González y Ramírez, Toribio
Nació en la hacienda de El Sauz de los Ramírez, jurisdicción de Jalostotitlán, en el Reino de la Nueva Galicia, el 15 de abril de 1776. Fueron sus padres los señores Felipe González Rubio y Guadalupe Ramírez de Hermosillo.
Hizo sus estudios de Latín y el Curso de Artes y Cánones en el Seminario Conciliar de Guadalajara, y se destacó como un estudiante muy brillante. En el primer año del Curso de Artes defendió en un acto de Lógica la obra filosófica de Goudín, cuyo primer tomo aprendió de memoria; sustentó además un gran número de conclusiones de Física Experimental, por lo que obtuvo el primer lugar in recto y presidió las Academias. En 1796 aparece en el elenco, elaborado por Daniel R. Loweree, como becario por oposición. Y sustituyó en las cátedras de Latín, Filosofía, Teología Moral, Disciplina Eclesiástica y de Muratori y fungió como examinador.
En cuanto a su trayectoria en la Real Universidad de Guadalajara, de acuerdo con los registros disponibles, el 14 de enero de 1793 se matriculó en el primer curso de Cánones y el 6 de noviembre al segundo; el 21 de julio de 1794 probó haber cursado Filosofía y Retórica; el 22 de mayo de 1795 probó haber ganado el tercer curso de Cánones y el 7 de mayo de 1796, el cuarto; y el 20 de octubre de 1798 se matriculó al primer curso de Leyes.
Como estudiante de Jurisprudencia, el catedrático de la materia le encomendó defender en un acto de estatuto el Primer Libro de los Decretales del doctor González; se le designó para replicar en los exámenes de grados menores de Cánones, a falta de doctores; fue catedrático sustituto de Prima de Cánones, y replicó en actos de Leyes y Cánones, y en funciones de repeticiones y de borlas.
El 19 de julio de 1799, la Real Audiencia de Guadalajara le confirió el título de abogado.
El 24 de julio de 1800 solicitó a la Real Universidad los grados mayores; el 16 de agosto, presentó su disertación; el 19 se le asignaron los puntos de examen, y el 21 se le confirió el grado de licenciado en Sagrados Cánones. Ese mismo año el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas lo ordenó sacerdote, y lo nombró su familiar y vicario en la Parroquia del Sagrario.
En 1801 fue designado secretario de Cámara y Gobierno de la Curia. En 1802 adquirió como propietario la sacristía mayor de la Parroquia de Zapotlán el Grande. En 1805 quedó en segundo lugar en las oposiciones para la canonjía penitenciaria de la Catedral de Valladolid, Michoacán. Del 11 de octubre de 1806 al 20 de enero de 1808 fungió como cura del Santuario de Guadalupe. También se desempeñó como promotor fiscal, juez de Testamentos y Obras Pías y acompañó al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas a las visitas pastorales.
El 29 de noviembre de 1807 solicitó a la Real Universidad de Guadalajara el grado de doctor en Sagrados Cánones, el cual le fue conferido el 12 de diciembre inmediato.
El 5 de enero de 1808 ingresó al Cabildo Eclesiástico como medio racionero.
El 24 de octubre de 1810, en su calidad de secretario del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, firmó el edicto por el cual se hacían extensivas al Obispado de Guadalajara las excomuniones decretadas contra el cura Miguel Hidalgo, por el obispo electo de Valladolid Manuel Abad y Queipo, la Inquisición y el arzobispo de México.
Integró la Junta Superior Auxiliar de Gobierno, establecida ante el movimiento insurgente. Sería muy difícil precisar si como canónigo recibió al cura Hidalgo en la Catedral –el doctor Agustín Rivera no lo menciona entre los capitulares presentes–, o si bien acompañó en su huida al obispo Cabañas, quien no regresó a Guadalajara sino hasta el 8 de marzo de 1812.
El 10 de noviembre de 1811 tomó posesión de la rectoría de la Real Universidad de Guadalajara, cargo que desempeñó hasta el 10 de noviembre de 1813.
