de buena tipografía, el correspondiente al presbítero don José María Gómez y Villaseñor [...].3

A partir de esta documentación, el citado historiador establece el parentesco entre Hidalgo y Gómez y Villaseñor, aunque no precisa en qué grado.

El 26 de noviembre de 1810, el doctor Gómez y Villaseñor, unido a los demás canónigos, recibió al cura Miguel Hidalgo y Costilla a las puertas de la Catedral.

Prosigue el citado Jesús Amaya Topete:

Nada se ha dicho de la visita especial de Hidalgo a su pariente el jefe incidental de la Iglesia [...] Tampoco sabemos que la actitud del doctor Gómez y Villaseñor hubiere merecido extrañamiento de Calleja o del virrey. Pero al comparar el recibimiento del clero tapatío con el vallisoletano, donde a pesar de contar con las simpatías del gobernador eclesiástico conde de Sierragorda, se encontró con el consiguiente disgusto, desierta la catedral, podemos inferir que hubo motivo poderoso para ello, y éste bien pudo ser el inteligente reconocimiento de la opinión pública, en aquel momento, casi unánime a favor de Hidalgo o de la insurgencia, o también el discreto homenaje del anciano gobernador de la Diócesis doctor Gómez y Villaseñor al capitán del movimiento revolucionario, su pariente y antiguo destacado colega en el Obispado de Michoacán.4

El 12 de diciembre de 1810 llegó el capitán Ignacio Allende a Guadalajara quien, disgustado con Hidalgo por la marcha de la guerra y las ejecuciones de españoles, consultó a los doctores José María Gómez y Villaseñor y Francisco Severo Maldonado si le era lícito como católico envenenar al cura Hidalgo, por su actitud despótica y para evitar mayores males, como las ejecuciones clandestinas de los españoles.

Afirmar si el doctor Gómez y Villaseñor estuvo a favor o en contra del envenenamiento de Hidalgo es difícil de precisar; algunos historiadores opinan: “Consultando Allende su caso de conciencia a los doctores Gómez y Villaseñor y Maldonado, si le sería lícito como católico, dar un veneno a Hidalgo para evitar mayores males. Naturalmente que la contestación fue negativa [...]”.5

“Es triste tener que consignar estos hechos, mas por fortuna Allende no se dejó llevar de tan atroz idea y preguntó a personas que estaba seguro que nada le habrían de proponer contra la moral”.6

“[…] Y, habiendo aprobado su idea estos señores [Gómez y Villaseñor y Maldonado], compró el veneno y lo repartió entre él, su hijo Indalecio y Arias […]”.7

“Ni el doctor Maldonado ni mucho menos el gobernador (eclesiástico) Gómez y Villaseñor autorizaron a Allende con sus palabras”.8

Ante la derrota del Ejército Insurgente, el Cabildo Eclesiástico presentó la retractación de su actitud del 26 de noviembre, y ofreció de inmediato su adhesión al régimen real, sin embargo –observa el citado Amaya Topete– en los documentos del caso nunca apareció la firma de Gómez y Villaseñor.

Pasados los efectos de la guerra de independencia, continuó sus labores en el Claustro Universitario y en el Cabildo de la Catedral.

A principios de 1816 fue preconizado obispo de Michoacán, pero falleció el 9 de julio, sin recibir la consagración episcopal.

La Universidad lo honró con solemnes funerales, en los cuales pronunció su elogio fúnebre el presbítero Juan Cayetano Gómez y Portugal. Sus restos fueron inhumados en el camarín del Santuario –hoy Basílica– de Nuestra Señora de Zapopan, donde se colocó un retrato suyo de pintura al óleo.

Una calle de su ciudad natal lleva su nombre.

Juicios y testimonios

Jesús Amaya Topete: “Hombre de clara inteligencia y vasta cultura”. Y ante el movimiento insurgente afirma que “fue de una prudencia, de una tolerancia notoria, casi de simpatía, y sorprende que no haya sido acusado por los realistas como sospechoso de complicidad con Hidalgo y sus partidarios”.


Juan Bautista Iguíniz: “Varón de gran saber y de grandes prendas”.


Referencias
  1. Carmen Castañeda, “La formación de la élite en Guadalajara, 1792-1821”, Elite, clases sociales y rebelión en Guadalajara y Jalisco en los siglos xviii y xix, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, Departamento de Educación Pública del Gobierno del Estado de Jalisco, 1988, p. 33. ↩︎

  2. Ramiro Villaseñor y Villaseñor, Bibliografía general de Jalisco Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco,1983, tomo ii, p. 63. ↩︎

  3. Jesús Amaya, Hidalgo en Jalisco. Ensayo bio-historiográfico, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1985, pp. 107-108. ↩︎

  4. Ibid., pp. 108-109. ↩︎

  5. José Ramírez Flores, El Gobierno Insurgente en Guadalajara, 1810-1811, Guadalajara, Banco Refaccionario de Jalisco, 1952, p. 90. ↩︎

  6. Pérez Verdía, Historia particular…, tomo ii, p. 51. ↩︎

  7. José María de la Fuente, Hidalgo íntimo, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1985, p. 314. ↩︎

  8. Amaya, op. cit., p. 109. ↩︎