El 9 de noviembre de 1812 fue nombrado canónigo racionero.
En 1820 se le designó vocal de la Junta Censoria, y en 1821, censor de la Sociedad Patriótica de Guadalajara. Y fue electo diputado a las Cortes Españolas (1822-1823), pero su designación no se hizo efectiva dada la consumación de la independencia de México.
En 1822 fue electo diputado al Primer Congreso Nacional de México, donde se manifestó como un ardiente defensor del libertador Agustín de Iturbide. Y así el 11 de abril, durante la sesión secreta que pretendió cambiar los integrantes de la Regencia, se opuso vehementemente. Al proclamarse a Iturbide como emperador de México, y más tarde al disolverse el Congreso y establecerse en su lugar la Junta Instituyente, se le nombró vicepresidente de la misma, en la cual tuvo una actuación muy destacada: “Su celo por los intereses de Iturbide era tal, que el padre de éste, don José Joaquín príncipe de la Unión, le llamaba a boca llena, nuestro don Toribio”.1
Concurrió además como delegado del obispo de Guadalajara a la Junta Eclesiástica que estudiaría las futuras relaciones Iglesia-Estado.
A la caída del primer imperio, una vez restablecido el Congreso Nacional, pidió licencia para regresar a Guadalajara, pero al no contestársele, emprendió su viaje de retorno el 25 de mayo de 1823, y fue detenido en Querétaro: “Porque temían que [su] vuelta […] tuviese que ver con la proclamación que Jalisco acababa de hacer al constituirse Estado Soberano e Independiente”.2
Luego fue liberado y pudo continuar su camino, en compañía del doctor Francisco Severo Maldonado.
Al fallecer el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, fue electo vicario capitular del Obispado de Guadalajara el 6 de diciembre de 1824, aún siendo el más joven de los canónigos. Con esta responsabilidad, el 18 del citado diciembre lanzó una “Carta Pastoral con motivo del juramento de la segunda parte del artículo 7º de la Constitución de Jalisco”. Otros de sus escritos fueron: “Pastoral del Gobernador del Obispado en sede vacante de Guadalajara sobre las ocurrencias del juramento de la Constitución de Jalisco” y “Contestaciones habidas entre el Supremo Gobierno de Jalisco y el Gobernador de la Mitra sobre contribución directa” (1825).
Se le agravaron sus enfermedades, ya que desde joven padecía ataques epilépticos, llegó incluso a despachar en su domicilio los asuntos oficiales. A mediados de 1825 pidió al Cabildo que lo relevara temporalmente de sus responsabilidades, más se agravaron sus trastornos cerebrales, hasta que perdió la razón: “En la época de su locura vivió una temporada en Guadalajara y otra en esta ciudad de Lagos; y según me refirieron testigos oculares, siempre andaba dando bendiciones, porque su tema era creer que era obispo”.3
El 12 de julio de 1836 falleció en Guadalajara “en el aislamiento y abandonado de casi todos sus antiguos amigos”.4
Juicios y testimonios
Juan Bautista Iguíniz: “Hombre de claro talento y de ideas monárquicas muy arraigadas, ejerció un influjo predominante en los negocios civiles y eclesiásticos”.
Agustín Rivera: “Mi rector D. Francisco Espinosa, que había sido familiar del Ilmo. Sr. Gordoa, nos decía a los catedráticos: ‘Decía el Sr. Gordoa, que en el Congreso no había conocido un hombre del talento de don Toribio González’”.
Referencias
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Alberto Santoscoy, “Doctor don Toribio González”, Obras completas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1986, p. 96. ↩︎
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Santoscoy, ibid., p. 97. ↩︎
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Agustín Rivera y Sanromán, Los hijos de Jalisco, Guadalajara, Presidencia Municipal de Guadalajara, p. 16. ↩︎
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Santoscoy, “Doctor don Toribio…”, loc. cit. ↩︎